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Una vida dedicada a aprender y a enseñar buenos valores

Trabajadora desde su juventud, María Mercedes Gallinate vivió distintas experiencias de evolución personal en el tiempo.
Miércoles, 09 de octubre de 2024 01:04
FELICIDAD | MARÍA MERCEDES GALLINATE JUNTO A ALGUNAS DE SUS NIETAS.

La vida es plena experiencia para quien sabe aprovecharla como enseñanza que se le presenta a cada momento. Es por ello que, desde la "Perla del Ramal", María Mercedes Gallinate reveló detalles de una existencia bendecida con seres queridos que la acompañaron desde su nacimiento y por eso, para ella, el valor de la familia es tan importante. Desde que tuvo uso de razón, la contención en su hogar fue esencial. De San Pedro llegaron a la ciudad y en su destino estaba escrito que el barrio Mariano Moreno se establecería como nuevo hogar. Su infancia guardada como un tesoro, fue vivida entre casas pequeñas y calles de ripio que todavía evadían el asfalto. "Cuando era niña, todo era muy diferente. Tendría unos ocho años cuando nos vinimos para acá, era un ranchito y me acuerdo que pasaba el aguatero todavía", relató Gallinate sobre sus primeros tiempos en la capital, cuando veía a los animales al final de la calle Guatemala y jugaba con ellos, manteniendo la inocencia intacta como la tiene todo niño. "Había caballos, chivos y vacas; me gustaba verlos porque como todo chico, para mí era solo jugar", dijo con emoción la jujeña que tiene los mejores recuerdos de su infancia en la escuela 100 "Francisco de Argañaráz" donde cursó el nivel primario, realizando la primera comunión en la parroquia "Sagrado Corazón de Jesús".

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La vida es plena experiencia para quien sabe aprovecharla como enseñanza que se le presenta a cada momento. Es por ello que, desde la "Perla del Ramal", María Mercedes Gallinate reveló detalles de una existencia bendecida con seres queridos que la acompañaron desde su nacimiento y por eso, para ella, el valor de la familia es tan importante. Desde que tuvo uso de razón, la contención en su hogar fue esencial. De San Pedro llegaron a la ciudad y en su destino estaba escrito que el barrio Mariano Moreno se establecería como nuevo hogar. Su infancia guardada como un tesoro, fue vivida entre casas pequeñas y calles de ripio que todavía evadían el asfalto. "Cuando era niña, todo era muy diferente. Tendría unos ocho años cuando nos vinimos para acá, era un ranchito y me acuerdo que pasaba el aguatero todavía", relató Gallinate sobre sus primeros tiempos en la capital, cuando veía a los animales al final de la calle Guatemala y jugaba con ellos, manteniendo la inocencia intacta como la tiene todo niño. "Había caballos, chivos y vacas; me gustaba verlos porque como todo chico, para mí era solo jugar", dijo con emoción la jujeña que tiene los mejores recuerdos de su infancia en la escuela 100 "Francisco de Argañaráz" donde cursó el nivel primario, realizando la primera comunión en la parroquia "Sagrado Corazón de Jesús".

 

Enseñanza de vida. "Mis hijos son mis amores, los eduqué con amor y valores", dijo con orgullo María Mercedes Gallinate.

 

A la par, observaba con atención la manera de coser y de tejer de su mamá Cristina Espinosa, de quien logró sacar a la luz su habilidad con las manos. "Me gustaba verla cómo hacía los vestidos y le ayudaba en lo que podía. Ya a los 17 años estaba segura que quería ser costurera como ella", destacó. Manos a la obra comenzó a soñar en grande y a capacitarse para llegar a esa meta. "Fui a la escuela de costura y bordado a máquina que estaba en la calle Patricias Argentinas, usaba bastidor", describió.

Con el saber perfeccionado, las puertas del trabajo en este rubro, se fueron abriendo y las oportunidades, multiplicándose en tiendas de textiles. "Trabajé en La Hilandería Jujeña, ahí me daban costura para que haga las orillas de las frazadas.

Después fui a otra casa donde hacía ropa deportiva, éramos varias costureras", reveló Gallinate, que se especializó en prendas de uniformes y mamelucos. Como los años fueron pasando, el momento de formar su propia familia se hizo notar en el instinto maternal que se despertó con especial acento en el amor y en la paciencia. "Tengo cinco hijos y a ellos les digo que son mis amores, siento que los eduqué con amor y valores", expresó la jujeña que siempre inculcó respeto y unión familiar en sus retoños. Y una de las tradiciones que entre sus seres queridos supo compartir, fue la adoración al Niño Jesús a través del pesebre en el que estuvo desde que tenía tres años de edad. Es que para el tiempo de las fiestas, viajaba a La Quiaca junto a sus padres para visitar a los abuelos y ser partícipe de la adoración. "En 1978, el pesebre 'Los coyitas' llegó a San Salvador, mis abuelos y luego mi tía Amelia junto a mi mamá Cristina, lo coordinaron era una gran familia", expresó Gallinate sobre la experiencia de la que sigue siento parte, sobre todo, cuando avanza el año y a fin de ciclo el corazón le palpita con más fuerza. "Me acuerdo que cuando adoraba todo era respetuoso, los niños nos juntábamos para compartir. Después se siente como un llamado especial a seguir con la tradición", comentó "Mechita" como todos la conocen.

La educación y el respeto hacia las personas fueron siempre leyes a seguir al pie de la letra en su vida, porque siempre estuvo rodeada de mayores que le inculcaron la base de buenos valores como hija, sobrina y nieta. Hoy como madre y abuela los sigue manteniendo con cariño porque los considera fundamentales para rescatar a las nuevas generaciones.

"Veo que los jóvenes no respetan a sus padres y menos a las personas de la calle", expresó Gallinate, quien en la actualidad promueve esta conducta y la aplica con los niños adoradores que coordina en el pesebre. Desde la esencia de lo tradicional, ella sostiene que los niños y adolescentes deberían saber escuchar a los adultos, como así también darle valor a los detalles que prácticamente desaparecieron. "Antes había invitaciones para cumpleañitos y los invitados escribían cartas muy sentidas. Hoy es todo por celular", dijo. Es que la felicidad era más genuina en otra época, cuando las redes sociales no existían. "Valoro los lazos personales que se establecen así como lo viví con mis compañeros del secundario, que cursé a la noche y logré recibirme para superarme", reveló con orgullo "Mechita", feliz de tener una familia que la ama y la contiene siempre.

 

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