Histoletras reconoce hoy a uno de los grandes creadores de Jujuy en el campo de la poética, Mario Raimundo Busignani. Nació en nuestra ciudad el 29 de septiembre de 1908. Tiene que haber sido una bella estación primaveral, para dar luz a un bate creador de la estatura de Mario Busignani. Sus inspiraciones de sonetos como "La Rosa", "Verano" e "Imágenes para un Río", son muestras de su carta de creador y poeta sonetista, nacido a comienzo del siglo XX.
Fue abogado, miembro del Directorio de Vialidad de la Provincia en 1935 y diputado por el departamento Capital 1936/1938 y diputado nacional en dos períodos, de 1938 a 1943.
En 1947 publica su primer libro de poesía "Tiempo ensimismado", continua con "Memoria del Asombro" (1950); "Imágenes para un Río" (1959); "Cifras de la Apariencia" (1970); "Cantos para Jujuy" (1980); y "Días Convocados" (1982), todos sus libros de poesías.
Integró la Comisión Provincial de Cultura entre 1956/58 y fue Integrante del grupo fundador de la Revista Tarja, junto a Néstor Groppa, Jorge Calvetti, Andrés Fidalgo y Medardo Pantoja (1955). También fue miembro de la primera Comisión de Escritores, bajo la presidencia de Jorge Calvetti (1957) y estuvo vinculado a la Agrupación Cultural Renacimiento, como director de teatro.
Poco antes de morir, en 1989 fue nombrado como Miembro Correspondiente a la Academia Argentina de Letras.
Es interesante su aporte Narrativo, en la revista Tarja Nº 8 (nov1957) porque toca una temática que lastima y demuestra un manejo de algo que conoce en profundidad al tratar la relación del hombre con la tierra donde trabaja y gana el sustento diario, y señala las desmesuras y consecuencias de esa misma relación, donde se explicita un hecho de violencia, tras la dura tarea con la caña, y nos despierta un sordo grito de una indefensa imilla y tierna puneña. Dice el poeta- narrador en "Zafra" (fragmento): "En grupos lentos, callados, sobre crujientes montones de 'maloja', van los peones cosecheros desde el cañaveral hacia el rancherío del lote; son indios puneños, de cenicienta greda y ojos indecisos, que visten barracán y guardacalzón de lona y evaden la pesada carga terrestre masticando hojas de coca. Los siguen hijos y mujeres que le llevan el apego y la comida y los ayudan en las tareas del surco, tan elementales como duras y premiosas. // En los callejones, sobre precarios rieles, a fuerza de hombres y caballos, está formado el trencito cañero que una "chorva" piafante arrastrará hasta el canchón del ingenio ... Tras el padre indiferente camina la Gabriela Puca con sus breves años indios, casi a la rastra de sus piernas, a medias sostenido el cuchillo por la endeble mano que ha deschalado cañas todo a lo largo del sol persistente... No mira la plantación que desborda su marea por los cuatro horizontes del valle ni el follaje de humo que la chimenea derrama arriba; repara, sin fijeza, en la marcha del padre, en sus secos talones remando en la chala que cruje, bajo las ojotas, como roída por profundos insectos.
Ahora la Gabriela Puca advierte que no trae consigo la muñeca de lana que lleva al cerco, todos los días, como un recóndito amuleto infantil, y anhelante y furtiva, vuelve sobre su marcha ... // Un soplo desmayado lame el cañaveral cuando la Gabriela alcanza los últimos surcos y recobra su rústico juguete; al asirlo se olvida del cansancio y renace niña ... En ese punto, de sorpresa y a medida de aliento, la topa el Asensio Limai, capataz mestizo que, de antes, la tiene perseguida con ojos y palabra. La Gabriela, casi disuelta en la noche creciente, se asusta de esa voz ardida de deseo y vino y tienta la fuga; antes una mano veloz capuja la pollera y la atrae imperiosa. Siente la Gabriela como si la oscuridad se llenará de garras repentinas y, aturdida, abandona el cuerpo y dispara, dentro de sí, por confusos atajos. Hasta que se recobra y en defensa desesperada, más por miedo y gesto instintivo, suelta un tajo ciego y ya está la sangre corriendo por el hombro hendido del mestizo. Ahora, quemado de rabia y celo, se desmanda un puma herido y en el ominoso ruedo no hay sino una "imilla inerme. El cañaveral se acobarda y hunde en la sombra cerrada. Distante suena el grito de las "chorvas" en marcha.
La Gabriela, yacente, crispa la mano en la muñeca de lana justo cuando el hombre se afloja y desarma sobre su cuerpo; horrorizada zafa y se levanta, los débiles pechos bañados en la sangre incesante del Asensio. Y va despacio hacia las luces lejanas, llena de súbito rencor hacia el padre por haberla desgajado de su tierra ... y tiembla de recelo a este valle de sudores y acechanzas. En el latido la sigue una pequeña pastora yerta entre asustadas ovejas.
Sobre la "maloja" el Asensio Limai prolonga un rígido y baldío abrazo." Mario Busignani - oct1957 ¿Cómo titularía hoy este relato que ya tiene cerca de 70 años y forma parte de la historia de estos lares repetida tantas veces? Historia que dura la brevedad de Gabriela Puca y que surgió de la pluma de un poeta pensante.
El motivo central de la columna lo dejé como cierre para recordar a Mario Busignani con su canto, y uno de sus mejores sonetos, "La Rosa": "Su presencia de pájaro y de llama / de caracol de luz, de copa y seno / el espacio cobija y queda lleno / del rubor de diamante que derrama. // Rayo cautivo de su propio freno, / por el sostén del aire se encarama / y en sus lentas bahías desparrama / los tañidos de su hálito sereno. // Su rojizo licor el día bebe / y en el brindis la rosa se extenúa. Ya su mejilla el término insinúa // y por fin en ajada sangre llueve. / En el contorno nada se conmueve / y en otra rosa el brindis continúa."
Cierro la columna de recuerdo y homenaje al amigo poeta Mario Busignani con "Vidalita de hachero": "No tengo más nada: / mi corazón, / mi brazo obrajero; / más y más trabajo, / mi corazón / siempre jornalero. // Hechura del monte / mi corazón / da coplas y espinas; / se secan las coplas, / mi corazón / junta las heridas. // Con el sol del Este / mi corazón, / es hacha filosa; / con el sol poniente / mi corazón, / flor que se deshoja. // Monte, monte adentro / mi corazón / se me vuelve olvido; / de aquí para entonces / mi corazón / no hallará el camino. // Sin ramas ni aliento / mi corazón / caerá como un gajo; / en la tierra hundido / mi corazón / estará esperando. // No tengo más nada: / mi corazón, / mi brazo obrajero; / más y más trabajo, / mi corazón / siempre jornalero. (Revista Tarja 11-12).