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25 de Junio,  Jujuy, Argentina
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Tardes de lluvia

Martes, 24 de junio de 2025 01:02
¡QUÉ TIEMPOS AQUELLOS! | AMÁBAMOS LOS DÍAS DE LLUVIA.

Llueve, a toda hora llueve, desde hace varios días. Y claro, uno quiere meterse en la cama con un té calentito a leer un libro o ver una serie. Pero ¿y los niños? No estaría bien que los enchufemos todo el día a una tablet, o a la tele, o a cualquiera de esos aparatitos que los estupidizan sin control. ¿Qué hacemos entonces? ¿Nos armamos algún plan bajo techo, una película en el cine, unos juegos en el shopping, o... qué tal si recordamos lo que nosotros hacíamos cuando éramos niños y llovía?

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Llueve, a toda hora llueve, desde hace varios días. Y claro, uno quiere meterse en la cama con un té calentito a leer un libro o ver una serie. Pero ¿y los niños? No estaría bien que los enchufemos todo el día a una tablet, o a la tele, o a cualquiera de esos aparatitos que los estupidizan sin control. ¿Qué hacemos entonces? ¿Nos armamos algún plan bajo techo, una película en el cine, unos juegos en el shopping, o... qué tal si recordamos lo que nosotros hacíamos cuando éramos niños y llovía?

En mi casa jugábamos a las cartas, primos, tíos, padres, abuelos, vecinos. Se armaban verdaderas y eufóricas contiendas con el chinchón o la loba. Algunos mayores armaban el truco en una mesita ratona al costado, y entonces se armaba un despelote de gritos y reacciones cruzadas inentendible. Era un verdadero festín, el mate pasaba de mano en mano, como así también las medialunas y los churros azucarados, mientras la tarde transcurría totalmente ajena al paso de las horas. íEra hermoso!

Si la lluvia era de verano, nos calzábamos las botas, los pilotos y salíamos a chapotear en la calle, en los charcos efímeros que se formaban, y si era con barro, mejor. Armábamos barcos de papel y los hacíamos competir en el riacho del cordón de la vereda. Nos pasábamos horas acompañando a los barquitos que navegaban enfrente de nuestras casas, sorteando con valentía hojas y ramas que les poníamos como desafío. Luego, celebrábamos cuando el nuestro llegaba ileso hasta el final de la cuadra.

¿Qué más hacíamos? Jugábamos a las muñecas, las bañábamos, peinábamos, vestíamos, y luego las sentábamos frente a una caja vacía donde habíamos dibujado una pantalla con crayones. Mamá nos hacía pochoclos bañados de caramelo y pretendíamos que era nuestro cine.

Mientras tanto, mi hermano y sus amigos hacían un fuerte para los soldaditos, con puentes colgantes, escaleras hechas de palitos amarrados con lana, y trincheras improvisadas con zapatos o medias. Un ejército de cada lado y, en cuanto estaba todo listo, empezaban a volar bolitas de colores, brillantes, pequeñas de aquí para allá, y al revés. Cada tanto, una catapulta de cucharas con buena puntería lanzaba un bolón, que generalmente terminaba desordenando al ejército contrario.

Cuando ambos grupos nos cansábamos, o el hambre hacía su llamado, nos juntábamos alrededor de la mesa del comedor, donde mamá nos esperaba con chocolatada, pan tostado, manteca y dulce de leche.

íQué tiempos aquellos! Amábamos los días de lluvia. Estoy segura de que, si hacemos la prueba con nuestros hijos, cambiarían cualquier aparatito por sentarse a jugar con nosotros sobre el piso, armando mundos nuevos, inventando diálogos, escenas, conflictos.

Ojalá los adultos pudiéramos recobrar esos juegos que tanto bien nos hicieron durante nuestra infancia. Les aseguro que nuestros hijos serían muy felices. Hagamos la prueba, no perdemos nada, y... además... esas guerras con soldaditos de goma siempre terminan con una buena chocolatada.

 

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