Toda aseveración que nace de la apariencia (aspecto, forma, figura, cariz) lleva consigo solo el valor de la probabilidad encerrada en un gesto que parte de la insustancial subjetividad, pero igualmente promueve un espacio que tomado como tal, puede dificultar y confundir la propia concepción, sospecha o valor que de él se tenga.
Es decir aumenta el margen de error, situación que hace todo más complejo.
La calificación y actitud que de allí procede es la constante que rotula una escena, es como la fotografía que la humanidad usa a despecho de tantos desaciertos.
No obstante permite la réplica asegurando que "eso" no es lo imaginado (sospechar, suponer) interpretado por el observador.
"La vida está en nuestras manos y en la circunstancia", eso no podemos olvidar, es la constante inevitable.
Por eso gran parte de los acontecimientos nos tiene en el centro de todo argumento, aunque de ellos, la mayoría no sean mayormente de jerarquía ni merezcan ser tenidos en cuenta.
No obstante, la apariencia dictamina su sentencia, luego viene el tiempo de demostrar cuánto de falsedad o no guarda esa apariencia.
Si los acontecimientos tuvieran como eje solo a "ella", nada prosperaría con el "hombre" ausente. Sin embargo, la sociedad insiste férrea y convencida de su significado, aún a sabiendas de que allí se origina toda clase de desaciertos, especulaciones e injusticias.
En general la moda cabalga sobre la opulencia, el lujo, luces y belleza, aceptada por la mayoría de la gente. Allí no solo el tiempo se dilapida, también valores muy superiores descuidados por insignificancias propias de parecer.
"El hábito no hace al monje", "No todo lo que brilla es oro" dicen antiguos refranes. Sin embargo, son muy tenidos en cuenta aun a sabiendas de su insustancialidad.
Digamos que la apariencia ocupa un firme e importante lugar en la concepción que se hace del hombre y sus situaciones cotidianas, tanto, que además de las vivencias, mucha legislación se somete a su arbitrio. La apariencia (las sombras en la caverna de Platón), la percepción (dar significado a una experiencia sensorial. Va más allá que la razón) y la intuición (es llegar a una conclusión sin el uso de la razón) entran en un capítulo de presunciones (son juicios previos) no fáciles de mantener y mucho menos aseverar, sin embargo gran parte de los argumentos los tiene en el centro de todo parecer, convirtiéndolos en certificado de ser.
Es como el pequeño hombre escondido tras la máscara de quizás, deslindando a la razón toda responsabilidad, íaunque tenga sabor a poco!
Las experiencias vividas cubren gran parte de los argumentos inconscientes, también conscientes y motivadores, que a la vez exigen respuestas concretas. Para ello, como antenas espaciales y cuánticas, estas características nos provocan y orientan en medio de sucesos conocidos, también desconocidos, a la existencia misteriosa y apasionante de vivir. íNo es cosa menor! Entonces, no podemos ignorar, mucho menos negar su valor en el consciente personal y colectivo del tejido social, y se lo debe hacer mediante el análisis profundo, cuestionando su realidad, pero sin negar sus particulares y valiosas características.
Carl Gustav Jung (1875- 1961), fundador de la escuela de psicología analítica, decía: "Quien mira hacia fuera, sueña; pero el que mira hacia dentro, despierta".