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7 de Agosto,  Jujuy, Argentina
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Laberintos humanos. Cargado de azúcar

Jueves, 08 de diciembre de 2016 01:30

Laberintos humanos. Cargado de azúcar

Una semana debió seguirla, acechando en las esquinas por donde ya sabía que Teresa Aguada debía ir, tratando de comprender ese deseo mutuo y esa incomprensible huida. Bautisto Pierro apenas si pasaba por la seccional por compromiso, no comía más que lo necesario y hablaba poco, pero nunca fue de hablar demasiado.

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Laberintos humanos. Cargado de azúcar

Una semana debió seguirla, acechando en las esquinas por donde ya sabía que Teresa Aguada debía ir, tratando de comprender ese deseo mutuo y esa incomprensible huida. Bautisto Pierro apenas si pasaba por la seccional por compromiso, no comía más que lo necesario y hablaba poco, pero nunca fue de hablar demasiado.

No confesaba su dolor porque entendía que ocultarlo era una forma de hombría, borroneaba en el diario garabatos que pronto tachaba, como si nadie debiera conocerlos, y hasta llegó a usar dos días la misma camisa, hasta que una mañana como tantas, mientras Antonino Busca le cebaba un mate cargado de azúcar, ella cruzó la puerta.

Era un dique desbocado pero pudoroso. Los ojos de Teresa proponían toda la lujuria que se pudiera concebir en aquellos años por nuestra Quebrada, pero se detuvo y su saludo se dirigió al Armando, como si no viera que el objeto de su deseo sorbía sonriéndole la bombilla. Pierro se puso de pie y salió a la calle. Ella salió tras de él.

Cuatro días con sus noches estuvieron ausentes, y al quinto, como si fuera un pacto predeterminado, regresaron. La gente dijo que los vieron bajar del tren, pero ellos no dijeron nada. Nunca supimos donde fueron ni escuchamos el nombre de Teresa Aguada en la boca de Bautisto Pierro.

Queríamos saber, porque a un hombre le interesa lo que, en estos temas, hace otro hombre, pero fuimos incapaces de preguntarle nada, sólo dejamos que los dichos de la gente nos llegaran como el agua del mar llega en la orilla a los pies de los veraneantes.

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