Perla se quedó con la mirada perdida en ese punto del molle que podría confundirse con un jazmín, bebió de la taza de té que le había servido Blanca y escuchó que Aurelia decía que acaso fuera más fácil para quien se sabe bella desde niña. Quién no quiere vivir rodeada de pretendientes, dijo y el comisario Pierro respondió que a él no le interesaba.
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Perla se quedó con la mirada perdida en ese punto del molle que podría confundirse con un jazmín, bebió de la taza de té que le había servido Blanca y escuchó que Aurelia decía que acaso fuera más fácil para quien se sabe bella desde niña. Quién no quiere vivir rodeada de pretendientes, dijo y el comisario Pierro respondió que a él no le interesaba.
Comenzamos por reír, pero comprendimos que se trataba de una definición más profunda. Pierro tenía todo el aspecto de vivir solo o, a lo sumo, con el amor estable de una mujer como Blanca. Una vida de pretendido, no sólo no la deseaba sino que la rechazaría, y tras explicárnoslo Perla aclaró que a ella le pasaba algo parecido.
Me gusta gustar, nos dijo desmenuzando las palabras porque quería dar con el meollo de sus sentimientos. Me gusta que me miren por la calle, incluso que se me insinúe alguien prohibido al que no le voy a hacer caso. Lo que no me interesa, y acaso sea por esa costumbre de vivir sola tantos años, es estar con alguien, ni siquiera tener algo con alguien.
Eso tiene nombre, dijo Pierre Donadou Quispe sonriendo de lado y todos deseamos que no dijera cual era. Ahora que lo pienso, es un sentimiento que me persigue desde niña, cuando ni siquiera sabía que era bella. Recuerdo un baile de la secundaria en el que sentí que todos me miraban. Creía que era más bien porque no había elegido la ropa como corresponde o que el peinado no me quedaba bien, y me llamó la atención cuando dos de los muchachos se me acercaron para sacarme a bailar al mismo tiempo.