La Navidad conmemora el nacimiento de Jesucristo, figura central del cristianismo y uno de los personajes más influyentes de la historia. Sin embargo, los evangelios no mencionan una fecha concreta para ese acontecimiento. Durante los primeros años del cristianismo, esta ausencia no generó preocupación, ya que la atención estaba puesta principalmente en la Pascua, celebración central de la fe cristiana.
Los primeros siglos del cristianismo
En sus inicios, las comunidades cristianas no celebraban el nacimiento de Jesús. Recién a partir del siglo III comenzó a surgir el interés por establecer una fecha que recordara ese momento, en un contexto donde el cristianismo empezaba a expandirse y organizarse institucionalmente. La necesidad de un calendario propio llevó a la Iglesia a definir celebraciones que fortalecieran la identidad religiosa.
La elección del 25 de diciembre
La decisión se consolidó en el siglo IV, cuando el cristianismo fue reconocido oficialmente dentro del Imperio Romano. El 25 de diciembre coincidía con festividades paganas muy arraigadas, como el Natalis Solis Invicti, que celebraba el renacimiento del sol tras el solsticio de invierno. Al adoptar esa fecha, la Iglesia resignificó una celebración popular y le otorgó un nuevo sentido espiritual, asociando a Cristo con la luz que vence a la oscuridad.
De celebración religiosa a tradición universal
Con el paso del tiempo, la Navidad se extendió por Europa y luego por el resto del mundo, incorporando costumbres locales, símbolos y tradiciones familiares. Así, la conmemoración religiosa fue adquiriendo también un carácter social y cultural, manteniendo vigente un mensaje de esperanza, paz y renovación que atraviesa generaciones y fronteras.