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10 de Agosto,  Jujuy, Argentina
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Los berrinches de un ojo desgraciado

Domingo, 23 de marzo de 2025 01:00
OJO INSOLENTE | “NO ME PICA, NO ME PICA, NO ME PICA”.

¿Alguna vez les ha pasado que su propio cuerpo se encapriche, les tome el pelo o les juegue una mala broma? Lo pienso mientras salgo del laboratorio donde me acaban de hacer un chequeo, una densitometría. Para el que no conoce el estudio, les cuento que uno debe acostarse sobre una camilla y quedarse quieto mientras un aparato va escaneando por sección, las partes del cuerpo. Perdonen los doctores si no describí correctamente este procedimiento, pero para esta historia, esta vaga explicación alcanza.

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¿Alguna vez les ha pasado que su propio cuerpo se encapriche, les tome el pelo o les juegue una mala broma? Lo pienso mientras salgo del laboratorio donde me acaban de hacer un chequeo, una densitometría. Para el que no conoce el estudio, les cuento que uno debe acostarse sobre una camilla y quedarse quieto mientras un aparato va escaneando por sección, las partes del cuerpo. Perdonen los doctores si no describí correctamente este procedimiento, pero para esta historia, esta vaga explicación alcanza.

Bueno, ahí estaba yo, muy obediente y lista, recostada en la camilla, boca arriba, con las piernas apenas separadas, solo los dedos gordos haciendo contacto, los brazos a los costados, las manos abiertas, con las palmas hacia abajo, preparada para los escasos diez minutos que tardaría el estudio. La radióloga, muy amable, me pidió: "No se mueva, quédese quieta, quieta, quietita que ya empezamos" Y apenas terminó de decir esta palabra, se encendió el brazo robot sobre mí y, al unísono, me empezó a picar el ojo izquierdo. No puede ser, pensé, ¿cómo que me pica el ojo? Parece hecho a propósito, si hasta hacía dos segundos estaba perfecta. Pero, sí, me picaba el ojo. Pasé por todos los estadios, la negación, el rechazo, la aceptación, y el auto convencimiento de que podría soportar a fuerza de control mental, las ganas de rascarme. "No me pica, no me pica, no me pica".

Lastimosamente, no funcionó, seguía picando ese ojo malvado. Mientras tanto, el scanner seguía moviéndose pausadamente sobre mí. "Quietita" me había pedido la señorita, y yo estaba dispuesta a cumplir con esa orden. Cerré los ojos, los volví a abrir, el maldito ojo seguía picando, y cada vez más. Entonces se me ocurrió enfocar mi atención en otra cosa, en las tres manchas de humedad en el techo, por ejemplo. Una tenía forma de bailarina, con tutú, en puntas de pie y con cabeza en forma de almendra. íPicaaaaaaaaa! Al lado, su hijito, con la misma cabeza de almendra, haciendo la vertical. Los dos, muy marrones oscuros, parecían bailar al ritmo de la máquina chchch chchch chchch que a esas alturas recorría mi ombligo. El hijito de la bailarina tenía una sola pierna, con un zapato grande. No, corrijo, en realidad, tenía las piernas muy flacas, y muy juntas, por eso me parecían una. íAy, no estaba alcanzando! Sentía ganas de cepillarme el ojo con una esponja de alambre.

Al costado de la madre bailarina y su hijito, un hombre sapo de marrón claro les tomaba fotografías. Tenía una cabeza grande, con un sombrerito deformado cayéndole de costado. Estaba enojado y movía la cabeza al compás del chchch chchch de la máquina, porque el niño no se quedaba quieto, y la madre no lo reprendía. íY a mí me seguía picando tanto ese ojo desgraciado!

Chchch chchch chchch, zas. "íListo! Terminamos, ya puede levantarse" me dijo la señorita de repente. Entonces, lo primero que hice fue llevarme la mano al ojo para restregarlo de una buena vez y, ¿pueden creerlo? el muy astuto, insolente y desagradecido, ya no picaba más.

 

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