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26 de Junio,  Jujuy, Argentina
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Imprescindibles ¿o no? Ella

Lunes, 05 de agosto de 2024 09:02
NO A LA VIOLENCIA/ NADIE PUEDE HACERTE DAÑO.

“Hoy vas a ser la mujer/ que te dé la gana de ser/. Hoy te vas a querer/ como nadie te ha sabido querer. . . “.

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“Hoy vas a ser la mujer/ que te dé la gana de ser/. Hoy te vas a querer/ como nadie te ha sabido querer. . . “.

María traga saliva con dificultad y sigue cantando la canción de Bebe mientras las lágrimas caen a borbotones de sus ojos hinchados “íhoy sabe que su vida nunca más será un fracasoooo!”. . . grita y llora de emoción, de alegría, de tristeza.

A María le duele el cuerpo. Se mira en el espejo y observa los moretones en su cara, en sus brazos y un hilo de sangre seca al costado de su labio inferior. Las marcas de la violencia física tardan en curarse, pero más tardan las del corazón. Ha sido una noche larga y recién ahora se da cuenta que no ha pegado un ojo. Como dice la canción “no ha dormido esta noche, pero no está cansada”. No le importa, sabe que lo ha logrado, ha podido liberarse del infierno en el que estuvo metida los últimos dos años.

La decisión final la tomó hace tres noches mientras miraba las noticias por televisión. El periodista informaba de un caso más de femicidio. La víctima había hecho varias denuncias por violencia de género, pero su exesposo se resistía a cumplir con la distancia ordenada por la justicia. Una mañana, aquella mujer llevaba a sus hijos al colegio. Él le cruzó su auto, se bajó y vació el cargador de su pistola sin piedad, matándola a ella y a sus dos pequeños hijos. María siempre se angustiaba con esas noticias, pero nunca las había relacionado con su propia vida. Hasta que escuchó a la madre de la pobre víctima comentar, al final de la nota:

-Yo les digo a las mujeres que estén atentas. No minimicen un empujón, una cachetada, un ataque de furia, porque eso sólo será el comienzo del infierno. Mi hija tendría que haberlo dejado después de la primera agresión, pero no lo hizo. Aléjense enseguida porque cada día será más difícil. . . ., concluyó la pobre mujer, entre lágrimas.

María apagó el televisor. De pronto se sintió en peligro. Algo había hecho clic en ella y empezó a recordar los ataques de celos de Eugenio, los apretones de mano o tirones de cabello cuando salían y ella saludaba a otros hombres, aunque fueran amigos. Le exigía que mantuviera una aplicación en el celular para poder rastrearla todo el tiempo, “por tu seguridad” le había dicho. María no podía ir a tomar un café con amigas y hacía meses que no veía a su familia. La había separado de todos. También recordó cuando ella quemó con la plancha, sin querer, su camisa preferida. Él le gritó “estúpida”, le pegó un empujón que la dejó tirada en el suelo y la amenazó con quemarle la cara. Uno a uno fue recordando los insultos, los menosprecios y agresiones. No encontraba gestos de amor, realmente no había amor.

A partir de ese momento planificó todo y cuando Eugenio llegó a su casa anoche, encontró a María con una maleta lista para irse.

-¿Qué te pasa?¿A dónde vas?, le preguntó él, con un gesto de desprecio y levantando la voz.

-Me voy, Eugenio, esto se acabó. No me busques, no quiero verte más. Quédate con todo, no quiero nada, nada que me recuerde tu agresividad, tu violencia y tu odio.

-¿De qué hablas, estúpida? -enfurecido, se acercó a ella y la tomó por el pelo con fuerzas-.

-Suéltame, Eugenio, me voy.

-Tú no te vas a ningún lado -la empujó con rabia haciendo que se golpeara la cabeza contra la pared. María cayó al piso- ¿Desde cuándo piensas que puedes irte o dejarme ¿Quién te metió esas ideas en la cabeza?íTe voy a matar!

-No, por favor no me hagas daño, Eugenio, te lo ruego -imploró María, tratando de contener las lágrimas, mientras trataba inútilmente de levantarse-.

Pero ya Eugenio había empezado a patearla, en el cuerpo y en la cara. María cerró los ojos; quería gritar, pero de su boca solo salía un líquido caliente y agrio.

Los minutos que tardaron los policías en tirar la puerta abajo parecieron eternos. Tras ellos, los padres de María y unos paramédicos de la ambulancia que ella misma había llamado unos minutos antes de que Eugenio llegara. Estaba todo organizado y había salido como planeado.

. . . Hoy vas a descubrir que el mundo es solo para ti.

Que nadie puede hacerte daño, nadie puede hacerte daño.

Hoy vas a conquistar el cielo. Sin mirar lo alto que queda del suelo.

Hoy vas a ser feliz. Aunque el invierno sea frío y sea largo, y sea largo.

Hoy vas a conseguir reírte hasta de ti y ver que lo has logrado. . . Bebe- Ella.

Compositores: María de Las Nieves Rebolledo Vila.

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