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La canción criolla, ¿patria en su estado puro?

Viernes, 26 de diciembre de 2025 00:00
CANCIÓN CRIOLLA | PODRÍA SER UN VIRTUOSO FACTOR DE UNIDAD.

En primera instancia podría aparecer como presuntuoso, dar a la canción criolla una identidad a la altura de los símbolos que nos identifican como argentinos: la Bandera, el Escudo la Escarapela y por supuesto, nuestros máximos héroes, Manuel Belgrano y José de San Martín.

Tal vez sea así y la pregunta llega a manera de cuestionamiento: Estos y otros pocos símbolos, ¿han logrado unir a los argentinos?

El fútbol, esa pasión colectiva puesta de manifiesto cada vez que nuestro seleccionado nacional consigue un logro internacional ¿ha logrado unir a los argentinos? Seamos honestos, si hay un factor que ha tergiversado el sentido de las fechas patrias es el tan esperado feriado puente. La gente que puede, los ansía como a un maná del cielo para echarse un viaje y el turismo empresario en sus diversas facetas mientras tanto, hace cuentas previas estimando cuanto quedará -pasada la marabunta- en sus respectivas arcas. Mientras el ciudadano que no puede por razones diversas y siendo la económica la más connotada, se consuela con un descanso reparador, asado mediante y este, de características cada vez más espartanas. Así, el recordatorio sincero y colectivo por tan augusta fecha, queda circunscripto a una crónica periodística y a un acto oficial que -seamos sinceros- no congrega ni por lejos, a las mayorías.

El fútbol, más allá de los festejos triunfales post campeonatos mundiales, léase obeliscos y/o plazas municipales, ya al otro día podría aseverarse que una ineludible rutina nos envuelve pletórica de: rivalidades políticas, escándalos de corrupción cotidianos y hasta un incierto futuro, debido a la rémora de una deuda externa que nos tira para abajo.

Además, factores de parecida calaña coadyuvan para que los argentinos encontremos en los teléfonos celulares un espacio individual que nos aleja del contacto con el semejante. Espacio este, que llega a obrar como una venda en los ojos ante una realidad la cual, está lejos de contenernos bajo el manto protector de una bandera y/o la conquista de un campeonato mundial.

Ahora bien, finalizada la lectura de "Le Dedico mi Silencio", último libro publicado en vida por el escritor peruano Mario Vargas Llosa, siendo el mismo, un puente entre la ficción y el ensayo, advertimos que en él, se narra la historia de un hombre obsesionado con escribir la crónica de un país, Perú, al cual, uniría la música criolla. Así, el autor nos lleva a reflexionar sobre precisamente, la legendaria desunión de los heterogéneos habitantes del país hermano: el blanco europeo, el negro, el mestizo y el indígena cada uno dentro de su condición y contexto. Así es como el autor, en su propuesta literaria sostiene que el "Cholo", ese modelo de peruano ya desde los tiempos de la colonia, se lo encuentra ocupando los últimos estamentos de la sociedad por raza y situación socio económica. Este, puesto en el siglo XXI bien podría mejor dicho debería ser, un símbolo de genuina e inconfundible identidad y a su vez, continente de una renovada y virtuosa peruanidad.

Y si miráramos países vecinos de Perú: Brasil por ejemplo, allí está el "caboclo", junto al portugués, el negro y el indígena, todos ellos constituyendo una mixtura de razas y sub razas a duras penas contenidas por lazos parecidos a los de nosotros, los argentinos. Ellos con una bandera, tres campeonatos mundiales de fútbol más, un carnaval. . . Y así como Vargas Llosa desde su "Le Dedico mi Silencio" sostiene que son los huainos, las polcas, las zamacuecas y las marineras genuinos exponentes de la música del Perú. Aunque luego, opina que la verdadera prenda de unión es a todas luces el vals peruano y a su mayor exponente, Chabuca Granda. Ella sin duda alguna y aunque perteneciente a una clase alta en su país, a través de sus composiciones musicales y teniendo al vals como emblema en sus letras, no dudó en reflejar la vida del negro y el mestizo teniendo a su vez como factor aglutinante de tal diversidad racial, al ya mencionado, "cholo".

Y si miramos a Brasil desde su pluralidad de razas y culturas, tal vez el ya mencionado "caboclo" es el exponente para un país que en épocas del coloniaje portugués, hizo del esclavizado traído de sus colonias en África, mano de obra gratis y en condiciones sub humanas para enriquecimiento de sus "fazendas".

