LORENA CRUZ
inicia sesión o regístrate.
LORENA CRUZ
¿Cómo fue su convocatoria la VIII Feria del Libro de Jujuy?
Vengo como invitado en el marco de la feria, pero invitado desde varios lugares porque tengo una actividad muy abierta. Una parte incluye mucho a los chicos, porque trabajo libros ilustrados para chicos y la otra parte para adultos. Entonces lo que vengo a aportar es cómo esta actividad genera procesos creativos y un poco la cocina de los libros, tanto para chicos como para adultos. Me dedico a escribir los libros, entonces uno tres actividades: el diseño, la ilustración y la literatura.
¿Cuál fue el eje de su charla?
El paso por situaciones, por momentos clave en la vida de un profesional. Cómo va uno lidiando con la industria de la literatura y, otra parte importante, es la ilustración para diarios. Yo trabajo en La Nación ahora y trabajé 10 años en Clarín, ilustrando tapas y suplementos. Es interesante plantear el tema del ilustrador o el artista como responsable de sus propias opiniones, como una persona que puede no sólo trabajar con materiales plásticos sino con su cabeza y su intelecto.
Es además un incentivo para los estudiantes que se inician como gráficos…
Sí, porque yo también soy del interior, vivo en Bariloche y sé como es el tema de no vivir en capital pero es muy importante animarse, eso me parece fundamental. Yo también siempre estuve lejos, más allá de que hice mi experiencia en Buenos Aires. El hecho de estar lejos, hace necesario una relación de confianza que se logra con el profesionalismo.
¿Cómo comenzó su carrera?
Yo estudié Diseño Gráfico en la Universidad de Buenos Aires, después di clases durante seis años. Más allá de que empecé en agencias, trabajé fuerte en Clarín, ahí dirigí unos suplementos en la parte de arte y me encontré con la posibilidad de ilustrar en muy poquito tiempo y comencé un camino que me fue llevando hacia una zona más personal como la autoría de libros infantiles. Ilustré a María Elena Walsh, Gustavo Roldán, Luis Pescetti, las historias de muchos autores y, en un momento, empecé a escribir mis propios libros, pero eso fue paulatino y hace quince años.
¿Cambió la industria del libro?
Ha cambiado mucho la industria del libro, del libro infantil, los diarios, cambiaron mucho las cosas. Es cuestión de saber adaptarse a eso, es algo a lo que hay que estar habituado y que está bueno. Yo trato de estar habituado a que la cosa cambie continuamente y que uno pueda corresponder a eso.
¿Los niños son una fuente de inspiración para sus obras literarias?
Por supuesto, pero cuando pienso en hacer un libro no escribo pensando que es un libro para niños. Pienso en un libro que me guste a mí siempre, nunca hice libros que no me gustaran o con los que no estuviera conforme. A los libros que hago, los hago para mí y no es por una cuestión de ego, sino porque es la única forma que encontré para reconocer cuando un libro es legítimo. Sé que va a haber un grupo de chicos que les va a gustar y otro grupo que no.
¿Cuál es su estilo?
Es una línea, es un código, guiños que ya tengo con los lectores. Busco continuamente la experimentación, el cambio de objetivos y la forma de asumir el riesgo, como un vértigo. Es como que es algo que uno está lanzando y va adquiriendo puntería con el tiempo, pero hay veces que hay que buscar un blanco más lejos y seguramente voy a errar o no a eso. De hecho, la experimentación es permitirse el error.
El camino de las ilustraciones…
Eso es parte de lo mismo porque tiene que ver con generar el estilo, una forma de responder ante los pedidos de publicaciones como la Rolling Stone, Clarín, La Nación o del propio New York Times. Yo trabajo en muchos diarios de afuera que me buscan justamente porque necesitan ubicar un estilo en sus páginas y si uno es legítimo y honesto y consecuente con eso, ellos se acercan. Hay gente que no tiene un estilo muy definido y cuesta mucho más porque es incierto el camino que van a tomar e incierta también la forma en que puedan responder.
¿Cómo considera su crecimiento profesional?
Pasan dos cosas, yo si creo que he crecido mucho a nivel de experiencia y a nivel de instinto. Lo que ha crecido mucho en mí es el instinto, pero hay otro punto que es la repercusión y la fama, lo que viene con eso y con lo que uno tiene que tener mucho cuidado. La forma en la que lo hago es apostando a otras alternativas que no haya hecho antes. Trato de no quedarme con las fórmulas y casi no uso personajes que se perpetúen.
¿Cuáles son sus referentes?
Siempre hablo no tanto de referentes, sino de nutrientes. Hablo de lo que rodea al arte y la cultura, como la música, la literatura y del cine, no tanto de la plástica. Borges, Cortázar, Gianni Rodari, Berger, Oscar Wilde, Edgar Allan Poe… modificaron mi forma de pensar y de expresar. Voy como reciclando a clásicos maravillosos que se van deshilachando. Uno tiene la posibilidad de trasladar ciertas cosas que nos gustaron de la lectura siendo chicos para los chicos de hoy.
¿Proyectos?
Los proyectos son más que mis años, trabajo en simultáneo con un montón de cosas, como publicar un libro que cierre el trío de “Retratos”, “Bifocal”, que está pronto a publicarse. Hay otro libro para chicos que tiene muchísimo más texto y otro formato y una obra de teatro que todavía no se estrenó.