Con el talento que aflora desde sus manos, hace del charango su motivo de inspiración. Martín Facundo Díaz es músico de alma porque desde que era pequeño, su cercanía con la mística del arte en sonidos arraigados a Jujuy, tuvo lugar en el semillero por excelencia; la peluquería de los hermanos Chañi.
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Con el talento que aflora desde sus manos, hace del charango su motivo de inspiración. Martín Facundo Díaz es músico de alma porque desde que era pequeño, su cercanía con la mística del arte en sonidos arraigados a Jujuy, tuvo lugar en el semillero por excelencia; la peluquería de los hermanos Chañi.
Allí, a los catorce años aprendió con amor el oficio del artista y a encontrar la maestría en la ejecución del charango. En aquél lugar donde el tiempo no pasaba y el juego era parte de sus días, recibió la enseñanza de Luis y "Foro" Chañi, maestros que le inspiraron valores humanos y le indicaron cómo dar sus primeros pasos en el camino de la música.
"Recuerdo que llegaba a la peluquería y para mí era 'Narnia', un lugar donde me iniciaron en los valores, en el respeto por el otro, si veíamos a un peluquero cortar el pelo, ya agarraba la escoba para levantar lo que caía y ayudarlo. En el medio aprendíamos a tocar los instrumentos", indicó Martín Facundo Díaz, el jujeño que gracias a la música, trascendió las fronteras para crecer como artista.
Mientras estudiaba en la Escuela de Educación Técnica N° 1 "Escolástico Zegada", encontró en la música su motivación personal, porque fue su refugio emocional cuando tras una ruptura amorosa; las canciones de amor y desamor de Los Kjarkas, fueron claridad en su decisión por aprender del folclore el manejo del charango, instrumento que lo enamoró casi de inmediato.
Pero el fallecimiento de un abuelo querido lo hizo reflexionar sobre la vida y a repensar mejor su porvenir. Así que de lleno se volcó a la música, perfeccionando su técnica como charanguista y embarcándose a su primer viaje para cumplir su anhelo.
En el año 2015, por primera vez llegó a Chile para aventurarse hacia nuevos horizontes en el país trasandino. Allí, convencido de que la hermandad era posible a través del arte, logró que la ciudad de Viña del Mar lo recibiera con gran energía. "A la música siempre la vi como un oficio. Viví en la 4ª y la 5ª región hasta 2017. Tuve la posibilidad de tocar el charango en conciertos a la orilla del mar", expresó este joven de veintiocho años que no dejó de sorprenderse al conocer una cultura diferente a la argentina.
De hecho, el cambio de país, le permitió descubrir otras personas que no conocían a su instrumento, tan autóctono en nuestra provincia. "Me acuerdo y sonrío, porque decían que era mi 'guitarrita', les gustó escuchar la musicalidad del charango". Apasionado de la interpretación, no dejó de crecer en territorio chileno pero en sus momentos de nostalgia extrañaba a su familia, sobre todo, cuando sentía el sonido del viento y la remembranza de su abuelo que vivía en Tunalito, en Tumbaya "La bella". "Al vivir dos años en Chile tuve que entender su propio dialecto, me costó al principio entrar; lo bueno es que si después les caes bien, son capaces de dar la vida por uno", contó.
Escribir letras de canciones fue una tarea de inspiración incesante para este joven que se ensambló en el área artística pero en cuanto a la gastronomía, no supo acomodar su paladar con los platos al otro lado de la cordillera. "Lo que son frutos de mar, paella y mariscos no me gustaba pero sí las empanadas de camarones o la pizza de camarón".
No obstante la sensibilidad siempre lo acompañó, como así también las posibilidades para vivir nuevos encuentros en Bolivia. Fue en la localidad de Aiquile, Cochabamba; donde le sorprendió la destreza de los niños de cinco y seis años que fueron extra hábiles para él en la XL Feria y Festival Nacional e Internacional del Charango "Aiquile 2024" y en el Concierto de 2000 Charangos en el estadio sudamericano "Félix Capriles Sainz". "Ser parte de este gran espectáculo fue muy lindo.
En un principio, tenía miedo porque Bolivia es la cuna del charango", destacó el joven que intercambió conocimientos con "los hermanos andinos". Es que a nivel profesional, Díaz fue parte de un concierto que nucleó a charanguistas de Japón, España, Perú, Bolivia y Argentina, entre otros países que interpretaron; tinkus, huaynos, cuecas, morenadas y sayas. Una oportunidad única que le abrió la chance de conocer a Alfredo Coca, autor de "Saya de amor" junto a otras delegaciones; así como también el Museo del Charango en La Paz. "Hubo un momento en que iban entrando en caravana todos con instrumentos distintos, originarios del lugar.
Ahí pude ver que es parecido al Cosquín en cuanto al postularse y que el jurado te evalúe para pasar al festival", comentó. "Yo presenté la cueca 'Para Santa Catalina' en la categoría internacional, el 95% eran mujeres charanguistas y, para el final, se hizo la 'Peña de Peñas'", explicó el también compositor de letras de canciones, regalando un fragmento de su ópera prima; "Amor volveré a quererte, tus labios serán mi razón".
En este tiempo previo a las fiestas de fin de año, regresó a su Jujuy natal para compartir con su familia el cierre e inicio de un nuevo ciclo. Y recordó su infancia en la Escuela N° 223 "Arzobispo José M Mendizábal" y el tiempo de regalos que desde pequeño supo recibir. "Hoy entiendo a mis padres y los admiro porque siempre estaban en el detalle. Hoy sé lo que cuesta todo y que no es nada fácil", dijo este joven que en enero emprenderá su travesía nuevamente a Cochabamba para continuar con los proyectos de 2025.