Dentro de los grandes misterios de la vida cotidiana, tan enigmático como las pirámides de Egipto o las cabezas gigantes de la Isla de Pascua, se encuentra el inaudito caso de las medias perdidas.
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Dentro de los grandes misterios de la vida cotidiana, tan enigmático como las pirámides de Egipto o las cabezas gigantes de la Isla de Pascua, se encuentra el inaudito caso de las medias perdidas.
Medias, soquetes, calcetines, escarpines, de lana, de algodón, sintéticas, de deporte, de vestir, nuevas, viejas, con agujeros o sin. Hay un gran misterio que rodea a las medias que desaparecen para siempre.
Debo reconocer que el caso me obsesiona, al punto de dedicar varias horas del día a buscar en cada rincón del recorrido que hace la prenda, desde el dormitorio hasta el lavadero, su paso por el canasto de la ropa sucia, luego en el lavarropas, en el secarropa o en el tender. Lastimosamente, aún no he podido identificar dónde se encuentra ese agujero negro, la puerta que teletransporta al calcetín a algún mundo paralelo al que no tengo acceso. A veces he llegado a pensar que un miembro de la familia me juega un mal chiste, o quiere que me vuelva loca, pero, haciendo un poco de investigación entre amistades, vecinos y familiares, confirmo que el misterioso hecho se replica en casi todos los hogares. De solo pensar en que hay una conspiración para secuestrar una media de cada par, de cada casa de mi barrio, de la provincia o del país, se me pone la piel de gallina. ¿Quién estará atrás de esto?
La idea del enano maldito y burlón que toma vida mientras dormimos, o la existencia de una mano negra de origen espiritual, quedan descartadas debido a mis creencias religiosas, razón por la cual, insisto en buscar una explicación lógica al tema. Sostengo que tal vez el lavarropas funciona mal y traga medias, entonces llamo a un técnico y hago desarmar el aparato. Negativo, no están ahí. Tal vez en el secarropa. No, tampoco están. Es chico el departamento donde vivo, no hay tantos lugares para esconderse, o perderse. Pero no hay caso, ningún esfuerzo alcanza para dar con el paradero de las prendas desaparecidas.
Mientras tanto, en el transcurso de los meses, a veces años, la bolsa donde guardo las medias que esperan el feliz retorno de su par, sigue creciendo notoriamente. Me niego a deshacerme de ellas. Imagínense si las tirara a la basura y justo aparece la que faltaba... ¡Sería una tragedia!
Una noche se me ocurrió lavar varios pares juntos. Los metí en el lavarropas, y constaté que estuvieran todos cuando terminó el lavado. Luego los metí en el secarropa. También estaban todos cuando los saqué, secos y perfumados. Ese día, no se perdió ninguna. Me puse super contenta y pensé que había exorcizado al tema, pero a fines de esa misma semana, lamentábamos la desaparición de un soquete rosado de mi hija, y una media de tenis de mi marido. Me puse como loca, y empecé a revisar cajones, debajo de las camas, atrás del lavarropas, y en cuanto cacharro tengo en mi casa. No aparecieron, así que, al final del día, las pobres y solitarias compañeras fueron a parar a la bolsa donde otras decenas de sobrevivientes esperan, sin fe, el regreso de sus pares misteriosas.