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1 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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Todos necesitamos una Susi

Lunes, 01 de septiembre de 2025 00:00

Es difícil envejecer. Asumir que el cuerpo cambia, la piel se vuelve finita, las canas invaden la cabeza, y crecen pelos en la barbilla. ¡Qué difícil es mirarse al espejo y no reconocerse! ¿Quién es esa señora arrugada que se levanta con el ceño fruncido como si estuviera enojada? Ah, soy yo, mucho gusto.

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Es difícil envejecer. Asumir que el cuerpo cambia, la piel se vuelve finita, las canas invaden la cabeza, y crecen pelos en la barbilla. ¡Qué difícil es mirarse al espejo y no reconocerse! ¿Quién es esa señora arrugada que se levanta con el ceño fruncido como si estuviera enojada? Ah, soy yo, mucho gusto.

Pero, además de la imagen física, hay una realidad que nos cuesta asumir, y es que por dentro también hemos cambiado, no somos los mismos de antes. Intentamos, nos esforzamos, alzamos pesas, practicamos deporte, tomamos vitaminas, pero el cuerpo ya no se recupera tan rápido como antes, los huesos son menos resistentes y una caída o lesión puede significar el fin de una actividad que practicamos toda la vida. Muchas veces me encuentro a mí misma quejándome de los efectos del paso del tiempo, añorando una juventud que ya no volverá, lamentándome de las cosas que ya no puedo hacer. Para colmo, siempre hay alguien igual o en peor condición, dispuesto a conmiserarse con uno y acompañarnos a llorar sobre el tejado, cual gatos vagabundos.

Hace un par de días, en el lugar y momento menos pensado, un grupo increíble de personas adultas me recordó la importancia de la actitud positiva, enfocarse en lo importante y proyectar hacia el futuro.

Resulta que acompañé a mi amiga Susi a un evento de gente mayor, es decir adultos +60. Ella, que se acerca a sus flamantes 86 años, me esperaba puntual en la entrada del salón, con su sonrisa amplia de siempre, el peinado impecable, las uñas y labios rojos dignos de una reina, y en su cuello, un hermoso collar de cuentas de colores. La convocatoria indicaba que sería una mañana para desayunar y compartir, así que en mi cabeza yo me había hecho la imagen de un grupo de señoras bien arregladas, sentadas tranquilamente, charlando con voz decente y tomando té con masas dulces. Pero me equivoqué. La música fuerte con ritmos salseros apenas nos permitía dialogar. Unas cuarenta personas mayores, charlaban y reían animadamente debajo de una bola de espejos mientras se servían sándwiches, frutas, tortas, jugos y café de un buffet abundante. A un costado, dos stands de juegos, uno de canicas, otro de lotería y, sobre el escenario, presidiendo la ceremonia, un simpático señorcito en traje de lentejuelas doradas animaba un juego de preguntas y respuestas. La mañana transcurrió entre juego y juego, hasta que de pronto el animador anunció el momento del baile y la elección a la mejor pareja. Enseguida Susi se puso de pie, se sacó el abrigo y juntas nos preparamos para mostrar nuestras destrezas sobre la pista. Pasamos por todos los ritmos: salsa, ranchera, rock, cumbia. Bailamos de la mano, abrazadas, a veces coordinadas y otras no. Aunque no ganamos, nos reímos tanto que volvimos satisfechas y exhaustas a nuestra mesa.

Cuando mi esposo me preguntó de dónde venía con esa cara de cansada, le comenté que había estado en una reunión de adultos mayores y, apenas terminé de decirlo, sentí que aquella descripción no le hacía honores a la tremenda fiesta a la que acababa de asistir.

Aquel día me quedé pensando en cómo seré yo a los 86 años. Entiendo que hay una forma de prepararse para llegar bien a esa edad, practicar el agradecimiento, cultivar amistades, rodearse de gente positiva. Me prometí trabajar en eso, desenfocarme del aspecto y trabajar en el adentro; cualquier cosa antes que terminar amargada, chancletuda y quejosa tirada en una cama o empastillada. Yo quiero ser como mi amiga Susi, ¿y saben por qué?

Porque Susi baila, se divierte, tiene proyectos.

Susi es una lectora voraz, consume libros en pocos días y siempre quiere leer más.

Susi tiene memoria de paquidermo, hace macramé, encuadernaciones artesanales y teje llaveros en forma de corazones.

Susi hace gimnasia cada día al levantarse, y luego saca a pasear a su perro, un enorme husky que la duplica en peso y la quintuplica en energía, pero que se transforma en un peluche mimoso y protector cuando está a su lado.

Susi disfruta de un sushi o un café, de una copa de vino, de una charla interesante, y de muchas amigas de todas las edades.

Susi sabe reírse, sabe escuchar, abrazar y acompañar.

Es muy necesario e importante tener una Susi cerca, que nos enseñe a valorar lo importante y disfrutar cada momento, como un regalo extra que nos da la vida.

Y vos, ¿ya tenés a tu Susi? Comentame en Ig @siletreando

 

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