¿Por qué se realiza la celebración de la Pachamama y cómo se proyecta hoy en nuestra tierra, en nuestra gente?
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¿Por qué se realiza la celebración de la Pachamama y cómo se proyecta hoy en nuestra tierra, en nuestra gente?
Mirá, esas preguntas son muy profundas. Y algunas ni siquiera tienen una respuesta concreta. Por ejemplo, ¿por qué se hace? No lo sé con certeza. Lo que sé es que yo vi a mi abuela hacerlo desde que era niño. Vi cómo abría una "boquita" en un rincón de la casa, donde toda la familia se reunía. Ahí se ponía en palabra algo que no se explica: se vive. No sé por qué se hace, pero sí sé que heredé ese conocimiento como parte del calendario familiar. Era algo sagrado, íntimo.
¿Sentís que se respeta esta celebración ancestral, o que a veces se reduce a un ritual de mero festejo?
En las últimas décadas, hay un gran porcentaje de personas que se acercan a la celebración con respeto, con intimidad. Porque la Pachamama es muchas cosas: es social, espiritual, política, incluso escénica. Antes, se celebraba en silencio, con una ollita en algún lugar designado del hogar. Hoy también aparece en instituciones y en espacios comerciales que buscan marketing con esta celebración. Hay sectores que la toman como moda. Pero también es cierto que para muchos fue una puerta de entrada al conocimiento profundo de nuestros pueblos. Yo mismo llegué a investigar más sobre mi identidad, sobre el lenguaje y la pintura, a partir del diálogo que se abre en la celebración de la Pachamama. Fui entendiendo, desde la vivencia, desde lo simbólico, que no se trata solo de un festejo: es una forma de conocimiento.
¿Cómo sería esa forma de conocimiento?
Desde el punto de vista espiritual, el calendario de la Pachamama está ligado al ciclo de la vida. Agosto es el mes del "despertar", el momento en que las raíces se mueven, en que la tierra se prepara para dar. Es como dice un jardinero: "Espere que en agosto se mueven las raíces para que prenda la plantita". Es el tiempo de activar. La boquita que se abre no es solo un pozo: es una mesa sagrada. Ahí se dialoga con lo visible y lo invisible. Se le da de comer, de tomar, se coquea, se fuma, se agradece. Se habla con la Pacha, que para mí no es solo "tierra madre", sino tiempo y espacio. Se agradece lo vivido desde el agosto anterior, y se proyecta lo que viene. Es un acto profundo, lleno de sentido.
En la ceremonia aparecen elementos heredados del sincretismo entre culturas originarias y la llegada de los europeos. El humo, por ejemplo, es un gran aliado. Si hay canela, se invoca la abundancia. Si hay ruda, se llama a la protección. El humo, dicen los sabios, te ayuda a encontrar la palabra justa para tu territorio.
También está la coca. Una hoja sagrada, mágica, que te escucha, que te pone en estado de contemplación. Muchos pueden leer el futuro con ella. Te comparto una anécdota personal: cuando no tenía cómo pagar el alquiler de mi taller, iba a la plaza a recoger las hojas de coca que otro hombre -con mucho dinero- tiraba. Y yo les hablaba, les pedía. Siempre me llegaba un comprador justo con lo necesario para pagar. Esa es la fe que me enseñaron los abuelos.
¿Cómo es esa celebración?
La celebración de la Pachamama es un acto íntimo, religioso, mágico. Y la magia, como dice Santa Marina, es imaginación: una forma de visualizar el destino y orientarlo a tu favor. La cultura vive, cambia, respira. Cada familia tiene su forma. Algunos celebran solo el 1 de agosto; otros, según el sol o los ciclos familiares.
Lo importante es saber que en cada celebración hay pensamiento mágico, identidad, comunidad. No es una línea recta: es un círculo. De agosto a agosto se cierra un ciclo, pero también se abre otro. Cada año uno aprende nuevas lecturas que quedan marcadas en el ADN. Son portales energéticos que conectan con nuestros antepasados, con nuestros abuelos. Cuando se abre la boquita, se pide permiso. Se sahúma, luego se tapa con un poncho o aguayo, muchas veces heredado. Se coloca sobre la espalda de quien oficia, para abrazar. Porque la práctica es dual: hombre-mujer, energía masculina y femenina, equilibradas. Ese poncho dialoga con la tierra, con el humo, con la historia familiar. Se ofrece un almuerzo: entrada, plato principal, postre, cigarro, coca.
Todo este conocimiento viene de los que tienen canas, de los que escuchan a la tierra. Es transformador, es memorable, y sobre todo, es identidad cultural. Cuando una sociedad se reconoce en su cultura, se individualiza, pero también se hace más colectiva, más fuerte. Solo se puede crecer como pueblo cuando entendés quién sos, de dónde venís, y qué valores sostenés. Por eso, la práctica empieza por invitarse a celebrar. Y con el tiempo, uno va entendiendo la profundidad sagrada que heredamos de nuestros antepasados.