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25 de Junio,  Jujuy, Argentina
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"Wilson" fue su compañero en la gran aventura por Italia

Florencia Verzini vivió la pandemia en Florencia junto a un ser alado leal que le permitió el autoconocimiento.
Lunes, 05 de mayo de 2025 01:04
AMISTAD FLORENTINA | "WILSON" EL PALOMO Y FLORENCIA VERZINI DESDE UNA VENTANA EN LA CIUDAD DE FLORENCIA, ITALIA.

Eran los tiempos de pandemia cuando vivir en libertad era complicado para la humanidad debido al virus covid-19 que se expandió por el mundo. Un momento difícil que atravesó el ser humano en todos los sentidos, pero vislumbrando permanentemente la esperanza de que todo regrese a la normalidad, a través de los esfuerzos médicos y de la preocupación global por cambiar ese instante de la historia.

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Eran los tiempos de pandemia cuando vivir en libertad era complicado para la humanidad debido al virus covid-19 que se expandió por el mundo. Un momento difícil que atravesó el ser humano en todos los sentidos, pero vislumbrando permanentemente la esperanza de que todo regrese a la normalidad, a través de los esfuerzos médicos y de la preocupación global por cambiar ese instante de la historia.

Fue en esa época de gran tristeza e incertidumbre por la circunstancia, cuando la ternura de un ave fue insistente en la ventana de una casa en Florencia, Italia.

Tanta perseverancia y nobleza en la mirada del palomo, fue bienvenida por una jujeña que había decidido vivir allí, en la tierra de sus bisabuelos. Y entonces como un amigo entrañable el ser alado apareció como iluminando su camino e iba cada día para protegerla. Así, Florencia Verzini es la mujer que fue fiel a su conexión con las energías renovadoras, en su soledad meditaba bajo la mirada atenta de su único amigo presente.

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"Era verlo y compartir, él desde la ventana era mi compañero", expresó la jujeña que lo llamó "Wilson", con una emoción que logró atravesar su recuerdo en el alma. Es que, como la pelota de vóley de la reconocida película de "Náufrago"; el palomo marcó una sutil presencia en la vida de esta argentina que iniciaba su búsqueda de autoconocimiento.

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Cinco años atrás, tuvo necesidad de volar -justamente- hacia nuevos rumbos para encontrar su lugar en el mundo.

Eligió Italia, cuna del arte renacentista y de sus bisabuelos para habitar; siendo Florencia, la ciudad que la recibió primero como turista y luego como residente permanente. "Lo que sentí fue que ya conocía la energía del lugar. Más allá que ya sabía cómo era Italia porque tenía la ciudadanía, era algo que me decía que me quede", aseguró.

FONTANA DI TREVI

Fue así que con cuarenta y cinco años y un conocimiento pleno sobre terapias alternativas, profundizó en aquél presente, comprendiendo la situación desde una perspectiva a conciencia.

"Me había mudado recientemente y no tenía internet, con la pandemia no se podía hablar con nadie y llegué a pensar; 'si me pasaba algo acá, me muero sola' y eso me tenía mal. Me llamaban siempre desde Jujuy pero no quería desesperarme, ni ponerme nerviosa. Así que al final sólo atendía a mi papá", expresó quien aferrada a su fe, sintió la compañía del ave que quizás haya sido enviado por el cielo como un símbolo celestial.

GÓNDOLAS EN VENECIA

Mientras los días transcurrían, a través del yoga y la reflexión personal, salió adelante; asimismo, cuando las puertas a la socialización se comenzaron a abrir, ella notó que su amigo alado había dejado de visitarla. Una tristeza inundó su corazón porque él fue refugio en tiempos difíciles.

"Lloré por su ausencia porque después vinieron palomas en cantidad, pero no era igual. 'Wilson' ya no estaba", expresó con nostalgia al rememorarlo. Las terapias alternativas fueron un consuelo que siguió practicando a medida que se abría el mundo nuevamente.

Los cambios se comenzaron a notar y la apertura de las fronteras, a ser un hecho. "En ese momento tenía cuarenta y cinco años y además de hacer las terapias on-line, empecé a hacer amistades. Me sentía como si estuviera en una película", reveló quien adora dar paseos por los pueblos que rodean el centro de la ciudad.

TORRE INCLINADA DE PISA

Vivir en la región de Toscana es un privilegio que provoca una sensación única en la que se puede apreciar tierras de viñedos, colinas y esencia campestre con un encanto para nada ajeno a la vista. "Yo de arte no tengo idea, me aburren los museos; pero sí me gustan los jardines, los castillos; y comer las trufas", contó. Al mismo tiempo que extraña a sus seres queridos, los sabores del choclo en humitas y en pasteles o de disfrutar el dulce de leche que anhela menos que el dulce de batata. Sus ojos admiraron la belleza de Italia al recorrer desde adentro sus caminos y, aunque este año tiene pensado viajar a Marruecos y visitar Francia, a la tierra jujeña la lleva en su corazón desde los colores, la inmensidad de los cerros y el canto de las aves; sobre todo a ese compañerito con plumas que espera volver a ver en otro plano.

 

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