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Cuando Jujuy se fue de Salta

Lunes, 17 de noviembre de 2025 22:07

A partir del 18 de noviembre de 1834, las desavenencias y competencias entre nuestra hermana Salta y nuestra Jujuy, han sido más deportivas y jurídicas que políticas y militares. Por el contrario, las uniones son frecuentes y conforman un gran abanico cultural de los campos de la literatura, pintura, escultura, artesanía y música. Hay desencuentros que son propios y atañen muchas veces al campo del turismo, cuando Salta debe mostrar a su hermosa Iruya, en un lugar muy escondido entre los cerros jujeños, y por lo tanto pasar por la Quebrada Jujeña y ver las bellezas de Purmamarca, Maimará, Tilcara, Huacalera, Uquía y Humahuaca; y por supuesto, que las agencias de turismos no van a perder de mostrar estos espacios turísticos, que son joyas naturales del norte de nuestra provincia de Jujuy.

Dije que a partir del 18 de noviembre Jujuy proclamó su Independencia política de Salta, porque antes del grito de mayo de 1810 y tal cual muestran los estudios de nuestro pasado histórico: hacia fines del siglo XVIII, las autoridades políticas y militares residían en Salta, pero las Cajas reales funcionaban en Jujuy, por lo que Salta intentó el traslado de las mismas y con oposición de las autoridades de Jujuy. Sometido el pleito al virrey del Perú falló favorable a los jujeños, por considerar el virrey Amat y Junyent que nuestra ciudad se encontraba geográficamente mejor situada sobre la ruta principal al Perú y el traslado de las Cajas Reales causarían un mayor perjuicio a Jujuy.

Ya en época de la Revolución de mayo de 1810, se produjo en Orán un levantamiento indígena y las autoridades del Cabildo de Jujuy, en enero de 1811, por considerar de un peligro para la región, se dirigieron a la Junta de BsAs y ordenó movimientos de tropas para repeler el levantamiento. Desde Salta consideraron que las medidas de los jujeños eran inconducentes, ante su autoridad avasallada, por lo que procedieron a cesantear a varios cabildantes elegidos por el pueblo de Jujuy y reemplazarlos por otros. Inmediatamente se llamó a Cabildo Abierto y el alcalde de Primer Voto Manuel F. de Espinosa, condenó la injerencia salteña y remitió un comunicado a la Junta de mayo y se eligió delegado a Julián Zégada para informar lo acaecido y pedir el consiguiente resarcimiento ante autoridades de Buenos Aires. Llegado a la ciudad puerto, Delgado se puso en contacto con el canónigo Juan Ignacio de Gorriti, ya incorporado como diputado por Jujuy a la llamada Junta Grande y quien se hizo cargo de la presentación de un documento, considerado como origen de federalismo argentino. La presentación de Gorriti expone la situación de la provincia, su larga lucha para el logro de su independencia de la provincia de Salta y reclamaba: “el cumplimiento de sus solemnes promesas de establecer la absoluta igualdad de derechos en todos los pueblos y que conforme a ellas se borre la dependencia de los pueblos, de las que se han llamado capitales: que cada ciudad se gobierne por sí sola, con la dependencia al Gobierno Supremo...”

Dice Miguel Ángel Pereira en “La emancipación Política de Jujuy” (Frag): “Estaban todos: civiles, militares, sacerdotes, magistrados, vecindario; el pueblo de Jujuy. Nadie faltaba... Era noviembre, en la mañana, 18 de noviembre de 1834, casi verano, pero el alba tenía un duro frescor de agua helada a esa hora en que el día era sólo un pensamiento rosa trepando el lomo del Zapla. Cuando llegó Fascio, (teniente Gobernador de Jujuy) la reunión era ya una multitudinaria asamblea popular, un redivivo Cabildo Abierto.

Jujuy y su jefe estaban allí, en el edificio consistorial para tratar su problema más grave, su cuestión decisiva, su antiguo anhelo de siempre: la autonomía política, la emancipación de Salta... La autonomía política de Jujuy era pues un ideal mayúsculo y noble; una intención de altas y amplias perspectivas; una razón con fines trascendentes y una empresa colectiva con pautas de futuro y de grandeza, lejos muy lejos de toda idea circunstancial o interesada...”.

Por ello pues, cuando solemnemente el coronel Fascio preguntó a la Asamblea: “¿Juráis libre y espontáneamente a Dios nuestro Señor, por esta señal de la Cruz, de sostener y defender con vuestra fortuna y vuestras vidas la independencia política de esta ciudad, su territorio y campaña y su separación de la capital de Salta?, el ‘Sí, juramos’ rotundo, indubitable determinó la gloriosa incorporación de Jujuy al concierto de las soberanías provinciales, ganada con su propio esfuerzo y sacrificio”.

A este juramento del 18 de noviembre de 1834 del Pueblo de Jujuy, nos cabe una reflexión actual, a 191 años de su pasado acontecer, que también esta generación del siglo XXI reitera ese antiguo juramento, lo respalda incondicionalmente, porque es un puro acto de federalismo, que cada jurisdicción de nuestro vasto país debe mantener y cuidar su autonomía, porque es un determinativo de su identidad política más original, patrimonio de su cultura de riqueza espiritual y material y que no puede ser transferible por ninguna razón, en reconocimiento a los juramentados de 1834 y a la larga historia de nuestro terruño que tiene sus inicios hace miles de años, con el poblamiento mismo de nuestra América toda.

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