La sabia ardorosa de la tierra sampedreña, esa que sabe de rimas y versos imposibles de olvidar, se desangra de dolor, porque ha perdido a la más grande artesana de letras, Ernestina Acosta. Ernestina, la preclara, la elegida en el reparto amoroso de dones de Dios, se ha ido, dejando tras de sí una estela luminosa de cantares, que en sus libros se hicieron pájaros azules en el alma de tantos amantes y amados de su literatura perfecta.
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La sabia ardorosa de la tierra sampedreña, esa que sabe de rimas y versos imposibles de olvidar, se desangra de dolor, porque ha perdido a la más grande artesana de letras, Ernestina Acosta. Ernestina, la preclara, la elegida en el reparto amoroso de dones de Dios, se ha ido, dejando tras de sí una estela luminosa de cantares, que en sus libros se hicieron pájaros azules en el alma de tantos amantes y amados de su literatura perfecta.
Y si nació en un azul momento de la distracción de Dios, en este verde país de soles y cañaveral, fue quizás en un arrebato divino en el que nos quedamos sin ella, bebiendo en este momento el néctar de su talento, de su siempre sembradora pulcritud de poesía en las tantas páginas de sus hijos naturales, concebidos y ofrendados en su tiempo de luz y de estrellas.
No hubo paisaje ni retrato del alma, que Ernestina no haya tallado con el cincel de su pluma, desbordadas de lunas y amaneceres, derrochando en etérea libación las más exquisitas mieles del lenguaje literario.
Cómo comprender hoy su ausencia y ya no verla con "las manos traspasadas de poemas", cómo escribirle un adiós, que redima las tantas ausencias nuestras que sin querer, sembramos en su alma? cómo encontrar para escribirle esa palabra plena que pueda llevar feliz, "a las ciudadelas de azules y de magia".
Ernestina, dueña de la magia y la palabra, desde hoy, "habrá un silencio un silencio cruel y abarrotado de nostalgias, que comenzará a nombrarte desde la epifanía sutil de tu palabra". Como Germán Choquevilca, te decimos, "desde hoy Ernestina, te nombraremos en el verso nuestro de cada día", o como lo hiciera Francisco Ramoneda, volveremos una y otra vez a designarte como una poetiza de alto vuelo y te pediremos que desde donde estés sigas pintando, "pues tus poemas son pinturas y tus letras, tus poesías son profundas y saturadas de espiritualidad".
El homenaje de Grito Verde
Integrantes de Grito Verde, también sumaron su homenaje a la querida escritora, expresando con gran sentimiento, "Ernestina, hoy los duendes de Grito Verde, esos que siempre fueron tuyos aunque nunca lo supiste, silenciaron al viento, esos que mecen tus cañaverales, para sembrar esa bruma invisible de lágrimas, para apenas aproximarse a la lluvia que te amaba, demostrando lo mucho que te amamos. La fisonomía de tu verbo metafísico, y la excelsa alfarería de tu metáfora fue musa inspiradora en nuestro sendero- Desde hoy Ernestina, permítenos tomarnos el atrevimiento desesperado de ser herederos de tu tiempo", dijeron al tiempo de recordar sus palabras, "el poema existe para que la muerte no tenga la última palabra". Y seguramente, la muerte se ve hoy eclipsada por la herencia de versos y poemas de la dama de las letras, dueña de la pluma artesana que se levantó altiva en el verde mar de su país de soles y cañaverales.
A las hacedoras de Grito Verde fue que Ernestina en su lecho de muerte, les había pedido que cuando llegara el momento no la dejaran irse sin una lapicera y papeles en blanco. Esa sería la forma que ella quizás encontraba para permanecer libre más allá de la muerte y eternamente, porque ella era libre cuando escribía.
Su voluntad fue cumplida.