Si bien la muerte (Kubler-Ros concibe a "La muerte como un pasaje hacia otra forma de vida") nunca deja de ser un misterio, se estudia (tanatología) su naturaleza desde épocas prerrománicas, aunque debemos reconocer que celosa guarda bajo siete llaves sus secretos.
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Si bien la muerte (Kubler-Ros concibe a "La muerte como un pasaje hacia otra forma de vida") nunca deja de ser un misterio, se estudia (tanatología) su naturaleza desde épocas prerrománicas, aunque debemos reconocer que celosa guarda bajo siete llaves sus secretos.
En este paso "dos" de sus tres integrantes, la materia y psicosociabilidad desaparecen después del último suspiro. La vida para esa persona en el planeta tierra terminó.
Aunque subsista el clamor íDónde está, muerte, tu victoria! (Co 15:55-57), lo real es que íno existe más! Sin embargo, algo mágico perdura en lo recóndito de todo humano muy lejos de cualquier final (Jn.8, 12-13 y 51-52). Me refiero a lo espiritual o alma; el "tercer" componente. Su presencia, liberada por la muerte del cuerpo y de la mente comienza una nueva y definitiva etapa, íla eternidad! Ámbito donde tiempo y lugar ceden su paso al infinito e intemporal. Mientras aquí en la tierra el silencio, el frío y la soledad ocupan todo cuanto quedó de aquel ser humano. Sin detener por ninguna causa su empeño hasta lograr su completa disolución orgánica. El mundo no cuenta en adelante con su presencia física. íSolo será recuerdo!
No obstante, ese final no es más que el punto de partida de una vida nueva, diferente. Donde se prescinde de la voz (o más bien la voz carece de la sonoridad material de lo mundano), de las manos o pies, de proyectos, del carácter, de los ojos, de las obligaciones legales y naturales a cualquier comportamiento. Todo lo psicosocial y material se borra en el momento mismo de la muerte cerebral.
Sin mochilas que pesan e impiden moverse libremente, la vida es otra cosa, nada de ello será necesario en esta nueva y definitiva etapa.
La "percepción" y el "amor" pasan a ser los únicos conocimientos que compendian lo imprescindible de la existencia eterna.
Obrarán como luz que se autoperciben sin límites ni fronteras y logran detectar con facilidad sus amores en un mundo amigable pero desconocido. Donde el amor y la libertad invitan a transitarlo sumergido en un nimbo, en un descanso.
De aquí en adelante será el refugio que nunca incomoda ni abandona, que reconforta y alegra en ese inmenso paraíso (Serán como ángeles del cielo. Mc. 12,17). Los ojos no son necesarios al "percibir" en forma directa la presencia de seres amados que alborozan la totalidad. Nunca llegará aproximar su existencia, pero el estar ahí reconforta y se siente acompañado. Una imperceptible brisa alienta y envuelve en impecable armonía.
Todo es perfecto y aunque no hay aromas de por medio, un desconocido hálito de apacible concierto envuelve y cobija. Está solo, sin embargo percibe lejanas cercanías que susurran su nombre y denuncian inmensidades nunca antes imaginadas de paz, amor y la tan ansiada felicidad.
Allí, en ese templado mundo de imperecedera existencia viven desde hace miles de siglos sus antepasados. No puede verlos, sin embargo reconoce y advierte sus costumbres y maneras. La ternura que esparcen sus generosas presencias y sobre todo, el enorme número de sus integrantes que lo suman en el silencio solemne de un amor profundo y eterno.
No es un lugar para estar triste, viejas y nuevas generaciones se suman gustosas al encuentro familiar. Ninguno depende del tiempo ni del espacio. Aquí descubren que todo eso no existe; o mejor dicho son todo y nada a la vez. Quizá porque esperan sin cambios ni protagonismo, nadie piensa en ellos. Solo "están" como muertos verdaderos. El único protagonista es quién llegó o ya habitaba en la eternidad de un reino para elegidos. No se escuchan gritos, ni nada que perturbe la paz o distraiga de valores inmortales. Es la vida en toda su enorme dimensión premiando el agobio de los padeceres de la vida terrenal.
Las preocupaciones, dolores o lágrimas desaparecen, no se conocen o no habitan este bendito cielo. Los recuerdos automáticamente se borran, solo se vive en una constante amalgama de primaveral percepción.
La verdadera paz, justicia, libertad y felicidad finalmente están para nunca más abandonar. Con cada humano que llega a la inmensidad del cielo, nace una nueva estrella que titila y brilla plena de vida en el firmamento. Es que un nuevo "ser" logró el lugar de los elegidos donde por siempre reina la paz y la felicidad.
Finalmente y para reafirmar este texto que no es más que una idea, es de destacar aquel refrán australiano que reza: "Todos estamos de visita en este momento y lugar, somos ciudadanos del cielo de paso por el planeta tierra. Hemos venido a observar, aprender, crecer, amar, y volver a casa".