Seis años puede ser mucho o poco tiempo, depende de lo que se haga en su transcurso.
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Seis años puede ser mucho o poco tiempo, depende de lo que se haga en su transcurso.
Es, en este caso, el tiempo que Daniel Amante fue cura de la parroquia de Tilcara. Nos acercamos hasta su despacho: una oficina arquitectónicamente de otros tiempos con una ermita pascual a la espalda del escritorio al que se sienta.
Tras preguntarle sobre los actos de su reemplazo, que lo lleva al Ramal, pienso en pedirle algún recuerdo que pueda resumir sus años al frente de la parroquia.
Nos dice, entonces, que "aprovecho esta buena oportunidad de poder llegar a las casas, a las familias, porque no siempre se puede llegar a todos lados y este es uno de los medios que nuestra comunidad tiene para llegar a las familias. Entonces quiero darles un agradecimiento especial por todo el trabajo que me han permitido realizar durante estos poco más de seis años que estuve en esta comunidad parroquial."
Nos cuenta que trabajará en Yuto una vez que el obispo resuelva el destino del padre Miguel Arcángel, "así que voy a estar por ese lado del calorcito, y hasta tanto voy a estar en Calilegua, ayudando a la comunidad y ocupando el espacio de párroco. No me resta más que agradecerle a la comunidad lo que me ha permitido hacer, siempre con el corazón abierto de las familias. Cuando uno sale a los valles, en cada rinconcito del camino siempre puede encontrar a alguien que está esperando para pedir una bendición o para convidar un mate, algo calentito para continuar el camino, así que los llevo a todos en el corazón."
Ser párroco de Tilcara es tener que andar cerros, y nos habla de esta parroquia "muy grande a la que hay que dedicarle un buen espacio de caminata. Para llegar a la gente de los Valles, no hay otra forma, y yo recuerdo que en los primeros tiempos así como iba, volvía, casi medio desconocido por esos lugares. Pero desde hace algún tiempo, y sin darnos cuenta, aparece alguien y te dice: padre, quiero que pase por mi casa a tomar algo, a sentarse un ratito, a compartir la mesa, a darme la bendición a los animalitos, a la tierra, y eso empieza a pasar cada vez que uno sale."
Llegué a lo más lejano
Daniel Amante sabe que "eso a uno le llena el corazón. A pesar de la soledad de los caminos, siempre hay alguien que está esperando las cosas de Dios, y si uno hace notar que lleva esas cosas de Dios, no anda solo nunca. A eso estoy agradecido, porque en definitiva Dios me ha permitido llegar a las casas aún de esos rincones más lejanos."
Recuerda que "me gusta andar más allá, en caminatas que me llevaban hasta San Francisco, San Lucas, y la misma gente siempre recordando de cuando me han visto caminando, o chicos con los que me cruzo, les doy un caramelito y me comparten su naranjita que venían comiendo, y están haciendo el trueque. Todo eso a uno le da plena alegría de saber que estas cosas pasan porque son buena gente, y eso no lo va a cambiar nadie, y porque uno trata de llevar siempre lo mejor. Y lo mejor que yo puedo llevar a la casa de ellos es la bendición y las cosas de Dios”. (Ricardo Dubín).