Vivimos en un mundo donde la validación externa parece ser el barómetro por el cual medimos nuestro valor. Desde muy pequeños, aprendemos a buscar la aprobación de los demás: de nuestros padres, maestros, amigos, colegas, incluso de desconocidos en las redes sociales.
inicia sesión o regístrate.
Vivimos en un mundo donde la validación externa parece ser el barómetro por el cual medimos nuestro valor. Desde muy pequeños, aprendemos a buscar la aprobación de los demás: de nuestros padres, maestros, amigos, colegas, incluso de desconocidos en las redes sociales.
Crecemos pensando que ser elegidos es sinónimo de ser valiosos. Y si no somos los seleccionados para el equipo, para el ascenso, para el amor, es porque algo en nosotros no es suficiente. Pero, ¿qué sucede cuando no somos elegidos? ¿Perdemos nuestra valía? ¿Nuestro valor intrínseco se desvanece?
La realidad es que la percepción externa nunca define quiénes somos realmente. Nuestra valía no depende de ser aceptados, reconocidos o amados por los demás. No somos una moneda en circulación, cuyo valor depende del mercado en el que nos encontremos. Nuestro valor es intrínseco, no cambia con las circunstancias, ni con las opiniones de otros.
Podemos no ser la elección de alguien, y eso está bien. Tal vez no encajemos en la idea preconcebida de lo que debería ser el amigo ideal, el compañero perfecto o el empleado del mes. Puede que nuestros talentos no se alineen con lo que otros buscan en un momento determinado. Y aunque esas situaciones puedan doler, no tienen nada que ver con nuestra valía como seres humanos.
Es fácil caer en la trampa de pensar que nuestra identidad depende de lo que los demás piensen de nosotros. Pero la verdad es que cada persona ve el mundo desde su propio conjunto de lentes, con sus propias historias, heridas y expectativas. No ser elegido puede tener más que ver con lo que la otra persona está buscando, con sus necesidades y su percepción, que con quiénes somos en realidad.
La aceptación es un acto propio. Ser consciente de nuestro valor implica cambiar el enfoque de la mirada externa hacia el interior. Aceptarnos y valorarnos a nosotros mismos es un acto revolucionario en un mundo que constantemente nos dice que debemos ser diferentes para ser amados.
Esta aceptación no es pasiva ni resignada; es un acto de autoafirmación. Es reconocer que somos dignos, que nuestra esencia es valiosa por el simple hecho de existir. Cuando nos aceptamos con todas nuestras virtudes y defectos, nuestras luces y sombras, comenzamos a liberarnos de la necesidad de la aprobación constante, nos damos permiso para ser auténticos, para vivir nuestra verdad sin miedo al rechazo.
Esto no significa que no busquemos mejorar, crecer o aprender, sino que lo hacemos desde un lugar de amor propio, no desde la desesperación por ser aceptados. Resignifiquemos el rechazo. Éste, cuando se observa desde una perspectiva más amplia, es una oportunidad ya que nos empuja a crecer, a reflexionar sobre nuestras expectativas y a redescubrir lo que realmente es importante para nosotros.
No ser elegidos puede ser un llamado a revalorar nuestros propios deseos y a reorientar nuestra vida hacia aquello que realmente nos hace felices. A veces, el no ser elegidos abre puertas a caminos que jamás habríamos imaginado. Nos fuerza a repensar nuestra propia narrativa, a despojarnos de expectativas ajenas y a construir un camino propio, más alineado con nuestra verdadera esencia.
Es crucial recordar que no ser la elección de alguien no resta un ápice de nuestra dignidad. No somos menos valiosos porque alguien decida no tenernos en su vida, porque no nos den un trabajo, o porque no recibamos el reconocimiento que esperábamos. Somos valiosos por lo que somos, por la manera en que amamos, por lo que soñamos y que enfrentamos cada día con valentía. El verdadero trabajo comienza dentro de nosotros mismos. Se trata de cultivar una relación amorosa y compasiva con nuestro ser, de hablar con amabilidad cuando cometemos errores, de aplaudirnos por nuestros logros, por pequeños que sean, y de abrazarnos en nuestros momentos de duda.
No permitamos que la falta de reconocimiento de los demás determine cómo nos sentimos con nosotros mismos. Aunque no nos elijan, aunque no nos aplaudan, aunque no nos celebren, recordemos siempre que nuestro valor no cambia. Sigamos caminando con la cabeza en alto, sigamos creyendo en nuestra propia luz, porque al final del día, la persona más importante que necesita elegirnos, somos nosotros mismos. Namasté. Mariposa Luna Mágica.