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10 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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Laberintos humanos. La voz del viento

Martes, 23 de septiembre de 2014 00:24
Carlos bajaba del cerro con la chuspa que le dio doña Nazaria para enfrentar a la difuntita que amara y recuperar a su hijo Pablo. Pero al llegar donde un huayco bifurcaba su camino, un viento le golpeó en el pecho con tanta fuerza que lo obligó a detenerse para no caer. Sin saber más de él que el golpe, Carlos supo que algo le podía decir de su camino.
Buscaba el lugar donde el almita se había llevado a su hijo, pero no sabía en qué lugar accesible vive la muerte, y el viento le puso la mano en el pecho para detenerlo. Detente, le dijo el viento, que más allá de acá no se regresa.
Quisiera regresar, le dijo Carlos, pero lo que busco es que regrese Pablo, el hijo que tuve con la Macarena. Si él puede volver, que yo lo haga nada importa. Ya he despachado a los suficientes realistas en la batalla como para que de mí se tenga buena memoria por demasiados años, dijo Carlos. Pero él es un niño.
Todo hijo es para su padre siempre un niño, le dijo a Carlos el viento. No importa que tenga cinco o cincuenta años, y cada vez que se lo lleva el tiempo viene su padre para rescatarlo por esta encrucijada. Comprenderás que no debo dejar pasar a todos, le dijo el viento.
Pero es que Pablito no ha muerto, le dijo Carlos. Se lo llevó vivo el almita de la Leonor para lastimarme porque no es hijo de ella sino de la Macarena. Y yo no vengo a rescatar de la muerte a la Leonor, aunque lo hubiera querido, sino a ese inocente que está vivo, le dijo Carlos y el viento se corrió para darle paso pero no por eso le señaló el camino.

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Carlos bajaba del cerro con la chuspa que le dio doña Nazaria para enfrentar a la difuntita que amara y recuperar a su hijo Pablo. Pero al llegar donde un huayco bifurcaba su camino, un viento le golpeó en el pecho con tanta fuerza que lo obligó a detenerse para no caer. Sin saber más de él que el golpe, Carlos supo que algo le podía decir de su camino.
Buscaba el lugar donde el almita se había llevado a su hijo, pero no sabía en qué lugar accesible vive la muerte, y el viento le puso la mano en el pecho para detenerlo. Detente, le dijo el viento, que más allá de acá no se regresa.
Quisiera regresar, le dijo Carlos, pero lo que busco es que regrese Pablo, el hijo que tuve con la Macarena. Si él puede volver, que yo lo haga nada importa. Ya he despachado a los suficientes realistas en la batalla como para que de mí se tenga buena memoria por demasiados años, dijo Carlos. Pero él es un niño.
Todo hijo es para su padre siempre un niño, le dijo a Carlos el viento. No importa que tenga cinco o cincuenta años, y cada vez que se lo lleva el tiempo viene su padre para rescatarlo por esta encrucijada. Comprenderás que no debo dejar pasar a todos, le dijo el viento.
Pero es que Pablito no ha muerto, le dijo Carlos. Se lo llevó vivo el almita de la Leonor para lastimarme porque no es hijo de ella sino de la Macarena. Y yo no vengo a rescatar de la muerte a la Leonor, aunque lo hubiera querido, sino a ese inocente que está vivo, le dijo Carlos y el viento se corrió para darle paso pero no por eso le señaló el camino.

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