Hace 75 años llegó a las cálidas tierras ledesmense una voz y corazón de poeta, y alma de penitente enloquecido, le pusieron de nombres Carlos Fernando y apellido Mallagray, el mismo se descubre en "Cuantos Vientos" y en su poema "Provengo" dice: "Provengo de la tierra elaborada, / del sudor, del tesón / y del grumo deshecho por la azada. // Provengo de cereales pueblerinos / -allá en España- / de un Madrid y de un Epila zaragozana. // Provengo de un barco, un mar y una gaviota / que llevó un mensaje ovoide / hacia el centro de la tierra tucumana. // Y se incubó con sol / y dio sus frutos del calor en este clima / y estuvo en la dulzura de la caña /como intuyéndose mi vida".
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Hace 75 años llegó a las cálidas tierras ledesmense una voz y corazón de poeta, y alma de penitente enloquecido, le pusieron de nombres Carlos Fernando y apellido Mallagray, el mismo se descubre en "Cuantos Vientos" y en su poema "Provengo" dice: "Provengo de la tierra elaborada, / del sudor, del tesón / y del grumo deshecho por la azada. // Provengo de cereales pueblerinos / -allá en España- / de un Madrid y de un Epila zaragozana. // Provengo de un barco, un mar y una gaviota / que llevó un mensaje ovoide / hacia el centro de la tierra tucumana. // Y se incubó con sol / y dio sus frutos del calor en este clima / y estuvo en la dulzura de la caña /como intuyéndose mi vida".
Y en esta insistencia por descubrirse y encontrarse con sus raíces, desde que llegaron a esta nueva patria sostiene con su verbo poético la altura de la imagen y la forma de producir su primigenio canto: "Más tarde el subtropical ascenso / hacia el norte de esta patria incógnita / y la suerte de parir y procrearse / como el humo expansivo del incienso. // De allí vino mi padre / como sembrado por el padre viento / de allí provengo yo, / intencionado sembradío quieto. // Provengo del ángel el abrazo de inmigrantes / como consecuencia de miles de gestos / y tengo el alma almibarada / como substancia última del cielo".
Y al hablar de sus raíces también se acuerda de su Madre y la distingue con el mejor pergamino de sus versos: "A Gladys Mercedes Robles Iriarte, mi madre. // Me significas / la verdad, el pan y el sacrificio. // Me significas / renunciamiento, vigor y lucha nueva. // Eres simplemente la fuerte permanencia. // Me significas / el entendimiento, el abrazo, / el llanto / y una magnánime quietud / que amo y callo. / íCuánto me significas madre! Si yo no valgo tanto.
Y no se olvida de la otra madre, ella que nos trae la luz del libro y la palabra, no se olvida de "la seño", de su querida maestra: "Maestra de Palo Blanco", "A Ernestina Iriarte, mi abuela". "Cuando la chorba llegaba, / alertando a su piteada, / las zorras se estremecían / dele crujir con su carga. // íSí!, íllegó la señorita!, / y sólo eso faltaba / para que el rancho de paja, / se me volviera una escuela / de escudo y de tizas blancas. / De tablones que habían visto / los mil soles de la zafra, / pudieran armar paredes: cuatro aulas y una "casa". // Allí estuvo, señorita / dele quemar esperanzas, /en veinticinco diciembres / de Navidades escasas / creando un niño argentino / que hoy la recuerda y la abraza, / toda vez que tiene un ángel / revoloteando a su espalda...".
Al recordar su niñez también recuerda la tierra en que nació y escribe: "Al Ingenio Ledesma, mi pago". "Tiempo de niño", "Ya no está el tiempo de niño / por esas calles, contento, / mientras ochaban los caschis / y era de siesta el momento. // Ya no está el tiempo de niño / montando chorbas vacías, / con un cuchillo en la mano / y caña por la barriga. // Ya no está el tiempo de niño / en Ledesma por las tardes, / mirando volar cometas / como claveles del aire. // Ya no está el tiempo de niño / humeando en las chimeneas, / ni las coyas en la zafra, / ni en el río las bateas. // Ya no está el tiempo de niño / viviendo dentro mis años. / Lejos voló mi destino ... / tan lejos como mil cantos ... // Todo quedó tan distante / que miro con catalejos / los resquicios de mi alma / para no sentirme viejo."
También el poeta nos lleva al momento de la creación de su poesía, cuando la ve fuera de tiempo y ya lejana, en "A las cosas del mundo" (1978) si nos detenemos en su preocupación por la temática abordada nos encontramos con ideas que el hombre viene tratando desde épocas inmemoriales y seguirán siendo miradas del porvenir. Dice en "Duda": "¿Pensar qué será nuestro futuro? / ¿Tratar de imaginar nuestro destino? / No habremos de lograrlo íde seguro!, / entonces... ¿qué buscamos?, íqué seguimos? // Vivir con la esperanza de una mañana / que será probablemente como hoy, / como ayer o como siempre. Es la vida / que nos deja con la duda del ¿qué soy? Es la juventud del poeta que indaga, que escruta sin desparpajos se mete en los resquicios de la existencia, pregunta y contesta, es un filósofo poeta, casi desencantado habla como un sabio sin experiencia. En "Mirando". Carlos nos dice: "El humo del tren brotaba / contorneándose en los cerros / como una víbora brava / que quiere morder el cielo... // Se me achataron las casas, / borrados fueron sus techos / y hasta el rosal se me puso / oscuro en el cementerio. // En esta descripción poética encontramos el color local del tren del norte, y nos sorprende con una cuarteta, que repetirá en muchos otros poemas, donde remata con ironía y sarcasmo, como si buscara un efecto de ruptura dice: "Pasaba el tren descuidado / bramando y crujiendo, lento / en su pitear; y a un costado, / quedó saludando un muerto".
Esta columna de homenaje al Gran Poeta y paisano ledesmense deja abierto un cauce, para que especialistas e inquietos por la buena poesía lo busquen a Carlos Fernando Mallagray y le pregunten por "A las cosas del mundo".