Las bellas obras que engalanan las noches con el desfile de carrozas en la Ciudad Cultural, no hacen más que reafirmar la enorme capacidad creativa de nuestra juventud.
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Las bellas obras que engalanan las noches con el desfile de carrozas en la Ciudad Cultural, no hacen más que reafirmar la enorme capacidad creativa de nuestra juventud.
Nos llena de orgullo y reaviva la esperanza de un país como merece cualquier argentino o ciudadano de bien. Sencillamente son fabulosas, fantásticas. íComo sacadas de una galera! Su construcción, prácticamente elaborada con materiales de “demolición” no reconoce fronteras en las páginas de lo posible. De cualquier forma superan dificultades y dan terminación a la magia de la invención y esfuerzo.
íCuánta entrega! Me pregunto. ¿En qué recodo del camino, en cual vuelta de la vida se pierde ese entusiasmo intenso, realismo y práctica a obra tan increíble? El detalle quizá solo esté en comenzarla tarea confiado en su realización, convencido de poder vencer las dificultades y luego mirar con orgullo lo logrado; un “casi” imposible de arranque.
Y digo, si imitamos a los chicos, le ponemos el hombro al país, ¿no podremos revertir tantos sufrimientos y privaciones?
En el evangelio de Lc. del domingo pasado quizá podamos encontrar una explicación, cuando habla del mal administrador y sus consecuencias. Ofrece a la reflexión la parábola de la administración de los bienes. Jesús presenta dos facetas, la primera del administrador deshonesto y a continuación la exhortación sobre el dinero. Allí encuentra una salida pronta frente a una realidad inesperada. Capacidad crítica y creativa para resolver los problemas que se presenten. Los chicos a lo mejor sin conocer el evangelio, obran siguiendo los consejos de Jesús y logran su propósito. Los adultos, que seguramente lo escucharon del sacerdote parecen sordos, mientras, el país lentamente se precipita al abismo, increíblemente para regocijo de algunos no reaccionan y más bien empujan al precipicio. ¿Y si seguimos el ejemplo de los chicos con las carrozas?
Comencemos entonces por no recibir nunca más los planes. ¿No será más honorable y ventajoso?, al menos recuperaremos la maltratada dignidad. Mientras, volvamos a lo primitivo, al ejemplo de los abuelos sembrando en el fondo y criando algún animal que enriquezca la dieta de la descendencia. Mientras nos arremangamos y colaboramos con la carroza de un país decente. Otro horizonte o realidad no se ve como posible.
El deterioro como bien lo dice Daniel Cerezo, no radica en el poco o mucho hambre que pase, sino en las más tristes de las pobrezas: cultural, dignidad, prejuicio, contexto de vulnerabilidad. . . íFantástico los jóvenes! íLamentable los adultos! A cargar fuerzas entonces que aún estamos vivos y podemos revertir toda la alegría de algunos países listos para el zarpazo. El contexto en que hoy vive la humanidad no permite otro análisis. Si por lo que atañe a nosotros poco importa, al menos hagámoslo por nuestros hijos. . . y de última por lo que aún queda de nuestra aporreada dignidad.