Como si fuera una de esas peleas donde no gana quien boxea mejor sino quien aguanta más, el mano a mano entre Boca y San Lorenzo se perfila a inclinarse hacia el wing de "La Bombonera" y eso porque a la hora señalada hay uno capaz de aunar convencimiento y una dosis mayor de juego y otro que deshoja la margarita sin saber si arriesgar más o no moverse un tranco de su ADN meditador. Esto no supone que el campeón ya esté definido, ni mucho menos, quedan 12 puntos en juego, suficientes para que la punta cambie de mando incluso más de una vez, pero a primera mirada Boca ha encontrado su punto de cocción en el momento más oportuno y en cambio San Lorenzo ya anda escaso de gasolina. En todo caso, a juzgar por lo visto en la fecha 26 del maratónico campeonato argentino, el adversario más empinado de Boca en realidad es Rosario Central, cada vez más convencido de lo que quiere, de lo que puede y de lo que tiene por desarrollar en términos de funcionamiento colectivo y expansión individual. Boca, para que sea dicho de una vez, jugó uno de sus mejores partidos de la temporada y, de hecho, borró de la cancha a Banfield con una autoridad y una contundencia que invitó a preguntarse dónde terminó un fenómeno y empezó el otro: el equipo dirigido por Claudio Vivas perdió un invicto de varias fechas en clave de exasperante languidez, nada hizo de lo que había sido sello de una meritoria escalada.
Claro que mucho tuvo que ver la renovada versión de un Boca que salió a tomarlo de las solapas y esta vez sí adosó fluidez a la intensidad, elaboración a la fluidez, profundidad a la elaboración y gol a la profundidad.
Carlitos Tevez volvió a brillar, es cierto, pero entre los brillos repartidos del primer gran aspirante a llevarse el título bien podríamos quedarnos con los de Jonathan Calleri, un muchacho que a los 22 años se desenvuelve con la madurez de un veterano de 30 y monedas.
Boca, que adeuda enfrentar a Crucero del Norte, Racing Club, Tigre y Rosario Central, amplió a cuatro puntos su renta por encima de San Lorenzo, cuyo duelo de Matadores, en Victoria, concluyó en una parda de 1-1 que castigó el lapso de meseta y despiste que en cada partido los del Patón Bauza vienen teniendo de un buen tiempo a esta parte.
Entre el gol del uruguayo Martín Cauteruccio y el del colombiano Sebastián Rincón el escolta de Boca dejó pasar un tren que acaso a los postres se pague tanto o más caro que la derrota con Huracán.
Diferente es la situación de Central, que terminó una lujosa semana de tabla rasa con los equipos de La Plata: el miércoles eliminó de la Copa Argentina a Estudiantes y ayer aplastó a un Gimnasia, el que orienta Pedro Troglio, que en un par de meses mutó de adversario temible a adversario accesible. Sólido en el puzzle, luminoso en el uno por uno y con un Marco Ruben que está jugando mejor que cuando jugaba bien, el asombroso Central apuesta a ganarle a San Lorenzo la próxima fecha para superarlo y que Boca deje algunos puntos en el camino y en la última fecha vaya al Gigante de Arroyito en posición de resignar hasta el último peso del pozo acumulado: todavía están a seis los del Chacho Coudet, pero, soñar no cuesta nada. Un inevitable párrafo al árbitro Diego Ceballos: ¿qué vio, qué creyó ver para deslegitimar el prístino gol que había convertido Mazzola? (Water Vargas, agencia Télam).
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Como si fuera una de esas peleas donde no gana quien boxea mejor sino quien aguanta más, el mano a mano entre Boca y San Lorenzo se perfila a inclinarse hacia el wing de "La Bombonera" y eso porque a la hora señalada hay uno capaz de aunar convencimiento y una dosis mayor de juego y otro que deshoja la margarita sin saber si arriesgar más o no moverse un tranco de su ADN meditador. Esto no supone que el campeón ya esté definido, ni mucho menos, quedan 12 puntos en juego, suficientes para que la punta cambie de mando incluso más de una vez, pero a primera mirada Boca ha encontrado su punto de cocción en el momento más oportuno y en cambio San Lorenzo ya anda escaso de gasolina. En todo caso, a juzgar por lo visto en la fecha 26 del maratónico campeonato argentino, el adversario más empinado de Boca en realidad es Rosario Central, cada vez más convencido de lo que quiere, de lo que puede y de lo que tiene por desarrollar en términos de funcionamiento colectivo y expansión individual. Boca, para que sea dicho de una vez, jugó uno de sus mejores partidos de la temporada y, de hecho, borró de la cancha a Banfield con una autoridad y una contundencia que invitó a preguntarse dónde terminó un fenómeno y empezó el otro: el equipo dirigido por Claudio Vivas perdió un invicto de varias fechas en clave de exasperante languidez, nada hizo de lo que había sido sello de una meritoria escalada.
Claro que mucho tuvo que ver la renovada versión de un Boca que salió a tomarlo de las solapas y esta vez sí adosó fluidez a la intensidad, elaboración a la fluidez, profundidad a la elaboración y gol a la profundidad.
Carlitos Tevez volvió a brillar, es cierto, pero entre los brillos repartidos del primer gran aspirante a llevarse el título bien podríamos quedarnos con los de Jonathan Calleri, un muchacho que a los 22 años se desenvuelve con la madurez de un veterano de 30 y monedas.
Boca, que adeuda enfrentar a Crucero del Norte, Racing Club, Tigre y Rosario Central, amplió a cuatro puntos su renta por encima de San Lorenzo, cuyo duelo de Matadores, en Victoria, concluyó en una parda de 1-1 que castigó el lapso de meseta y despiste que en cada partido los del Patón Bauza vienen teniendo de un buen tiempo a esta parte.
Entre el gol del uruguayo Martín Cauteruccio y el del colombiano Sebastián Rincón el escolta de Boca dejó pasar un tren que acaso a los postres se pague tanto o más caro que la derrota con Huracán.
Diferente es la situación de Central, que terminó una lujosa semana de tabla rasa con los equipos de La Plata: el miércoles eliminó de la Copa Argentina a Estudiantes y ayer aplastó a un Gimnasia, el que orienta Pedro Troglio, que en un par de meses mutó de adversario temible a adversario accesible. Sólido en el puzzle, luminoso en el uno por uno y con un Marco Ruben que está jugando mejor que cuando jugaba bien, el asombroso Central apuesta a ganarle a San Lorenzo la próxima fecha para superarlo y que Boca deje algunos puntos en el camino y en la última fecha vaya al Gigante de Arroyito en posición de resignar hasta el último peso del pozo acumulado: todavía están a seis los del Chacho Coudet, pero, soñar no cuesta nada. Un inevitable párrafo al árbitro Diego Ceballos: ¿qué vio, qué creyó ver para deslegitimar el prístino gol que había convertido Mazzola? (Water Vargas, agencia Télam).
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