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22 de Diciembre,  Jujuy, Argentina
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Personajes de antaño

Muchos dormían "bajo el puente", otros en los anchos y largos zaguanes de las casas, veredas y conventillos.

Lunes, 22 de diciembre de 2025 00:00
JUJUY DE ANTAÑO | VISTA DE LA BANDA DEL RÍO CHICO O XIBI XIBI.

"Ya termina el 2025 y es bueno recordar personas que vivieron en Jujuy con nostalgia; no dudo a muchos les gustara este recuerdo". Los conceptos le pertenecen a Fernando Zurueta, destacado escritor, investigador y columnista de nuestro diario que en esta oportunidad se concentra en personajes que poblaban las calles del Jujuy de antaño. A continuación compartimos este invalorable aporte de Zurueta a la memoria provinciana.

"Por los años 1950/1960, los que caminaban por las calles de mi ciudad, lo hacían despacio, sin apuros, y entre tantos caminantes estaban 'vagabundeando' sin trabajo, daban vueltas por todas partes. Algunos memoriosos seguro los recuerdan.

En ese tiempo, el movimiento de autos en peatones y vehículos no era los de hoy. Por lógica, estos personajes los encontramos en diferentes lugares.

Transmitían alegría y simpatía. Algunos eran cordiales y ocurrentes y otros 'no tan buenos' pero si soportables, aunque al encontrarse con ellos debíamos estar prevenidos disparando por las dudas de querer tomar medidas que no resultaban ser tan buenas.

Por esta razón, por simpatía, por ser agradables, especiales y graciosos, y al ser tan particulares por lógica, se les conocía con un apodo.

Muchos dormían como se decía en ese entonces 'bajo el puente'; en los anchos y largos 'zaguanes' de las casas; en las veredas o en casas antiguas con varias habitaciones, baños, cocina, lavadero y patio compartidos. A estos lugares se los conocía como 'conventillos' administrados por sus dueños. Los que ocupaban esos espacios y que venían a la ciudad eran hombres del interior buscando trabajo.

Los conventillos que conocí de calle Bustamante entre San Martín y Belgrano frente a la Universidad Popular (actual Instituto Jujeño de Capacitación 'Monseñor Germán M. Mallagray'), al visitarlo me atendió muy amablemente Soledad y me invitó a conocer lo que queda de él; o el de calle Independencia entre Otero y Lavalle. Y por citar otro el más conocido, el de Patricias Argentinas entre calle Güemes y Salta, frente a lo que es hoy el hospital 'Pablo Soria' y en la actualidad ya no está.

AÑO 1941 | ASÍ LUCÍA LA CALLE BELGRANO QUE ERA HABITADA POR PERSONAJES MUY PARTICULARES.

Lo llamativo es que muchas viviendas, en el centro de la ciudad, tenían un sótano con una ventana a nivel vereda que servía de depósito. Y por solidaridad, las familias, lo ofrecían a personas desprotegidas para dormir y los que ocupaban pasaban gran parte del tiempo en ellas. Siempre estaba presente en las familias la ayuda al más necesitado, y por lógica algún espacio quedaba para los que estaban en situación de calle, y que tengan albergue. Muchos enfermos, o mayores o con dificultad al caminar necesitaban protección.

¿Y cuáles eran los apodos? Por nombrar algunos conocidos: 'Bertocci Colero', que parecía una momia andante, encorvado, caminando sin mirar a nadie, con un jarrito en la mano y al golpear la puerta en una casa deseando que alguien aparezca dándole sopa, mazamorra, arroz con leche u otro alimento. Nunca se enojaba, pero se hacía respetar. Vivía en un conventillo en calle Necochea, entre Belgrano y San Martín, donde hoy funciona una galería. Lo llamaban con el agregado de 'colero' por tener la costumbre de andar coleando ingresando a cualquier lugar para conseguir comida o ropa viviendo del "rebusque". Y siempre preguntando al que se le acercaba: ¿Vos sabes que todas las mujeres son mías menos una? ¿Al preguntársele quién? contestaba: ninguna.

