Los yacimientos minerales se originan, en términos generales, por tres procesos naturales: sedimentario, metamórfico y magmático. En este artículo nos enfocaremos en el origen magmático, ya que permite comparar los yacimientos en la superficie terrestre con los submarinos, además de ser el tipo más abundante en la naturaleza.
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Los yacimientos minerales se originan, en términos generales, por tres procesos naturales: sedimentario, metamórfico y magmático. En este artículo nos enfocaremos en el origen magmático, ya que permite comparar los yacimientos en la superficie terrestre con los submarinos, además de ser el tipo más abundante en la naturaleza.
El magma es una sustancia de roca fundida a más de 1.000 °C, formada por diversos procesos geológicos y alojada en cavidades llamadas "cámaras magmáticas". Bajo ciertas condiciones, este magma asciende hacia la superficie. En su recorrido, comienza la cristalización de minerales de alta temperatura y, a medida que se enfría, se van formando otros minerales. Al final del proceso, las aguas termales asociadas también generan minerales a menor temperatura.
Las erupciones volcánicas submarinas son más frecuentes que las continentales, pero suelen pasar desapercibidas debido a la alta presión del agua en las profundidades oceánicas, que disuelve los gases y frena el avance del magma, impidiendo la formación de señales visibles en la superficie del mar. Existen, sin embargo, excepciones.
La mayor actividad magmática submarina se registra en las dorsales oceánicas, zonas de separación entre placas tectónicas. Esta intensa actividad, vinculada al ascenso de grandes volúmenes de magma, favorece la formación de diversos tipos de minerales. Además de las dorsales, los yacimientos también pueden localizarse en llanuras abisales, montañas submarinas y fuentes hidrotermales.
El magmatismo submarino, es de carácter "básico" por su composición química, es menos viscoso y las rocas originadas son de tonalidades más oscuras con respecto al de otros magmas. Proviene de grandes profundidades y da origen a minerales económicamente relevantes como el cobre, el platino y el cromo.
Entre los minerales de interés económico presentes en los fondos marinos destacan el níquel, el cobalto y el manganeso, siendo estos los más abundantes. También se encuentran tierras raras, así como plata, oro, cobre y zinc, muchas veces en concentraciones superiores a las halladas en minas terrestres. Asimismo, los llamados sulfuros masivos, ubicados en antiguas fuentes hidrotermales, contienen metales como oro, plata, plomo y zinc.
Aunque la presencia de estos minerales es conocida desde hace décadas, el auge de las energías renovables ha renovado el interés por la minería submarina, especialmente como alternativa a los combustibles fósiles. A esto se suma la futura escasez de ciertos minerales en los continentes, lo que probablemente impulsará su extracción en los océanos, a pesar del desarrollo de minerales sintéticos.
La minería submarina, sin embargo, enfrenta enormes desafíos. Requiere tecnologías completamente distintas a las empleadas en la minería terrestre, muchas de las cuales aún no están plenamente desarrolladas. Además, existen importantes riesgos ambientales: destrucción de hábitats, contaminación acústica, alteraciones químicas en el agua y cambios en la topografía marina, entre otros. Estos impactos, a diferencia de los problemas ambientales en tierra, son mucho más difíciles de abordar debido a la inaccesibilidad de los entornos submarinos.
Una vez extraídos, los minerales deben ser transportados a tierra para su procesamiento, etapa que también plantea desafíos ambientales y logísticos.
En resumen, aunque aún queda un largo camino por recorrer, el desarrollo de la minería submarina parece inevitable. Si existe la voluntad política y el respaldo empresarial, la tecnología necesaria podría llegar más pronto que tarde, abriendo las puertas a una nueva frontera en la exploración y explotación de recursos minerales.