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23 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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¿Cómo nacemos? La pregunta que sigue incomodando

Martes, 23 de septiembre de 2025 00:00

La forma en la que nacemos importa. Y no solo por cómo impacta en el cuerpo, en la salud física o en la recuperación posparto, sino porque ese primer momento deja huellas. Marca el inicio de los vínculos, del contacto, de la lactancia, de las memorias que acompañarán a esa madre, ese bebé y a toda la familia.

Según la Encuesta Nacional de Lactancia (Enalac, 2022), en Argentina el 47,9% de los nacimientos se produce por cesárea, mientras que el 52,1% corresponde a partos vaginales. Esta cifra está muy por encima del rango recomendado por la Organización Mundial de la Salud, que establece que solo entre un 10% y 15% de los partos deberían requerir esta intervención quirúrgica (OMS, 2015).

Este exceso no responde a una mayor incidencia de embarazos de riesgo, sino a una suma de factores estructurales: modelo médico centrado en la intervención, horarios institucionales rígidos, presiones legales y escasez de recursos para acompañar procesos fisiológicos más largos y complejos. En muchos casos, la cesárea se convierte en la respuesta por defecto ante un sistema que no logra sostener adecuadamente la atención del parto.

A esto se suma una profunda desigualdad de acceso a la información. Muchas personas gestantes desconocen sus derechos, no participan activamente en la toma de decisiones y atraviesan el trabajo de parto solas, en entornos que no respetan sus tiempos ni sus emociones.

La cesárea y la lactancia: un comienzo interrumpido

La cesárea puede interferir significativamente con el inicio de la lactancia. Cuando no hay contacto piel a piel inmediato, cuando el cuerpo está anestesiado o la madre atraviesa dolor físico y emocional, se dificultan los reflejos de succión en el bebé y la liberación de oxitocina en la madre, hormona clave para la eyección de la leche.

Según la Organización Mundial de la Salud, los bebés nacidos por cesárea tienen menos probabilidades de iniciar la lactancia en la primera hora de vida, lo cual impacta negativamente en la continuidad y duración de la lactancia exclusiva (OMS, 2018). Esto se relaciona directamente con un menor índice de lactancia exclusiva a los 6 meses, especialmente cuando no hay equipos de salud que garanticen condiciones de contacto y acompañamiento posteriores a la cirugía.

En un estudio publicado por The Lancet (Betrán et al., 2016), se indica que las cesáreas sin justificación médica afectan de manera directa el establecimiento de la lactancia y la salud de la díada mamá-bebé, sobre todo en contextos de escaso apoyo institucional.

Además, cuando la recuperación posoperatoria es dolorosa o no se acompaña adecuadamente, muchas madres experimentan frustración, ansiedad y sentimientos de desconexión con el inicio de la crianza, lo cual también puede condicionar negativamente la experiencia de lactancia.

¿Qué deberíamos estar discutiendo?

Hablar de cesáreas es hablar de derechos. De cuánto puede decidir una persona sobre su parto. De qué lugar ocupa la palabra de quien gesta en un sistema que muchas veces opera en automático. Pero también es hablar de recursos, de formación profesional, de inversión en salud perinatal.

La Ley Nacional 25.929 de Parto Respetado, vigente en Argentina desde 2004, reconoce el derecho de las personas gestantes a recibir un trato digno, a estar acompañadas durante el parto, a ser informadas y a participar activamente en las decisiones sobre su atención. Sin embargo, su cumplimiento efectivo dista mucho de ser una realidad uniforme en todos los centros de salud del país.

Garantizar un parto respetado no es solo permitir acompañamiento. Es dar tiempo. Escuchar. Evitar la intervención innecesaria. Dejar que el cuerpo haga lo que sabe hacer. Y cuando la intervención es necesaria, brindar contención y continuidad del cuidado.

El indicador está ahí. No como una cifra aislada, sino como un síntoma de algo más profundo: la tensión entre los cuerpos que paren y las instituciones que no siempre los escuchan.

Volver a preguntarnos cómo nacemos, es el primer paso para empezar a cambiar cómo acompañamos.

(*) Asociación Civil Argentina de Puericultura (Acadp).

 

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