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10 de Agosto,  Jujuy, Argentina
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La llamada

Lunes, 10 de febrero de 2025 07:56

La mañana en que Lucía se enteró de que su mamá Pilar había fallecido, las calles de San Francisco estaban desaparecidas bajo el lodazal. La tormenta no cesaba. El muchacho que le había avisado del llamado en la cabina telefónica andaba en burro y se marchó apenas entregó el mensaje.

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La mañana en que Lucía se enteró de que su mamá Pilar había fallecido, las calles de San Francisco estaban desaparecidas bajo el lodazal. La tormenta no cesaba. El muchacho que le había avisado del llamado en la cabina telefónica andaba en burro y se marchó apenas entregó el mensaje.

Lucía supo al instante que algo mal había pasado. Enseguida buscó las botas de lluvia, una campera rompeviento con gorro y se fue caminando despacio, apoyada en el brazo fuerte y seguro de Fredy, su compañero desde hacía treinta años.

Las calles de San Francisco se habían convertido en ríos de barro que corrían hacia las partes bajas replicando las ondulaciones del terreno. En el camino a la cabina telefónica tuvieron que resguardarse varias veces de algunos palos y ramas que traía la corriente de agua y, de regreso, con la corriente en contra, la dificultad empeoraba. Durante esa caminata Lucía decidió que debía estar en el sepelio de su madre. Muchas veces había imaginado lo que haría el día que Pilar muriera, y ahora que llegó ese momento, el primer pensamiento claro que tuvo, es que quería estar allí para despedirla.

La pena le corría por el cuerpo, con la misma fuerza y continuidad con que el agua atravesaba los sen‑ deros y calles del pueblo de San Francisco. Los recuerdos se atiborraban en su cabeza, chocándose, sin orden, sin lógica. (à)

A media mañana Lucía y Fredy habían guardado sus cosas y cerrado con llave la hostería. Cargados solo con una mochila, un bastón y un piloto de lluvia cada uno, partieron caminando lentamente hacia la salida del pueblo y, luego, hacia el camino principal. Caminarían los cuarenta y cinco kilómetros hasta la ruta 34 que los conectaba con la ciudad de Ledesma. Ese era el plan.

Bajo la copiosa lluvia, no podían ni siquiera escucharse el uno al otro, debían concentrarse donde pisaban, donde apoyar el bastón. Sería larga la caminata al compás de la lluvia.

Fue así que Lucía empezaba la intensa caminata a través de la tormenta y las yungas, recorriendo a cada paso, las imágenes de su vida y la de su madre. La peregrinación hacia el entierro de Pilar.

Fragmento de la novela “Los nombres del calendario”, de Silvina Brizuela

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