Se estima que desde tiempos inmemoriales, la bebida que atravesó generaciones para volverse tradicional en reuniones y festividades populares, es la chicha.
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Se estima que desde tiempos inmemoriales, la bebida que atravesó generaciones para volverse tradicional en reuniones y festividades populares, es la chicha.
A partir de una preparación artesanal hecha por los Incas, la esencia de este extracto especial que llevaba por alma mater sólo el maíz, fue cambiando de recetas con otras variedades de cereales y -en algunos casos- de fruta.
Si bien se desconoce el origen propiamente dicho, la tierra sudamericana fue cuna de este preparado que acompañó a diferentes comunidades aborígenes.
Parte de su historia, la sitúa en los clanes originarios, aunque no se conoce con certeza, se considera que la chicha fue resultado de la interacción colectiva, donde se la consumía en algunas festividades y rituales de gran valor e idiosincrasia. Según investigaciones, tradicionalmente eran las mujeres incas quienes debían preparar la bebida.
Y en ese lapso, el proceso tenía que ver con el masticado los granos de maíz y luego expulsarlos dentro de un recipiente con agua caliente.
Esta mezcla, era ideal para el grupo originario luego del reposo de unos días, lo que permitía lograr su fermentación y obtenerla con graduación alcohólica.
Como saber tradicional se extendió desde las comunidades incas hacia gran parte de América del Sur y su utilización estaba conectada a ritos ceremoniales y religiosos, a conmemoraciones del ciclo de la agricultura y, en general, a casi todas las actividades sociales.
Se trata de un líquido que se servía -tanto antes como en la actualidad- en reuniones para fortalecer los lazos de amistad y sentimiento de solidaridad e igualdad.
Es por ello que en compartirla como un acto de hermandad, estaba el eje central de la acción. En aquél momento, para servirla solía emplearse un pequeño recipiente hecho de una corteza natural que se ahuecaba y que se iba entregando de persona a persona.
Así es cómo la chicha conquistó la inmortalidad y con el paso del tiempo, fue adquiriendo nuevos matices en un procedimiento que ya no requiere de expulsarla por la boca para su realización. "Una vez que probé la chicha de Chorrillos en Humahuaca y me gustó mucho, desde ahí que quise dedicarme a elaborarla. Se hace de maíz y de maní, muy ricas en vasijas de barro", expresó Walter Rojas, el jujeño que compartió su saber sobre cómo se efectúa esta bebida de gran arraigo cultural local. "No falta entre reuniones familiares o celebraciones o comidas y fresquita es muy especial", indicó el experto.
Para la preparación de la chicha de maní, el primer ingrediente es la paciencia porque -como todo proceso- tiene que cuidarse cada detalle. "Al maní pelado se lo pone bien en el horno, según lo oscurito de lo tostado que esté, es como va a salir el color de la bebida. Después de dos horas se lo lleva a triturar y a cocer hasta formar una pasta. Previamente, se prepara agua, canela y clavo de olor para aromatizar y se espera la fermentación", indicó.
La elaboración no requiere de adición de químicos o conservantes, es efectuada con ingredientes naturales. "Es algo muy fácil y siento que me gusta revalorizarla porque es algo cultural. Me gusta enseñar cómo se hace y que no se pierda", reveló Rojas sobre esta bebida que sigue siendo tan ancestral que se comparte con más ahínco en agosto, por la Pachamama; en febrero, por el carnaval y; en noviembre, por el Día de los Fieles Difuntos, por citar solo tres fechas importantes del calendario cultural jujeño.