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12 de Agosto,  Jujuy, Argentina
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Todo pasa por algo

Martes, 25 de febrero de 2025 10:48

El día que me echaron de la oficina por reducción de personal, porque la empresa no había vendido lo suficiente, porque los impuestos a las pequeñas empresas los estaban ahogando, porque el presupuesto para secretarias se había reducido, y por lo que sea que me explicaron mis jefes, ese mismísimo día pensé que toda mi vida se derrumbaba, que se acababa el mundo, que me asfixiaba.

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El día que me echaron de la oficina por reducción de personal, porque la empresa no había vendido lo suficiente, porque los impuestos a las pequeñas empresas los estaban ahogando, porque el presupuesto para secretarias se había reducido, y por lo que sea que me explicaron mis jefes, ese mismísimo día pensé que toda mi vida se derrumbaba, que se acababa el mundo, que me asfixiaba.

Llegué a mi casa, me encerré tres días a llorar y, cuando mis ojos estuvieron a punto de explotar de hinchazón, me levanté, abrí las ventanas y limpié mi departamento hasta dejarlo pulcrísimo. Luego, prendí un palo santo y me puse a hacer cartelitos a mano para repartir en el barrio privado al frente de mi edificio.

Escribí: Si necesita niñera me ofrezco a cuidar a sus hijos preferentemente durante la tarde/noche. Tengo 24 años, soy estudiante de medicina.Tengo referencias. Tel. 2233427589

Fotocopié cincuenta cartelitos y crucé la calle a suplicar al guardia para que me dejara entrar a repartirlos, y hasta le prometí una torta de chocolate como retribución. Finalmente aceptó.

Empecé mi ronda por donde me habían indicado. Los caserones me tenían obnubilada, uno más lindo y más grande que el otro, con un gusto refinado que no había visto más que en revistas. Los jardines eran exquisitos, llenos de flores y plantas en armonía de colores, parejos y mantenidos a la perfección. No había nada librado al azar, en aquella perfecta decoración de jardines, con cercos de madera barnizada, campanas de cobre y fuentes de agua. Por andar mirando como tonta, unos riegos automáticos casi me dejan empapada, y un perro me pegó un susto bárbaro que me dejó al borde del infarto.

Cuando finalmente me quedaba la última tarjeta por entregar, toqué la puerta de una casa simple y cuadrada que rompía con el estilo de todas las demás, sin jardín al frente, sin decoración, ni un solo cantero, ni un árbol, ni una flor. Me pareció rarísimo. Toqué con fuerza la puerta varias veces. Después de un largo rato, escuché unos pasos que se acercaban presurosos y, al segundo, se descubrieron ante mí un par de hermosos ojos azules que me miraban con sorpresa, el torso desnudo, dorado, y el pelo corto empapado. Ese ser mágico me miraba y hablaba, pero yo no podía articular palabra. Mis ojos, desvergonzados, recorrían a ese dios del olimpo de pies a cabeza, que solo cubría con una toalla chica sus partes privadas.

Con inusitada desfachatez e inmunidad, le alabé los ojazos divinos. Luego le expliqué que andaba dejando el papelito para cuidar chicos. El me escuchó, sonriendo. Luego me explicó que no tenía hijos, pero que se guardaba el papelito para llamarme un día e invitarme un café.

Dije “sí, claro” y salí corriendo hacia el portón de salida del barrio. Tal vez volé o floté, no lo recuerdo bien. Así fue como conocí a mi esposo, hace unos tres años, el amor de mi vida, y el hombre más hermoso del mundo.

¿Ven? Todo pasa por algo…

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