La guerra de los alimentos finalizará en algún momento. Por ahora, sigue saturando a la gente con la impericia, la insensibilidad, la desidia y también posibles hechos de corrupción y falsos contratos (ya el gobierno se denunció penalmente a sí mismo y las investigaciones están en curso), de las autoridades del ministerio de Capital Humano. Ocurre que se han detectado en gigantescos galpones del gobierno toneladas de alimentos a punto de vencerse, y hasta un porcentaje ya vencido. Algo que muy bien podría agregarse como el octavo pecado capital, en un país con 55 por ciento de pobreza, 17 por ciento de indigencia, con un ingreso promedio que no llega a 300 dólares por mes. Horrible. No hay manera de defender la situación, cuando millones de argentinos, especialmente niños y ancianos, dependen de la asistencia alimentaria estatal o de comedores, merenderos y copas de leche, casi todos colapsados y en peligro de cerrar. El hecho generó que como árboles frondosos, broten denuncias, en contra de los funcionarios responsables.
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La guerra de los alimentos finalizará en algún momento. Por ahora, sigue saturando a la gente con la impericia, la insensibilidad, la desidia y también posibles hechos de corrupción y falsos contratos (ya el gobierno se denunció penalmente a sí mismo y las investigaciones están en curso), de las autoridades del ministerio de Capital Humano. Ocurre que se han detectado en gigantescos galpones del gobierno toneladas de alimentos a punto de vencerse, y hasta un porcentaje ya vencido. Algo que muy bien podría agregarse como el octavo pecado capital, en un país con 55 por ciento de pobreza, 17 por ciento de indigencia, con un ingreso promedio que no llega a 300 dólares por mes. Horrible. No hay manera de defender la situación, cuando millones de argentinos, especialmente niños y ancianos, dependen de la asistencia alimentaria estatal o de comedores, merenderos y copas de leche, casi todos colapsados y en peligro de cerrar. El hecho generó que como árboles frondosos, broten denuncias, en contra de los funcionarios responsables.
Lo curioso, es que la mayoría de los denunciantes, de clara militancia opositora al gobierno, son a su vez los denunciados e investigados por éste, por haber generado con su proceder supuestamente delictivo, y sobre todo corrupto, una multitud de pobres e indigentes a los que acostumbraron a vivir cautivos de la dádiva, el subsidio y las prebendas del "estado presente", que casi desplazó la cultura del trabajo. Y además, aprovecharon la situación de vulnerabilidad de los beneficiarios para recaudar pingües ganancias mediante la extorsión o facturando desde ambos lados del mostrador oficial. Son los mismos que invocando ideas supuestamente progresistas cultivaron durante años un gigantesco bosque de negocios particulares y políticos.
Hoy los enfrentamientos alcanzaron niveles obscenos. Gritos destemplados entre denunciados, chicanas, insultos, agresiones. Algunos en el propio recinto del Congreso, otros frente a impávidos jueces y camaristas que no atinan a poner orden ni en sus estrados. La contienda quiere demostrar quién fue corrupto primero y quién es más corrupto, mientras los medios de comunicación toman partido de manera grosera, o se les hace difícil informar zafando por la cornisa de la dudosa objetividad. Pero el barro salpica a todos. Ojalá la flamante arboleda que levantaron los nuevos denunciantes, como una cortina de humo, sea talada rápidamente para que vuelva a verse con nitidez el bosque aquel donde también habrá que talar tupido. Y que los responsables de éstas y aquellas afrentas a la dignidad de los argentinos, reciban el condigno castigo de la sociedad. Que la Justicia ahora sí, use la motosierra y tale aquí y allá y reparta condenas y limpie el territorio. Y que dejemos atrás este episodio vergonzoso, para no repetirlo nunca más. Hay tanto para construir o reconstruir si queremos aspirar a un futuro digno de ser vivido.
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