Después de rubricar su apoyo a una consulta, 1,3 millones de personas están convocadas para validar su firma hasta el viernes próximo, dentro del proceso que, confían, deberá desembocar en un referendo este año.
El descontento de muchos de los 30 millones de venezolanos con el desabastecimiento, la inflación descontrolada y la inseguridad se convirtió en el motor del referendo en ciernes contra Maduro.
Enfrascado en una lucha de poderes con la mayoría parlamentaria opositora, Maduro atribuye a una "guerra económica" los males que se acumulan en este país con las mayores reservas de petróleo del mundo.
Sus adversarios políticos impulsan el referendo para sacarlo del poder y que se llame a nuevas elecciones.
El proceso, que se inició con la recolección de firmas, deberá pasar antes por la validación de al menos 200 mil rúbricas y esperar la autorización del Poder Electoral para la recolección de cuatro millones de firmas.
La oposición, que en la primera etapa logró reunir 1,8 millones de esos apoyos -600 mil de las cuales fueron invalidados por la autoridad electoral-, está empeñada en que el referendo se realice antes del 10 de enero de 2017.
Si no se efectúa dentro de ese plazo, Maduro podrá elegir a su sucesor en caso de que pierda el referendo para completar el mandato de seis años que concluye en 2019.
El oficialismo cree imposible que este año los venezolanos vuelvan a las urnas y presentó una demanda por fraude de firmas, que podría aguar los planes de los opositores aglutinados en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD).
Mientras gobierno y oposición intercambian señalamientos, los venezolanos golpeados en sus bolsillos dejaron de lado sus actividades para acercarse a los 300 puestos de validación de firmas dispuestos por el Consejo Nacional Electoral (CNE) en todo el país.
Una vez más, debieron encontrarse con las odiosas filas que se han convertido en símbolo de los malos tiempos.
Hoy en Venezuela muchas personas deben someterse a largas horas de espera en una cola para comprar productos con precios regulados, los pocos a los cuales tienen acceso ante el deterioro de su poder de compra.
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Después de rubricar su apoyo a una consulta, 1,3 millones de personas están convocadas para validar su firma hasta el viernes próximo, dentro del proceso que, confían, deberá desembocar en un referendo este año.
El descontento de muchos de los 30 millones de venezolanos con el desabastecimiento, la inflación descontrolada y la inseguridad se convirtió en el motor del referendo en ciernes contra Maduro.
Enfrascado en una lucha de poderes con la mayoría parlamentaria opositora, Maduro atribuye a una "guerra económica" los males que se acumulan en este país con las mayores reservas de petróleo del mundo.
Sus adversarios políticos impulsan el referendo para sacarlo del poder y que se llame a nuevas elecciones.
El proceso, que se inició con la recolección de firmas, deberá pasar antes por la validación de al menos 200 mil rúbricas y esperar la autorización del Poder Electoral para la recolección de cuatro millones de firmas.
La oposición, que en la primera etapa logró reunir 1,8 millones de esos apoyos -600 mil de las cuales fueron invalidados por la autoridad electoral-, está empeñada en que el referendo se realice antes del 10 de enero de 2017.
Si no se efectúa dentro de ese plazo, Maduro podrá elegir a su sucesor en caso de que pierda el referendo para completar el mandato de seis años que concluye en 2019.
El oficialismo cree imposible que este año los venezolanos vuelvan a las urnas y presentó una demanda por fraude de firmas, que podría aguar los planes de los opositores aglutinados en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD).
Mientras gobierno y oposición intercambian señalamientos, los venezolanos golpeados en sus bolsillos dejaron de lado sus actividades para acercarse a los 300 puestos de validación de firmas dispuestos por el Consejo Nacional Electoral (CNE) en todo el país.
Una vez más, debieron encontrarse con las odiosas filas que se han convertido en símbolo de los malos tiempos.
Hoy en Venezuela muchas personas deben someterse a largas horas de espera en una cola para comprar productos con precios regulados, los pocos a los cuales tienen acceso ante el deterioro de su poder de compra.