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La cultura del trabajo es vitalidad para sus ochenta y un años

Marcela Choque trabajó la tierra, fue enfermera, vendió empanadas y hoy atiende una regalería.
Miércoles, 15 de mayo de 2024 01:02
MARCELA CHOQUE | FELIZ ADMIRA EL PROGRESO Y SIEMPRE BUSCA CRECER.

Cuando la cultura del trabajo hace huella en la vida de una persona, se nota desde su actitud ante la vida y más cuando la perseverancia y el optimismo logran sobresalir para destacar.

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Cuando la cultura del trabajo hace huella en la vida de una persona, se nota desde su actitud ante la vida y más cuando la perseverancia y el optimismo logran sobresalir para destacar.

Nacida en el departamento El Carmen, Marcela Choque aprendió a amar la tierra a través de la labor que ejecutaba su papá Julián Choque, como medianero del tabaco.

Fue gracias a la cosecha de la papa, de la arveja y del maíz que completaba sus días de infancia ya que encontraba en el labrado de la tierra un oficio digno que realizaba a la par de su formación educativa. "Mi niñez fue hermosa, lo acompañaba a mi papá a las 7.30 y al mediodía, después de comer, me iba a la Escuela 37 donde hice mi primaria hasta cuarto grado", expresó Marcela Choque sobre sus primeros años de vida en una finca de Monterrico.

Desde pequeña supo de esfuerzos y de hacerse camino al andar. Es que le tocaba recorrer dos kilómetros para llegar a la escuela, atravesando cañaverales, hasta el almacén "El Escondido".

RODEADA DE AMOR | JUNTO A SUS HIJOS, NIETOS Y BISNIETA

"Me acuerdo que con una vecina salíamos a la escuela y nos acompañábamos. Pasábamos por un canal con mucha agua, cuando estaba crecido, nos agarrábamos de la mano para que no nos lleve", dijo la jujeña.

Ya en su adolescencia, le interesó aprender sobre el armado de prendas a mano y supo de una maestra de corte y confección que llegaba a su tierra para enseñar. Así, a los trece años aprendió a hacer prendas de vestir a mano en "La ciudad tabacalera". "Me confeccioné un vestido blanco, era mi orgullo", comentó quien también fue ayudante de cocina y personal de limpieza en un restaurante de avenida San Martín.

Durante tres años, Marcela comprendió cómo es ganarse la vida, yendo a hacer los mandados, saliendo a comprar al mercado y lavando los platos. Fue aprendiendo de los quehaceres junto con las recetas de cocina.

Luego por los años 60, encontró su lugar como personal de limpieza en otra institución. "Trabajé por veinte años en el hospital de Santo Domingo, vivíamos en una finca y me tomaron como mucama", comentó Choque que comenzó lavando sábanas, fundas y repasadores, todos elementos del nosocomio.

AMANTE DE SUS PLANTAS Y FLORES

Un año después decidió venir a la capital jujeña junto a sus padres, a la casa de su hermano. Y en Alberdi encontró su hogar, donde armó su espacio y pidió el traslado laboral al hospital "San Roque".

"Trabajé por diez días como reemplazo, luego como ayudante de cocina y mucama. Como ayudante lavaba la verdura, la cortaba y organizaba el servicio. Había cocineras, yo me dedicaba a hacer lo que me decían y me llevaba bien con la gente", expresó Choque quien, con el pasar de los años, se especializó en enfermería.

Y aprendió cada vez más, desempeñándose en dos turnos y haciendo guardias. "En el 'San Roque' estuve mucho tiempo y después me trasladaron al 'Soria', que antes era policlínico donde seguí trabajando hasta mi retiro", comentó la enfermera que hasta el año 1991 se desempeñó con gran dedicación.

Después de jubilarse se animó a iniciarse en el comercio. Habilitó un kiosquito delante de su casa y con la ayuda de un préstamo compró mercadería. "Fue lindo porque me gustó atender y que la gente me visite, tenía de todo un poco", reveló Choque. No obstante, después atravesaría un momento complicado donde le robaron todo.

CELEBRACIÓN | REGALA SU SONRISA EN TODO MOMENTO.

"Un día entraron y me sacaron estantes, mercadería y la balanza, todo lo que había comprado con sacrificio. Fue triste porque no sabía cómo sobreponerme", comentó la vendedora que de inmediato dio de baja su local y siguió adelante.

No podía dejarse vencer, así que empezó a preparar empanadas de carne, de pollo y de queso. Y todos los días a las 6 de la mañana se despertaba para elaborar su alimento y salir a vender con sus conservadoras.

"Me dije: 'Voy a seguir trabajando como sea' y comencé a vender en la feria de Malvinas. Me hice de clientes y fue bueno", explicó la emprendedora que se animó después a alquilar un local dentro de una galería y donde hoy disfruta de vender regalería, bijouterie y objetos decorativos para el hogar. "Ahora tengo desde encendedores, vasos, perfumes y voy renovando cada vez que puedo. Me las rebusco mucho", aseguró "Chelita" Choque, para quien no hay, no existe la posibilidad de un tiempo malo, sino de tomar la situación que sea que se le presente, con el mejor humor.

Es que su actitud ante la vida es optimista y con sus ochenta y un años, sigue siendo activa y presta a la alegría de compartir la vida con sus hijos, nietos, bisnietos y tataranieto. "Me encanta ser tatarabuela y ver crecer la familia. Me cuidan y me dan su amor, todos. Para mis cumpleaños nos juntamos y en el último, hasta mariachis llevaron. Eso me puso tan contenta y me sorprendió porque fue inesperado. No podía contener la emoción", comentó Choque que regresó a sus hospitales donde dejó gran parte de su historia de vida, para admirarlos porque se cree testigo privilegiada del avance que tuvieron a través de los años.

 

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