En la sala “Azucena Carmona”, uno de los espacios del Teatro Real para un público reducido, se presentó en la tarde del domingo, “La errante: una madre coraje”, en el marco del 15º Festival Internacional de Teatro Córdoba Mercosur 2025, que se está desarrollando en la provincia de Córdoba.
Un poco más tarde, fue el turno de “Tocar un monstruo” en la sala mayor del mismo teatro. Cabe recordar que el encuentro es organizado por la Agencia Córdoba Cultura, que preside Raúl Sansica en la provincia anfitriona. Madre Coraje es un personaje del dramaturgo alemán, Bertold Brecht, que esta producción de la Comedia Cordobesa, toma para volver a hablar de guerra (como su obra original, donde Anne Fierling -conocida como “Madre Coraje”-), de paz, de humanidad, de honestidad (palabra que se reitera en el texto) acerca de las formas de relacionarnos con los demás.
La puesta, en este espacio oscuro, propone primero interactuar con esa Anne Fierling que intenta vender distintos objetos al público. Haciendo un alegato de la honestidad sobre las intensiones de la humanidad, ella, una mujer oscura, que perdió a sus hijos en la Guerra de los Treinta Años, y es una vendedora muy perspicaz y oscura, que con gran habilidad recorre con su carro de objetos ese escenario bélico vendiendo a los soldados que están necesitados.
En esta obra de elenco cordobés, la actriz Lucia Nocioni, logra entrar en ese personaje y proponernos una Madre Coraje, que con su soltura y su labia vende poder en un brazalete, y algo más, acudiendo a la bajeza del ser humano, y su necesidad de salvarse. Ella habla de la guerra como algo inherente al ser humano, y asegura “mientras haya guerra todo está permitido...”, y como en esa mirada pareciera que la guerra o termina nunca, todo estará permitido siempre. Y llega el momento chocante y fuerte en que ella quiere vender un niño y otra vez recurre a la “honestidad” de los seres humanos, y a la moral que dice que las personas no se venden. En el aire queda flotando un sinfín de cuestionamientos existenciales.
La vendedora se va de la escena, y aparece la actriz que la hace, cuestionando su personaje y contraponiendo sus ideales y sus formas de analizar el comportamiento humano. Ella con muchísima sensibilidad entiende de esperanza y cree en las otras firmas de concebir el mundo, con más corazón, y cuenta la historia real de una madre y sus hijos que caen de un avión, de cómo ella logra enseñar a sus hijos como salvarse después de que ella fallezca, y se abre otra ventana para mirar el mundo.
Cuando la vendedora vuelve a escena, es otra vez para vomitar verdades de las que somos capaces los humanos, y se retira a esperar la decisión de sus posibles compradores que deberán pensar para eso, a las personas como mercancía. La transformación de actriz en estas dos mujeres se logra con mucha hidalguía. Y la posibilidad de aplaudir a la artista de pie, no es factible por la forma en que termina a obra. Y entonces la sensación que se lleva el público, que vio desnudada su humanidad, dura un poco más. Excelente versión, dirigida por Gianluca Barbadori.
La obra “Tocar un monstruo” y su singularidad habla de desamor
La obra “Tocar un monstruo” se presentó en la sala mayor del coliseo mencionado, llegó desde Uruguay a este festival internacional, y propone una historia en la que la muerte, los nuevos flagelos (redes e influencers), los viejos (maltrato a la mujer), las diferentes clases sociales, y la soledad y la mente de los adolescentes en este tiempo, se van entrelazando en diferentes diálogos.
La escenografía está lograda con un mismo dispositivo que cambia de posiciones para las diferentes escenas, donde sólo dos actrices se ponen en la piel de los diferentes personajes. Hubo un crimen, y desandar la historia habla de desamores, desatenciones, de cómo lo impersonal de los manejos de los conflictos, afecta a niños adolescentes, y a las relaciones familiares y afectivas.
Cada escena en esta obra nos acerca más a ese monstruo, que hoy parece que no podemos dominar. Un grito desgarrador en el final, de una persona sin afecto, sin abrazos, sin salidas, provoca la reflexión fuerte y emotiva de un público que se irá desmenuzando este mensaje. Las intérpretes, Dahiana Méndez y Carla Moscatellientran son quienes salen de distintos personajes con mucha soltura. Se trata de una obra escrita por Gabriel Calderón, y cuenta con la dirección de Gustavo Kreiman y Leonardo Sosa.