Existen fenómenos naturales que, por su impacto, suelen ocupar la atención de los medios de comunicación y de la opinión pública, aunque con frecuencia el interés decae pocos días después. Entre ellos, los más recurrentes son los terremotos y los volcanes. Ambos son consecuencia de procesos geológicos que ocurren en el interior del planeta y se manifiestan en la superficie terrestre. Cuando estos eventos suceden en zonas pobladas, pueden provocar graves pérdidas económicas y víctimas fatales, dependiendo de la densidad demográfica y del tipo de actividad económica de la región.
Los volcanes pueden generar terremotos de baja magnitud, conocidos como "sismos volcánicos", que normalmente no representan un riesgo significativo para la población. Estos movimientos se producen por la presión y fractura de las rocas debido al ascenso del magma -que en la superficie se denomina lava- hacia el exterior. La actividad sísmica es uno de los indicadores más importantes para prever una posible erupción. En síntesis, el origen de un volcán está vinculado a la presencia de magma generado por las altas presiones que se producen en el interior del planeta.
Por otro lado, los "sismos destructivos" tienen, en su mayoría, un origen tectónico. Sin embargo, además de los de tipo volcánico, existen otros factores que pueden producir temblores, como deslizamientos de terreno, derrumbes, explosiones o incluso el tránsito de camiones de gran porte. Los temblores en la tierra se refieren a terremotos, que en algunos casos generan confusiones las definiciones. Algunas personas hacen diferencia entre terremoto y sismo, al primero de alta magnitud y al segundo de baja magnitud. En realidad, no es necesaria esta diferencia porque existen las escalas de Richter y Mercalli. Los temblores del suelo se pueden definir, indistintamente, como terremotos, sismos, movimientos telúricos, seísmos.
En algunas regiones, la presencia simultánea de volcanes activos y terremotos de considerable magnitud puede dar la impresión de que ambos fenómenos comparten un mismo origen. No obstante, esto no es del todo correcto.
Es cierto que un volcán activo puede generar sismos intensos en ocasiones, por ejemplo, cuando el ascenso del magma reactiva fracturas preexistentes o cuando el colapso parcial del cono volcánico provoca desplazamientos bruscos de material. Del mismo modo, un terremoto puede desencadenar la erupción de un volcán si existe una cámara magmática cercana a las fracturas que se activan durante el sismo. En tales casos, ambos fenómenos pueden ocurrir de forma simultánea o sucesiva.
En los bordes de las placas tectónicas se producen procesos de subducción, en los cuales una placa se desliza por debajo de otra. Este fenómeno genera grandes presiones litosféricas y altas temperaturas, favoreciendo la formación de cámaras magmáticas y, en consecuencia, de volcanes. Las placas se desplazan constantemente; cuando se traban, acumulan energía que, al liberarse bruscamente, produce un terremoto. Si en la zona existe una cámara magmática cercana, el sismo podría activar una erupción, aunque esta última no tiene la capacidad de generar un terremoto destructivo. La subducción es común alrededor del océano Pacífico, razón por la cual esta región se conoce como el "Cinturón de Fuego del Pacífico", donde se concentran numerosos volcanes y sismos de gran intensidad.
En síntesis, un terremoto no origina un volcán, y la actividad volcánica, aunque produce sismos locales, no genera terremotos destructivos. La coincidencia de ambos fenómenos en una misma región suele ser, en la mayoría de los casos, una simple casualidad geológica.