Con diecisiete años y una energía desbordante de querer vivir nuevas experiencias, la mente de Mariela González, fue despejando dudas ante la posibilidad de dirigirse hacia nuevos rumbos, encontrando en el intercambio cultural con West Virginia, Estados Unidos, un acto enriquecedor y de enseñanza para su vida.
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Con diecisiete años y una energía desbordante de querer vivir nuevas experiencias, la mente de Mariela González, fue despejando dudas ante la posibilidad de dirigirse hacia nuevos rumbos, encontrando en el intercambio cultural con West Virginia, Estados Unidos, un acto enriquecedor y de enseñanza para su vida.
Es que cuando esta exestudiante del Colegio 1 "Teodoro Sánchez de Bustamante" aceptó viajar a mediados de los años '90, llevó consigo todas las ganas de aprender y conocer, sin saber en ese momento que el encuentro con la tierra norteamericana, sería el primer contacto con el futuro lugar donde formaría su familia. Ante tan gratificante aventura, regresó a su tierra con el anhelo de seguir la formación como abogada en Córdoba, pero tres meses fueron suficientes para comprender que no se sentía cómoda con esta elección.
La idea de viajar no estuvo alejada de su cotidiano, ya que logró descubrir la belleza de los países limítrofes porque -reveló- le compraban útiles escolares en Yacuiba, Bolivia; y visitó Iquique, Chile; pero Estados Unidos era visto con un propósito distinto. Su meta fue irse para estudiar inglés y aclarar ideas, acción que cobró brillo innegable cuando aplicó para una beca de estudiante; entonces terminó de cerrar por todos lados que lo concreto era un destino fuera del país. "Estudiar en Estados Unidos no se hizo difícil, me fui cuando el dólar estaba uno a uno, así que me recibí con maestrías en Literatura inglesa, en Recursos Humanos y en Estudios Hispanos", comentó esta mujer que se perfeccionó en tres universidades de West Virginia, Kentucky y Alabama, este último, estado del que en la actualidad, es ciudadana.
Lo movilizador de su travesía fue la sorpresa en distintas etapas; una a una, de más aprendizaje que la otra desplegada como abanico de posibilidades que llenaron su vida como madre, esposa y maestra de casa. Es que en Estados Unidos, se les da un valor especial a las madres por su sacrificio en la formación educativa de los niños, de modo que existen programas para socializar y viajar permanentemente.
Hoy con 47 años y al ser madre de dos niñas, de once y de nueve años, las oportunidades se multiplican y las facilidades para viajar junto a su esposo, se presentan a diario. "Como estudié en distintas universidades, hoy tengo a personas queridas en casi todos los estados. Aquí hay muchos estudiantes internacionales así que en las universidades se forman comunidades, es como una gran familia y después te quedan los vínculos", comentó la docente que tiene buen dominio del inglés. En la preparación para la vida radicó su intención de seguir creciendo personal y profesionalmente. Y si esa formación venía con viajes incluidos, qué mejor.