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¿Vida o tiranías? ¿Cómo se apaga la voz de la alegría?

Martes, 23 de septiembre de 2025 23:18

¿En qué momento dejamos de escucharnos a nosotros mismos? ¿Por qué, aun teniendo motivos para sonreír, sentimos que pesa más lo que falta que lo que tenemos? ¿Quién dicta realmente las voces internas que nos exigen, acallan y a veces nos sofocan? Estas preguntas son más que un punto de partida: son un espejo que nos muestra cómo, muchas veces, nuestra vida se organiza alrededor de tiranías invisibles que nos alejan del gozo y la autenticidad.

La programación temprana: una línea del tiempo. El médico húngaro-canadiense Gabor Maté (1944), estudioso del trauma y el desarrollo humano, describe cómo en la infancia los niños aprenden a suprimir su autenticidad -sus emociones, deseos y necesidades reales- para sobrevivir emocionalmente en ambientes que no validan ciertas expresiones. Esa adaptación, necesaria en el momento, deja huellas profundas en la salud mental y física en la vida adulta (Maté, 2022).

Infancia temprana (0 - 5 años): en esta etapa, el niño internaliza que el amor puede depender de callar lo que siente. Si llora, alguien puede decirle "no es para tanto"; si muestra enojo, recibe rechazo. Así, aprende que mostrar lo que vive puede costarle la mirada amorosa de quienes más necesita.

Pregúntate: ¿Qué cosas aprendiste de pequeño que era "mejor no mostrar"?

Edad escolar: el aprendizaje se traslada a la escuela. Allí descubre que la aceptación social se compra reprimiendo su espontaneidad. Si canta o baila fuera de turno, recibe burlas; si se equivoca, es etiquetado como "torpe". Poco a poco se convence de que es más seguro adaptarse al molde que destacar por autenticidad.

Pregúntate: ¿Recordás momentos en la escuela donde elegiste callar para no exponerte?

Adolescencia: llega el mandato cultural de pertenecer. El grupo de pares define lo aceptable y lo rechazado. Ser distinto puede significar quedar excluido. Así, el adolescente empieza a ocultar gustos, sueños o formas de ser para encajar en roles.

Pregúntate: ¿Qué partes de vos quedaron ocultas para ser aceptado en algún grupo?

Adultez: muchas personas, sin darse cuenta, ya viven con un guión interior escrito en la infancia y reforzado en la adolescencia. Ese guión las lleva a sacrificar su alegría en favor de exigencias internas que ni siquiera entienden. Corren detrás de logros, de perfección o de reconocimiento externo, sin advertir que el costo es su vitalidad.

Pregúntate: ¿Qué exigencias seguís cumpliendo hoy que tal vez no elegiste conscientemente?

Como señala Maté, "sacrificamos nuestra capacidad de jugar, de disfrutar, de vivir con alegría" para cumplir con demandas inconscientes de validación externa (Maté, 2022).

Trauma y cuerpo: lo que queda atrapado. El trauma, como explica Peter Levine (1997), no es lo que nos ocurre, sino lo que queda encerrado en el cuerpo cuando no podemos responder ni huir. Este material no procesado se manifiesta en bloqueos emocionales y en síntomas físicos. Eduardo Cazabat (2015), en su abordaje psicocorporal, resalta que la represión sistemática de la espontaneidad corporal termina alejándonos de la fuente de vitalidad y placer.

La trampa del dolor y el sesgo cerebral. Desde las neurociencias sabemos que el cerebro humano tiende a retener más las experiencias negativas que las positivas. Este fenómeno, conocido como negativitybias, se debe a que las estructuras cerebrales (como la amígdala) priorizan la detección del peligro para asegurar la supervivencia (Baumeister et al., 2001). Por eso recordamos más la crítica que el elogio, y nos cuesta sostener la alegría frente a la queja. En sociedades occidentales, además, se exalta la "virtud del sufrimiento": desde herencias religiosas hasta relatos culturales donde el dolor purifica o eleva. Esa mirada convierte la queja y la victimización en un modo de pertenecer y legitimar la propia existencia.

Cultura de la queja: tiranías invisibles. Si pensamos en los contextos cotidianos, ¿qué circula con más frecuencia? La queja.

Quejas del otro, de lo que hace o no hace, de lo que debería ser o dejar de ser. Personas atrapadas en narrativas de dolor, señalando con el dedo, como si nombrar defectos fuese suficiente para validarse.

Lo que sucede es que estas "tiranías invisibles" del deber ser y de la cultura del miedo nos mantienen lejos de la autenticidad y de la alegría vital.

¿Cómo volver a encender la voz de la alegría? Conectar con la autenticidad requiere tres pasos:

Observar y desprogramar. Reconocer las voces internas que no nos pertenecen. Nombrar la programación cultural que nos exige y no nos deja ser.

Volver al cuerpo. Como dicen Levine y Cazabat, sentir el cuerpo es reabrir el canal hacia la vitalidad. Respirar, moverse, permitir que la energía atrapada se libere.

Elegir el placer creador. Joe Dispenza (2019) enseña que estamos diseñados neurobiológicamente para el placer y la expansión. No se trata de la manía o la euforia pasajera, sino de la plenitud profunda que se siente cuando el cerebro y el corazón se sincronizan en alta vibración. Desde allí podemos crear realidades nuevas.

Tips prácticos para reconectar con la alegría. Bailar sin motivo, mover el cuerpo libremente, dejar que la música despierte energía. Agradecer cada día tres cosas concretas. El agradecimiento reprograma el sesgo hacia lo negativo y abre espacio a la plenitud. Acariciarnos y acariciar. El contacto físico libera oxitocina, hormona del vínculo y la calma. Una caricia consciente es un acto de autorregulación emocional.

Reír con otros. Buscar espacios de juego o humor compartido. La risa fortalece vínculos y activa circuitos cerebrales de recompensa. Respirar y habitar el cuerpo. Una pausa de respiración profunda nos recuerda que el presente está disponible aquí y ahora.

Crear desde el placer. Cocinar, escribir, pintar, cantar. . . cualquier acción donde la mente y el corazón se unan en disfrute es un camino hacia la plenitud.

Encender la voz de la alegría no es un lujo, es una necesidad vital. Significa estar presentes en lo que nos toca vivir y elegir, con libertad, crear desde el placer y la autenticidad.

P/D Gracias Judith Arraya por compartirme el artículo de Maté y ser parte de lo que nutre mi alma.

(*) Licenciada en Psicología; coach ontológico profesional; magister en Salud Pública con mención en Atención primaria de la salud; especialista en Salud Pública; facilitadora en procesos de comunicación, resolución de conflictos, expansión de la conciencia, liderazgo; coordinación de grupos y conciencia de redes; y facilitadora en entrenamientos a líderes en gestiones de oratoria y comunicación.

 

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