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10 de Noviembre,  Jujuy, Argentina
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El nuevo eje del poder es demográfico

Domingo, 09 de noviembre de 2025 22:17

POR ALEJANDRO SAFAROV

Director de Carrera Relaciones Internacionales UCSE-DASS Integrante

Departamento de América Latina y el Caribe

IRI-UNLP y del Consejo Federal de Estudios Internacionales -CoFEI-

El nuevo eje del poder mundial ya no se mide sólo en PIB, ejércitos o chips. Hoy la verdadera frontera es la demografía: los países que tienen jóvenes para sostener el futuro versus los que no están haciendo los deberes para tenerlos. Esa línea silenciosa va a definir riqueza, estabilidad y paz. La tasa de recambio demográfico -también llamada tasa de reemplazo generacional- es el número promedio de hijos que debe tener cada mujer para que una población se mantenga estable en el largo plazo, sin crecer ni reducirse, asumiendo que no hay migración.

El valor de referencia global es 2,1 hijos por mujer; ese número compensa: A las mujeres que no tienen hijos, a los hombres que no se reproducen y a la mortalidad temprana antes de la edad fértil. Si un país está por debajo de 2.1, su población tenderá a disminuir y envejecer, salvo que reciba inmigración suficiente.Si está por encima, su población crece y se rejuvenece, siempre que exista mortalidad baja.

Empecemos por el país del sol naciente, más del 30% de la población de Japón son mayores de 65 años y pierde más de 600 mil habitantes por año. Corea del Sur tiene la fertilidad más baja del planeta (0,72 hijos por mujer). China, luego de convertirse en el motor industrial del mundo, enfrenta más muertes que nacimientos y tiene más de 210 millones de mayores de 65 años. Rusia supera el 15% de adultos mayores. Estados Unidos avanza hacia un 23% de mayores de 65 en 2040. Sin migración, estas sociedades se encogen y envejecen.

En esos términos parece ser que Europa es el continente más complicado, el espejo más evidente del desafío demográfico global. El continente tiene una tasa de fertilidad promedio cercana a 1,5 hijos por mujer, muy por debajo del nivel de reemplazo. Países como Italia, España, Portugal y Grecia ya se mueven entre 1,2 y 1,4, mientras que Alemania y Francia, aun con inmigración, rondan 1,5–1,8. Hoy la edad media europea supera los 44 años y se proyecta que para 2050 cerca de un tercio de su población tendrá más de 60 años. En ciudades como Roma, Madrid o Berlín hay más ataúdes que cunas.

En la actualidad, Europa tiene más enfermeras cuidando ancianos que maestras enseñando niños, y en varios países el número anual de fallecidos supera al de nacimientos. De ahí el debate que atraviesa al continente: ¿Cómo sostener el Estado de bienestar sin nacimientos suficientes y con sociedades que resisten los flujos migratorios? Europa será el primer laboratorio del mundo donde la ecuación "más longevidad + menos hijos + rechazo a la migración" pondrá a prueba la sostenibilidad económica, social y cultural de un continente que alguna vez exportó población... y hoy compite desesperadamente por repelerla.

Europa enfrenta una contradicción que define su futuro: necesita inmigrantes para sostener su demografía y su economía, pero a los que ya están adentro no los integra plenamente por temor a "perder identidad", modificar su cultura o alterar su equilibrio social. La tensión es evidente: países que envejecen, con baja natalidad y sistemas de bienestar cada vez más costosos, pero que debaten muros, visados, cuotas y fronteras internas como si el tiempo no corriera. Ese miedo identitario -alimentado por populismos, inseguridades económicas y discursos nacionalistas- convive con la realidad de que, sin inmigración, Europa tendrá menos trabajadores, menos innovación y menos fuerza productiva. El futuro europeo dependerá de su capacidad para superar el miedo cultural y entender que sin nuevos habitantes no hay civilización que perdure.

