Antes de que suene el reloj. Apenas abrí los ojos, mi cabeza ya corría sola. "No hice la RTO del auto. Si no la hago hoy, no viajo. Si no viajo, pierdo plata. Y si pierdo plata, no cubro el viaje de fin de curso de mi hijo. Además, la cuota de la escuela, la comida del perro, los pendientes del trabajo, el cumpleaños de mamá...". El reloj todavía no había sonado, y ya estaba en cuenta regresiva.
Mi cuerpo seguía acostado, pero mi mente había encendido la cinta transportadora del día.
Este instante -invisible pero universal- marca el cruce entre la vida íntima del alma y la estructura colectiva que nos programa.
Cronos y Kairós: cuando el alma quiere respirar. Los griegos hablaban de dos maneras de vivir el tiempo. Cronos: lineal, racional, medible. El tiempo del reloj y la productividad. Kairós: cualitativo, sagrado, sin reloj. El tiempo del alma y el sentido.
En "Alicia en el país de las maravillas", esta tensión se hace carne: el Conejo Blanco representa la tiranía de Cronos, mientras Alicia encarna la voz interna que quiere salir de la carrera y volver a habitar el presente.
Muchas veces, nuestro inconsciente nos despierta justo ahí: en ese punto donde sentimos que el tiempo nos vive más de lo que nosotros lo vivimos.
El tiempo como herramienta de poder. Aquí no hablamos solo de relojes: hablamos de estructuras que gobiernan la vida. Michel Foucault lo explicó con claridad: el poder moderno ya no domina territorios, sino la existencia misma -salud, natalidad, longevidad, muerte- a través de lo que llamó biopoder. Y el tiempo, en ese marco, no es neutro: es una tecnología silenciosa que organiza cuerpos, comportamientos y formas de vivir.
El tiempo como mercancía: la lógica del capital. Karl Marx advirtió que el capitalismo transforma todo en mercancía. También el tiempo humano. Las clases altas lo acumulan; las clases bajas lo consumen. El tiempo se convierte en capital: unos lo compran, otros lo venden, muchos lo entregan sin darse cuenta.
La película "In Time" no es solo ciencia ficción: muestra esta lógica de forma cruda. Cuando el tiempo se vuelve moneda, la vida se vuelve negocio. Y así, el control exterior del tiempo se opone al tiempo interior de la presencia y la libertad.
El cuerpo que corre sin moverse. Cada vez que decimos "no me alcanza el tiempo", no es solo una frase: es una señal neurobiológica. El sistema nervioso entra en modo supervivencia. Cortisol. Adrenalina. Pérdida de flexibilidad mental. El presente desaparece. El alma se desconecta. Por eso diciembre se vuelve un mes de ansiedad colectiva: no es solo fin de año. Es un reloj invisible que activa el miedo a no llegar.
Acelerar no es vivir más. En "Click", el protagonista adelanta su vida para "ganar tiempo". Al final, comprende que lo único que perdió fue la experiencia de estar presente. Acelerar es, muchas veces, saltearse la vida mientras la vida sigue corriendo.
Antes de los relojes: el tiempo como orden vital. Los pueblos originarios no medían el tiempo: lo escuchaban. Se sembraba cuando la tierra lo pedía, se pausaba cuando el invierno lo dictaba. El tiempo no era enemigo ni mercancía: era un pulso que sostenía la existencia. La sabiduría ancestral recuerda algo que la modernidad olvidó: la pausa no es pérdida... es raíz.
Tiempo, espacio y consciencia. Albert Einstein decía: "El tiempo es una ilusión".
Joe Dispenza enseña que al retirar la atención del pasado y del futuro, entramos en el campo creativo del presente, donde el tiempo se expande.
Tiempo y espacio no son cárceles, son coordenadas vivas.
Cuando elegimos no llenarlo todo, cuando hacemos espacio en el espacio, el tiempo deja de ser capital y vuelve a ser existencia.
Reprogramar un inconsciente colectivo acelerado. Vivimos en una cultura que glorifica la prisa, celebra la hiperproductividad y confunde valor con velocidad. Corremos aunque no haya carrera. Pero si el tiempo deja de ser nuestro patrón -y tampoco lo queremos dominar-, podemos relacionarnos con él como con un territorio sagrado. Allí Alicia deja de correr detrás del conejo y simplemente... respira.
Claves para habitar el tiempo desde la conciencia creadora. Escena cero: al despertar, no corras. Respirá. Volvé a tu cuerpo antes que a tu agenda. Anclá en los ciclos naturales: amaneceres, estaciones, lunas. Separá urgencia de importancia: no todo lo que apura importa. Rituales de ralentización: un mate tranquilo, una caminata lenta, una mirada al cielo. Agenda con vacíos fértiles: no llenar todo... también es vivir.
Del reloj al pulso: sentir es habitar. Recordá: cuando estás presente, el tiempo se expande.
Kairós no se corre, se habita. Mientras la cultura grita "ícorré que se acaba el año!", la verdadera revolución es detenernos. El tiempo no nos persigue: es el sistema el que corre por dentro de nosotros. La paz no depende de cuántos minutos tengamos, sino de cómo elegimos vivir cada uno. Que diciembre no sea una cuenta regresiva... Que sea un portal para volver al tiempo como territorio de libertad, no de control.
"El tiempo es una ilusión. Lo único real es el ahora" - Albert Einstein.
"Cuando tu atención sale del pasado o del futuro, entrás en el campo de la creación" - Joe Dispenza.
"El poder moderno no necesita cadenas visibles: organiza el tiempo" - Michel Foucault.
"El capitalismo transforma todo en mercancía, incluso la vida" - Karl Marx.
Y cierro, agradeciendo a Jeremías Arraya, que además de hacer las tortas que son una tradición, también es compañero de tiempos habitados, de las palabras y miradas que surgen cuando abrimos el tiempo en el espacio. Cierro con alguna de sus frases:
Cápsula poética - "a destiempo". Viven a destiempo. / No es solo el año que se va.../ es el minuto, la hora, el día que se escapan/ como arena entre dedos apurados./ Despiertan antes de que suene el reloj,/ no porque tengan tiempo, sino porque el tiempo los tiene a ellos./ Cronos corre como el conejo blanco,/ mientras el alma -Alicia-/ sueña con un Kairós que respira lento./ El sistema no solo marca horarios... / Marca cuerpos, deseos, nacimientos, muertes./ El tiempo se volvió mercancía./ Unos lo acumulan, otros lo consumen,/ pocos lo habitan./ Pero hay una grieta:/ respirar./ Pausar./ Escuchar el pulso interno/ que no obedece a ningún reloj./ Allí donde el tiempo deja de ser patrón, y vuelve a ser territorio./ Allí donde vivir deja de ser correr, y se convierte en presencia/.
"No es el tiempo el que se va. Somos nosotros los que olvidamos habitarlo".
(*) Licenciada en Psicología; coach ontológico profesional; magister en Salud Pública con mención en Atención primaria de la salud; facilitadora en procesos de comunicación, resolución de conflictos, expansión de la conciencia, liderazgo; coordinación de grupos y conciencia de redes; y facilitadora en entrenamientos a líderes en gestiones de oratoria y comunicación. [email protected], cel. 3884416256.