La música a través de la samba, el cual es, por lo que dura el carnaval de febrero, factor preponderante si quisiéramos ubicar a este como una prenda de unidad. Unión esta y por lo que resta del año, se sostiene a duras penas visto los recientes acontecimientos de extrema violencia en las favelas de Río de Janeiro.

Y finalmente llegamos a lo que en Argentina, Juan Domingo Perón bautizara como "cabecitas negras", a los inmigrantes llegados del interior y prestos a ocupar humildes puestos en los organigramas del cinturón industrial del cono urbano bonaerense. Entiéndase, dicha identificación como un apodo ciertamente condescendiente hacia el criollo, arrimado a la capital. En este punto debo decir que existe un antecedente para este, según de cual lado se lo mire, vilipendiado término y es el tango grabado por Carlos Gardel, con letra de Atilio Supparo y música de Agustín Bardi aunque aquí, hace mención al pájaro que habita geografías diversas de nuestro país. Y ahora, las preguntas caen por si solas: ¿los argentinos que?, ¿podemos presumir de una patria unida? Y ésta fatalmente queda en el aire, sin hallar un suelo firme que la contenga.

Así, la otrora denominación de "cabecita negra" cuyo significado a partir del derrocamiento de Perón en 1955 pasó a tener connotaciones peyorativas por una parte de la sociedad argentina a todas luces contraria a las ideas del peronismo. También y ahora como otra metáfora y ciertamente, una desacreditación hacia todo producto manufacturado y saliente de una incipiente industria argentina, la vituperada "flor de ceibo". Ahora bien, aquel "cabecita negra" no venía solo, además de sus ansias de progreso, traía a su familia, sus costumbres y fundamentalmente su música. Eran las chacareras, las zambas, los chamamés, los bailecitos y otras especies de tierra adentro, las formas musicales predominantes que hallaron su razón de existir en las peñas folclóricas, patios criollos, sociedades de fomento y vecinales, clubes, etc., y más lugares de reunión, se constituyeron en verdaderos exponentes de otra Argentina, la que solemos denominar del interior profundo y trasplantada en gran número al cono urbano bonaerense. Una Argentina quizás sin saberlo en profundidad, con una embrionaria idea de patria y diciendo presente a una mega ciudad cosmopolita a todas luces, europeizante.

Dicho esto, ¿podrán nuestra música criolla y el tango comenzar a cambiar un tradicional y nefasto estado de cosas?, ¿sumidos como estamos en un contexto socio económico actual y francamente poco propicio para llamarnos, unidos? Para en cierta forma responder a esta pregunta habría que remitirse a la lectura de los dos últimos capítulos de "Le Dedico mi Silencio".

Al respecto debo decir que, en ambos, toda la enjundia y convicción de Toño Azpilcueta, su personaje central de este libro mitad novela y mitad ensayo finalmente, se ven frustrados. Una realidad de país que no se compadece con una simbólica y acérrima defensa del vals peruano junto al "cholo" como puntales, no alcanza para acabar con el tradicional desencuentro de sus paisanos. Y en nosotros los argentinos nuevamente: ¿Qué? Me arriesgo a conjeturar que ya, desde los albores de nuestra conquista y colonización la inmigración predominantemente española vio en estas tierras, una oportunidad única para acabar con su pobreza de origen. "Hacer la América" y regresar triunfante a su aldea de Europa, era el desvelo en gran parte de los mismos. Los adelantados y encomenderos a su vez, fueron dos instituciones instauradas por la corona real y generadores de abusos contra la población nativa a la que consideraron, sub humanos. Ambos factores a su vez, caldo de cultivo para una futura y creciente grieta social. De modo que, a la cohesión de un país, imprescindible y necesaria para el progreso en todos sus estamentos se opuso marcadas diferencias de raza y de oportunidades socio económicas.

Al respecto, ¿podría ser la presencia y aceptación de la canción criolla en sus distintas formas musicales, un virtuoso factor de unidad entre los argentinos?

Para que el tango dejara de ser una orillera manifestación artístico musical y pasara a hacer lo suyo en los salones porteños, antes debió triunfar en París. Factor este que por sí solo, ya nos habla de un importante déficit de auto estima, en cuanto a nuestras potencialidades humanas. Dicho esto y a modo de corolario, refiriéndose a la unidad familiar y extensivo a toda una sociedad, ya nos lo advierte nuestro Martín Fierro: ". . . Si entre ellos se pelean / los devoran los de afuera".

 

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