En el otro hemisferio demográfico aparecen las economías con pulso. India es el caso más importante del siglo XXI: ya es el país más poblado del mundo, con 1.430 millones de habitantes, 75% de menores de 35 años, una edad media de 28 años y una fertilidad cercana a 2 hijos por mujer, casi en nivel de reemplazo. Mientras China envejece, India se convierte en la mayor reserva de energía humana, innovación y fuerza laboral del planeta. El siglo que viene tendrá acento hindi tanto como tuvo acento chino.

Del mismo modo, África se presenta como el corazón demográfico del planeta. El continente tiene una tasa de fertilidad promedio cercana a 4 hijos por mujer, el doble que la media mundial. Más de 1.500 millones de habitantes viven allí y ese número superará los 3.200 millones en 2070, lo que significa que una de cada tres personas jóvenes del mundo será africana. Países como Nigeria, que hoy ronda los 230 millones, alcanzarán cerca de 400 millones de habitantes en 2050, superando a Estados Unidos en población activa. Más del 60% de los africanos tiene menos de 25 años y, en naciones como Níger, Chad o Somalia, la población menor de 18 años supera el 50%. Este ciclo demográfico masivo es, al mismo tiempo, una oportunidad y un desafío: una fuerza laboral gigantesca que puede impulsar desarrollo -o, si falta educación, inversión y estabilidad política- convertirse en migración masiva, informalidad estructural y nuevos focos de tensión global.

No es sólo cuántos somos; es cómo vivimos, trabajamos y envejecemos. Más de 123 millones de desplazados forzosos y casi 300 millones con hambre severo, muestran que el planeta todavía puede generar juventud... pero tiene dificultades para gestionar igualdad y estabilidad.

Esto no significa descartar a los mayores, las sociedades sanas integran experiencia y energía, memoria y creatividad. Los mayores sostienen valores, cultura, comunidad; los jóvenes aportan innovación, cambio, impulso. No se trata de reemplazar, sino de conectar generaciones.

El mundo ya lo entendió: los países envejecidos desarrollan la "economía plateada": salud, tecnología asistida, vivienda adaptada, ocio y cuidado. Las naciones jóvenes, en cambio, son el polo de innovación, consumo, educación, talento digital y expansión urbana. Los viejos necesitarán jóvenes; los jóvenes necesitarán oportunidades.

Y entonces aparecen las preguntas claves para cada país: ¿Quién pagará jubilaciones y cuidados cuando haya más adultos que trabajadores?, ¿Quién sembrará y producirá? ¿Robots y drones en campos sin jóvenes?, ¿Quién defenderá territorios cuando las guerras sean entre IA y ejércitos automatizados? y ¿Quién gobernará cuando la identidad política se forme en redes y no en partidos?

En esta transformación, el Norte argentino tiene una ventaja estratégica: juventud. En varias provincias del NOA, más del 30% de la población es menor de 25 años. A eso se suman sol, minerales críticos, cultura, diversidad, universidades, paz social y la salida bioceánica hacia el Pacífico.

Pero la juventud sin oportunidad migra. Y una región que exporta jóvenes importa atraso. El desafío es claro: educar, formar, retener y atraer talento; conectar ciencia, litio, energías limpias, logística, turismo, cultura, agronegocios sostenibles y tecnología.

En un mundo que envejece, el NOA todavía nace. Convertir esa vitalidad en proyecto será la diferencia entre ser espectadores del siglo XXI o ser su punto de partida. El recurso más escaso del mundo ya no es el petróleo ni el litio: es un joven con futuro. Y nosotros todavía los tenemos, no los perdamos.

(*) El licenciado en Relaciones Internacionales Alejandro G. Safarov, es director de la carrera de Relaciones Internacionales de la Ucse Jujuy, miembro del Departamento de América Latina y el Caribe del IRI- Universidad Nacional de La Plata e integrante del Consejo Federal de Estudios Internacionales (Cofei).

 

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