La 'Señora de las gallinas', excelente en el trato, las llevaba vivas emitiendo las aves un fuerte sonido como si fuese un grito. Iban en la espalda de esta mujer, en una bolsa que sujetaba con una mano y en la otra mostrando 'la calidad del producto' para la venta. En ese entonces en muchas casas se acostumbraba en el fondo de la vivienda tener el 'gallinero' con las ponedoras, batarazas, leghorn y algún gallito dispuesto al picoteo al ser molestado.

'Matatiro' al descuido lo asustaba sacándole la lengua con un gesto pidiendo una moneda pero siempre con una sonrisa por su picardía.

El 'Ingeniero' que vivía bajo el puente de calle Lavalle trasladándose a veces al barranco profundo donde se construyó el monoblock H, en 19 de Abril y Lavalle. Ante la cercanía al río Chico o Xibi se divertía construyendo acequias. Luego las tapaba creando canales con piedras con una circunferencia. Las acequias con su inclinación, no medían más de quince metros de largo con una profundidad de cinco centímetros.

'Jarra Mocha' siempre 'jarramocheando', revolviendo la basura para encontrar ropa o comida.

El 'Cabezón Penci' con su enorme tamaño, viviendo en un caño grande para que pueda ingresar semejante cuerpo. Tuvo la desgracia de bajar las escaleras a Villa Belgrano, cayéndose y murió.

El 'Ciego Royo' que así lo llamaban por ser 'corto de vista' y el popular 'Anzoátegui', que siempre mencionaba su prosapia salteña pidiendo respeto por su origen patricio.

Y otros, al ser un poco desordenado y descuidado le decían 'Farayala'; el muy conocido 'Mutulo' con inconvenientes en su caminar, siempre callado, observando y en un mismo lugar con su bastón preparado 'para atacar' abriendo camino por sus problemas al caminar.

Quien sabe el origen de esos apodos tan ocurrentes.

Merece un párrafo aparte y quién no recuerda al 'inexistente' 'Hombre de la bolsa' que surgía en todas las casas ante nuestro mal comportamiento, ante las travesuras. Nuestras madres nos amenazaban de llamarlo para que nos 'lleven'. Los más pequeños dejaban una carta a los Reyes Magos pidiéndole que no venga a llevarlos el hombre de la bolsa por tener terror de su presencia.

Todos paseaban por el Jujuy (menos el hombre de la bolsa que tenía vida propia) y al ser nombrados por sus apodos algunos se enojaron mientras otros te perseguían haciendo el ademán de pegar. Seguro que muchos los conocieron.

Debo reconocer que la gran mayoría de las familias al sentir el llamador o el timbre de las casas, al abrir la puerta y ante el pedido de 'algún platito que sobrara o alguna otra cosita' que les puedan dar, no dudaban en colaborar.

Las fiestas patronales eran sus lugares preferidos. En el sonar de campanas invitando a la población a las primeras misas en San Francisco y la Catedral, las señoras madrugadoras estaban más dispuestas a la entrega de 'monedas'.

Y en otras ocasiones presencié los carnavales con talco, harina, agua y bombitas donde el 'Ciego Royo' y 'Anzoátegui' siempre estaban dispuestos a ayudar a cargar los pesados tachos para el agua al camión de propiedad de algún joven carnavalero. Se anotaban con tiempo y por supuesto felices colaboraban con sus travesuras. La consigna que todos conocían era salir a la calle 'a la siesta' y terminar mojados, usándose los baldes llenos de agua o bombuchas. Cada impacto con una bombita al vecino desprevenido se festejaba con gritos y carcajadas.

Así era la costumbre y por supuesto las normas no eran tan estrictas porque también la policía festejaba las picardías". (Autoría Fernando Zurueta).

 

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