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11 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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Principio del fin

Sabado, 01 de junio de 2013 20:11

A mí me interesa más conocer el final de esta historia que escuchar su filosofía  sobre el galanteo, le Ferreira Miranda dijo al peluquero. ¿Pero cómo va a conocer el final si ni lo dejamos a Dubin que empiece?, preguntó el padrecito. Es que sólo comenzando se llega hasta el final, dijo Ferreira Miranda a lo que el peluquero sólo pudo decir que era cierto.

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A mí me interesa más conocer el final de esta historia que escuchar su filosofía  sobre el galanteo, le Ferreira Miranda dijo al peluquero. ¿Pero cómo va a conocer el final si ni lo dejamos a Dubin que empiece?, preguntó el padrecito. Es que sólo comenzando se llega hasta el final, dijo Ferreira Miranda a lo que el peluquero sólo pudo decir que era cierto.

Entonces siga, dijo el peluquero mientras pasaba el cepillo para que no me quedaran cabellos en el hombro. ¿Para qué subían tantas y tan variadas mujeres al barrio San Francisco?, resumió el padrecito.

Ya les dije que ni ellas lo sabían, les dije, sino que lo hacían impulsadas por una fuerza a la que no se podían resistir. ¡Quien tuviera ese poder!, volvió a opinar el peluquero. ¿Y para qué quiere usted tantas mujeres?, le preguntó Isidoro Ducase. Lo dice por decir, opinó el menor de los abuelos, porque a nuestra edad.
A nuestra edad es lo mismo, dijo ofendido el peluquero. ¿Lo mismo?, preguntó el padrecito. Bueno, casi lo mismo, se confesó el peluquero. ¿Casi lo mismo?, ahondó Isidoro Ducase. Bueno, acaso algo parecido, dijo el peluquero. ¿Algo parecido?, quiso saber Juan José Ferreira Miranda a lo que el peluquero respondió que era mejor que yo siguiera con el cuento.

La cosa es que poco más arriba, seguí con mi relato, las mujeres se arremolinaban ante los adobes que andaba cortando un hombre. ¿Y para qué querrían todas esas mujeres los adobes?, preguntó Isidoro Ducase y todos lo miramos sorprendidos, porque se sobreentendía que lo que querían era ver al hombre.

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