Con profunda devoción, la feligresía sampedreña participó en hora de la noche, de la misa del Jueves Santo, una de las celebraciones especiales dentro del Triduo Pascual dado el significado que se centraliza en el gesto de Jesús de lavar los pies a sus discípulos durante la Última Cena.
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Con profunda devoción, la feligresía sampedreña participó en hora de la noche, de la misa del Jueves Santo, una de las celebraciones especiales dentro del Triduo Pascual dado el significado que se centraliza en el gesto de Jesús de lavar los pies a sus discípulos durante la Última Cena.
En este año en que la Parroquia San Pedro de Río Negro celebra su año Jubilar por el 250° aniversario de existencia en la historia de fe del pueblo, ésta y todas las celebraciones cobran un singular matiz. Y para reeditar los acontecimientos bíblicos, miembros de la comunidad, entre ellos, descendientes de familias que contribuyeron en antaño a la construcción del templo, y demás servidores de la comunidad, fueron convocados para representar a aquellos discípulos de Jesús y ser partícipes del lavatorio de los pies, signo de humildad y servicio a los demás.
La celebración Eucarística se realizó en el atrio del templo matriz donde se congregaron los fieles que participaron de las distintas instancias de la ceremonia. A los pies del altar fue dispuesta una mesa con pan, vino y 12 vasijas para los feligreses convocados que se ubicaron en derredor.
Durante la primera parte de la celebración litúrgica, y luego del ingreso de los apóstoles elegidos de la comunidad junto al sacerdote, también se presentaron los Santos Óleos que fueron, bendecidos y entregados a todas las parroquias de la diócesis.
Durante su homilía, el padre Daniel Alberto Baca, se refirió en la primera parte, al hecho histórico del Año Jubilar que vivirá la Parroquia, “Tenemos este año una intención muy especial, la conmemoración del Jubileo Parroquial. Hace 250 años toda esta zona era deshabitada, una pampa conformada por distintos fuertes que la componían y originariamente en la evangelización, esta zona dependía de lo que hoy es la Catedral de Jujuy y un 22 de setiembre de 1773, el Obispado de la gobernación de Tucumán, creaba el Curato de Río Negro. En ese tiempo se usaban puntos geográficos para ubicar las zonas y de allí la referencia del Río Negro; y así luego prosiguió la historia hasta llegar al presente”, dijo tras comentar que durante la Misa Crismal, se hizo referencia también a este acontecimiento de la historia de la fe de la comunidad.
En otro párrafo de su mensaje, también refirió las instancias que se van dando en relación del Sínodo al que convocó el Papa Francisco. Acotó que todos los pueblos del mundo, en su diferente riqueza de razas y culturas, fueron comunicando sus necesidades y realidades en torno a la fe, material que luego entregarán los obispos al Papa.
“Precisamente en esta etapa continental del Sínodo, se ha gestado un lema, tomado del Libro de Isaías: “Ensancha el espacio de tu tienda”. Se trata de una invitación, una iglesia que abre sus puertas, que abre su corazón para llegar a todos, para recibir a todos. Y con este sacramento de la eucaristía que hoy celebramos, Jesús nos llama a todos, a estar unidos como familia. Dios nos llama a la apertura, a un tiempo y un lugar donde no haya excluidos. En el Evangelio de hoy, vemos cómo Jesús ensancha esa carpa de la Eucaristía en el grupo de los doce; allí estaba uno en el que ya habitaba el mal, con el propósito de entregar a su maestro, y Jesús no lo excluye, sino que participa, que come de la mesa del Señor. Por eso la iglesia, que somos todos los bautizados, debe estar dispuesta a llamar a todos, a justos y pecadores, a aquel que es mi amigo y a aquel que es mi enemigo. El Señor quiere que todos se acerquen y vivan esta experiencia de su amor y misericordia”, reflexionó.
En otro tramo, sintetizó que la Misa del Jueves Santo trae al presente otros dones como la institución del amor real hacia los hermanos y el sacerdocio, “Jesús siendo el maestro y Señor nos ha lavado los pies, y con este gesto de humildad, nos llama a hacer lo mismo, una iglesia servidora donde nuestros hermanos encuentren un espacio, una palabra, un gesto, quizás un silencio en el cual se sienta amado, se sienta valorado y con dignidad, debemos ser capaces de perdonar, de ayudar y servir al hermano. Este es el desafío ante el cual nos pone el Señor en este tiempo, a sentirnos partícipes de esta iglesia y de este llamado”, concluyó.
Luego, el sacerdote reeditó el gesto del lavatorio de los pies a los fieles que como signo de este momento, recibieron una cruz de madera ofrendada por el carpintero Edgar Velázquez. Finalizando la celebración, el sacerdote trasladó el Santísimo Sacramento del Altar, en la reserva, hasta un monumento preparado especialmente, donde permaneció hasta pasada la medianoche para adoración de los fieles.