Según el relato de los ancestros, cuando noviembre se anuncia en el calendario del tiempo, las almas tienen permiso para bajar a la tierra y visitar a sus seres queridos, es por eso que las familias, aguardan su llegada entre el primer y segundo día del penúltimo mes del año.
Con gran premura, en los últimos días de octubre, comienzan los preparativos para el armado de la mesa, donde serán colocadas las comidas, las bebidas y todo lo que más le gustaba a su ser querido, mientras transitaba el camino de la vida. Este antiquísimo ritual, transmitido de generación en generación, que se lo conoce con el nombre de "Tosantos", ofrenda y convite para las almas, se mantiene en el tiempo y cada año, en distintos puntos de la provincia, se reedita con el mayor sentimiento.
Se inicia con solemnidad y respeto en recordación de las almas de los difuntos, santos, "angelitos" y almas grandes.
Antes de finalizar octubre, en un clima cordial, comienza uno de los momentos importantes, por cuanto permite a la familia reunirse y comentar sobre lo ocurrido durante el año y al mismo tiempo, recordar a las personas queridas que ya no están. Esta labor se realiza con gran entusiasmo y la fe puesta en la creencia de los abuelos, quienes aseguraron que "si no se cree, de nada sirve, porque las almas vienen cuando se las espera con amor y convencimiento. Cuando llegan y se saben recordadas y sienten que permanecen en la mente y en el corazón de sus familiares y amigos, experimentan una felicidad indescriptible".
Toda la familia se aboca a la preparación de las ofrendas de panes dulces y salados que tienen características especiales.
Los niños, guiados por las mujeres, realizan el amasado recreando las figuras que se convertirán en las "ofrendas". De este modo esos niños, en un futuro cercano, continuarán con el tradicional "Tosantos", agregándoles otras particularidades propias de su generación, sin desechar, por ello, lo aprendido de sus ascendientes. Para ellos se convierte en un acontecimiento especial y dan rienda suelta a su imaginación recreando una gran variedad de animales, objetos, plantas y personajes vivenciados. Utilizan tijeras y peines además de los utensilios de uso común. Como es costumbre, en cada hogar está el horno de barro, un compañero para esta ocasión.
El aire se puebla de atrayente aroma, preludio de los preparativos dispuestos para recibir a las almas que regresarán a la tierra para visitar a sus seres queridos. Los integrantes adultos participan en la preparación de la "chicha", también comidas y bebidas típicas o no, según las preferencias de los "invitados". Disponen todo, cigarrillos, coca, velas, golosinas, flores, coronas además de otros detalles individuales aportados por cada familia, según sea "alma nueva" o no. La flor de cebolla porque lleva agua al espíritu, quinoa que simboliza el dinero, cruz de masa blanca con el nombre del finado en letras negras, coronas de pan, agua de airampo para salpicarla con una flor, escaleras para que las almas suban al cielo y agua bendita.
Todo esto es colocado en una mesa y permanece allí durante dos o tres días.
Para algunas familias es importante tener la mesa preparada antes del mediodía del 31 para los santos y angelitos y antes del mediodía del 1 para las almas grandes. Tienen un especial respeto sobre todo por el segundo día, debido a que el alma de un adulto recorre todos los lugares que visitó durante su vida, no así con el día anterior, pues los angelitos hicieron trayectos cortos.
Otra creencia es aquella en la que consideran que las almas se alimentan del aroma de las comidas, bebidas y otros preparados.
Alma nueva
Cuando se trata de un ser querido fallecido dentro del último año, es decir, un alma nueva, el detalle sobresaliente es la colocación de una tela negra a modo de cortina y mantel. Sobre la misma se ubican prolijamente la cruz con el nombre del alma nueva, los panes y otras ofrendas que le gustaban. Tampoco faltarán las cadenas, el agua bendita y las flores.
Al día siguiente, a la mesa se le agrega las comidas preparadas para tal fin.
Este ancestral rito, culmina el día 2, cuando concurren al cementerio llevando las coronas, bebidas, cigarrillos, coca, velas y flores que estaban en la mesa. Acompañan a su ser querido y sienten tan íntimamente su presencia, que tal sensación los lleva a compartir todo lo que fue ofrendado.
Al regresar, proceden a rezar para luego "levantar" el resto de las ofrendas y repartirlas entre los familiares, amigos y conocidos que acompañaron el ritual. Las comidas que se han preparado no se las reparte, sino que se las coloca en un pozo, son devueltas a la tierra, en cambio los panes llegan a las manos que muy prontas se acercan a recibir la ofrenda.