El 1 de enero de 1863 nacía Pierre de Cubertin, responsable del humanizar el deporte con los juegos olímpicos modernos. Este soñador del deporte universalizado en todas sus dimensiones, fue responsable de darle un giro al concepto de educación y deporte en momentos en que la humanidad había depositado sus expectativas en actividades más vinculadas al progresismo económico y cultural pero que nunca había considerado al deporte como aliado para el desarrollo humano. "He decidido cambiar bruscamente mi carrera en el deseo de unir mi nombre al de una gran reforma pedagógica ya que lo más importante en la vida de los pueblos modernos es la educación que ha de ser el prefacio de la vida" era lo que en su momento pensaba y para lo cual trabajó por recuperar los Juegos Olímpicos de Grecia, teniendo como horizonte el deporte como herramienta de transformación, definiendo a los atletas como embajadores de la paz, la fraternidad, el respeto y el juego limpio. Tras varios intentos, en 1894 en la Sorbona de Paris, comienza a tomar forma la creación del Comité Olímpico Internacional, la restauración de los Juegos Olímpicos Modernos y de forma simultánea, el Olimpismo, filosofía de vida que a la postre vendría a cambiar la visión del deporte, siendo de esta forma Pierre de Cubertin un bohemio y soñador que revolucionó la vida deportiva, aportando desde lo intelectual, hasta su propio patrimonio, decisión que le acarrearía graves problemas de subsistencia en sus últimos años de vida. Sostuvo desde un comienzo que el Olimpismo no era un sistema sino un estado de espíritu, por eso definía a través de la Carta Olímpica que exalta y combina en un conjunto armónico las cualidades de mente, cuerpo y espíritu, aliando el deporte con la cultura y la educación. El olimpismo se propone crear un estilo de vida basado en la alegría del esfuerzo, el valor educativo del buen ejemplo y respeto por los principios éticos fundamentales universales. Sin dudas que el Olimpismo vino a cambiar la vida de todos aquellos que depositan nuevas esperanzas en el deporte, porque todos de una forma u otra fuimos tocados por esta forma pensar y vivir el deporte, de manera fraterna, respetando al adversario, de un patriotismo sin violencia, sin discriminación de ninguna naturaleza, de encontrar un motivo de paz universal a través de un deporte sin límites. "Es una gran maquinaria silenciosa, cuyo movimiento no cesa nunca" sostenía Cubertin y su pensamiento era sometido a examen por parte de los estudiosos del pensamiento olímpico y que hasta hoy lo definen como el mayor aporte a la transformación de la humanidad en épocas de guerra y desencuentros. Ya transitando el siglo XXI y a meses de los Juegos Olímpicos de Río 2016, se pone nuevamente en vigencia un pensamiento de hermandad, de abolir la discriminación, de condenar la violencia, de respetar al rival y las normas y seguir proponiendo el juego limpio. (Sergio Tolaba, delegado Academia Olímpica Argentina).
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El 1 de enero de 1863 nacía Pierre de Cubertin, responsable del humanizar el deporte con los juegos olímpicos modernos. Este soñador del deporte universalizado en todas sus dimensiones, fue responsable de darle un giro al concepto de educación y deporte en momentos en que la humanidad había depositado sus expectativas en actividades más vinculadas al progresismo económico y cultural pero que nunca había considerado al deporte como aliado para el desarrollo humano. "He decidido cambiar bruscamente mi carrera en el deseo de unir mi nombre al de una gran reforma pedagógica ya que lo más importante en la vida de los pueblos modernos es la educación que ha de ser el prefacio de la vida" era lo que en su momento pensaba y para lo cual trabajó por recuperar los Juegos Olímpicos de Grecia, teniendo como horizonte el deporte como herramienta de transformación, definiendo a los atletas como embajadores de la paz, la fraternidad, el respeto y el juego limpio. Tras varios intentos, en 1894 en la Sorbona de Paris, comienza a tomar forma la creación del Comité Olímpico Internacional, la restauración de los Juegos Olímpicos Modernos y de forma simultánea, el Olimpismo, filosofía de vida que a la postre vendría a cambiar la visión del deporte, siendo de esta forma Pierre de Cubertin un bohemio y soñador que revolucionó la vida deportiva, aportando desde lo intelectual, hasta su propio patrimonio, decisión que le acarrearía graves problemas de subsistencia en sus últimos años de vida. Sostuvo desde un comienzo que el Olimpismo no era un sistema sino un estado de espíritu, por eso definía a través de la Carta Olímpica que exalta y combina en un conjunto armónico las cualidades de mente, cuerpo y espíritu, aliando el deporte con la cultura y la educación. El olimpismo se propone crear un estilo de vida basado en la alegría del esfuerzo, el valor educativo del buen ejemplo y respeto por los principios éticos fundamentales universales. Sin dudas que el Olimpismo vino a cambiar la vida de todos aquellos que depositan nuevas esperanzas en el deporte, porque todos de una forma u otra fuimos tocados por esta forma pensar y vivir el deporte, de manera fraterna, respetando al adversario, de un patriotismo sin violencia, sin discriminación de ninguna naturaleza, de encontrar un motivo de paz universal a través de un deporte sin límites. "Es una gran maquinaria silenciosa, cuyo movimiento no cesa nunca" sostenía Cubertin y su pensamiento era sometido a examen por parte de los estudiosos del pensamiento olímpico y que hasta hoy lo definen como el mayor aporte a la transformación de la humanidad en épocas de guerra y desencuentros. Ya transitando el siglo XXI y a meses de los Juegos Olímpicos de Río 2016, se pone nuevamente en vigencia un pensamiento de hermandad, de abolir la discriminación, de condenar la violencia, de respetar al rival y las normas y seguir proponiendo el juego limpio. (Sergio Tolaba, delegado Academia Olímpica Argentina).
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