°
8 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
PUBLICIDAD

Lo que enseña el silencio del Pucará de Tilcara

Domingo, 08 de marzo de 2015 13:40
En un lugar estratégico, sobre el cruce de los hoy llamados río Grande, Huasamayo y Huichairas, junto al poblado español de Tilcara, se yergue, como modo de memoria, lo que fueran antiguas viviendas, corrales, cementerio y otras construcciones de los antiguos pobladores de estas tierras.
Han sido reconstruidas, obra que, en sí misma y junto a los carteles que señalan las posibles utilizaciones que se le diera a cada predio, son una interpretación que las ciencias modernas han realizado sobre sus ruinas.
Que en la cima del llamado Pucará de Tilcara se haya una pirámide que homenajea a los que lo estudiaron y reconstruyeron, nos habla más de nosotros, para quienes ese sitio es un lugar arqueológico o una propuesta turística, que de aquellos que vivieron allí.
Pero aquello que fueron meros cimientos de una población trasladada por la conquista española, al igual que otros tantos que se esparcen por la Quebrada de Humahuaca, no son sino la prueba de la preexistencia de una cultura que trabajó y vivió este suelo, y que fue obligada a ceder sus espacios al abandono.
Visitarlos, con el respeto que su silencio de piedra exige, más que un esparcimiento debiera ser un llamado a pensar en este mundo en el que vivimos, donde las culturas se superponen en vez de dialogar.
Acaso la memoria y el olvido de quienes allí vivieron sufra menos cuando recorrer sus lugares, habitados por aquellos cardones que, dicen, son las almas de los indios muertos, sea el andar de la reflexión sobre el nosotros y los otros, sean quienes fueran los unos y los otros.
Entonces, cuando visitar nuestros antigales nos enseñe sobre el respeto que se debe tener por cualquier cultura viva, sus ruinas, reconstruidas o dejadas como quedaron cuando el avance de otro modo de vida los expulsó de sus lugares, ello se convertirá en la mejor enseñanza que puedan brindarnos. (R.D.)

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla
En un lugar estratégico, sobre el cruce de los hoy llamados río Grande, Huasamayo y Huichairas, junto al poblado español de Tilcara, se yergue, como modo de memoria, lo que fueran antiguas viviendas, corrales, cementerio y otras construcciones de los antiguos pobladores de estas tierras.
Han sido reconstruidas, obra que, en sí misma y junto a los carteles que señalan las posibles utilizaciones que se le diera a cada predio, son una interpretación que las ciencias modernas han realizado sobre sus ruinas.
Que en la cima del llamado Pucará de Tilcara se haya una pirámide que homenajea a los que lo estudiaron y reconstruyeron, nos habla más de nosotros, para quienes ese sitio es un lugar arqueológico o una propuesta turística, que de aquellos que vivieron allí.
Pero aquello que fueron meros cimientos de una población trasladada por la conquista española, al igual que otros tantos que se esparcen por la Quebrada de Humahuaca, no son sino la prueba de la preexistencia de una cultura que trabajó y vivió este suelo, y que fue obligada a ceder sus espacios al abandono.
Visitarlos, con el respeto que su silencio de piedra exige, más que un esparcimiento debiera ser un llamado a pensar en este mundo en el que vivimos, donde las culturas se superponen en vez de dialogar.
Acaso la memoria y el olvido de quienes allí vivieron sufra menos cuando recorrer sus lugares, habitados por aquellos cardones que, dicen, son las almas de los indios muertos, sea el andar de la reflexión sobre el nosotros y los otros, sean quienes fueran los unos y los otros.
Entonces, cuando visitar nuestros antigales nos enseñe sobre el respeto que se debe tener por cualquier cultura viva, sus ruinas, reconstruidas o dejadas como quedaron cuando el avance de otro modo de vida los expulsó de sus lugares, ello se convertirá en la mejor enseñanza que puedan brindarnos. (R.D.)

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD