Hay una maestría en las artesanías que cuando son hechas con cariño, es notable a primera vista. Y en la exposición se encuentra aquello que es difícil de ocultar cuando la mirada se conecta con el talento casi de inmediato.
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Hay una maestría en las artesanías que cuando son hechas con cariño, es notable a primera vista. Y en la exposición se encuentra aquello que es difícil de ocultar cuando la mirada se conecta con el talento casi de inmediato.
Esto es lo que sucede cuando la habilidad se muestra desde una madera trabajada que, primero, fue pensada como idea y, a través de un tratamiento especial, supo cuidarse en técnica y en imagen.
Los primeros días de cada mes, Dionicio Cruz distribuye sus piezas con gran cuidado en la esquina de Hipólito Yrigoyen y Canónigo Gorriti para sorprender con sus novedades a los transeúntes en su ir y venir.
Enseguida, la amabilidad del artesano fue tal que lo hizo compartir detalles de una labor que lo enorgullece y que se fortalece en cada pieza que realiza con las manos desde hace dos décadas. "Yo tenía cuarenta años cuando empecé. Recuerdo que vino gente de Buenos Aires que nos enseñó el tallado en madera, desde ahuecarla hasta saber incrustar la madera en la artesanía, empezamos a trabajar", expresó Dionicio Cruz con entusiasmo.
La madera que utiliza es del campo, según relató, "ya que cuando se seca no se parte, pero se practica la paciencia porque hay que esperar de cinco a seis meses para que descanse", agregó.
Todo árbol en su interior tiene corazón, como la columna vertebral de una persona; en el caso del lapacho es casi negro, mientras que la parte más externa es amarilla. Así se revelan dos de los colores que Cruz precisa para combinar en la guarda que al final regresa como un estilo de simil mosaiquismo, pero aplicado en diferentes maderas. Entonces la técnica de taracea sale a la luz, cuando a la bandeja, tabla o batea de pacará se le hace una ranura para darle color, vista y resistencia desde los bordes. Lleva maderas de quina en color rojo, lapacho en color blanco y nogal en color negro, generalmente, triangulares para las incrustaciones en la pieza central. "Hay que saber esperar y tener paciencia. No apurarse porque algo puede salir mal", comentó Cruz, quien en sus inicios usaba piezas rústicas. Una vez seca la madera, se cava con la gubia y el procedimiento continúa en la creatividad y la disposición de los materiales.
El trabajo creativo se vio en fuentes para el asado o con la forma del pez para recibir el plato relleno. "La madera para picada de huella de tigre es la plantilla de un gran felino y la más elegida junto con la fuente en forma de pez con el ojo y un largo de 60cm", indicó Cruz.
Los utensilios de cocina tienen un destaque en palo santo, que se convierte en cucharas y cucharones para cocinar. "A la gente le gusta y le compra, antes iba a vender por la Quebrada, por Tilcara y Humahuaca", reveló el artesano que incentivado por la gente sigue trabajando, dedicándole muchas horas a la tarea que lo ayuda a sostenerse como medio de vida.