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“Milonga del infiel” de Borges, Conquista del Desierto y Día de la Diversidad Cultural

Jueves, 12 de octubre de 2023 00:14

Un poema que vuelve a tomar vida y se pone en presente lo escribió Jorge Luis Borges en “Los Conjurados” (1985) y lleva el subjetivo nombre de “Milonga del Infiel”.

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Un poema que vuelve a tomar vida y se pone en presente lo escribió Jorge Luis Borges en “Los Conjurados” (1985) y lleva el subjetivo nombre de “Milonga del Infiel”.

¿Quién era el “infiel”? Esta pregunta viene al caso, porque para ser “infiel” primero hay que ser “fiel”. Las llamadas culturas americanas de los pueblos originarios, tenían sus propias costumbres y creencias. Desde México a Tierra del Fuego, todos practicaban, según el estadio de su desarrollo, alguna cosmogonía, alguna mirada ante los astros, ante la propia naturaleza y ante el infinito desconocido, aún hoy, inicio s. XXI. Podemos tomar como ejemplo, entre nosotros: El Culto a la Pachamama, cuyo origen se remonta antes de la conquista española. El nombre de “infiel” viene entonces, por un arrastre cultural teísta de la religión judeo-cristiana de los europeos, en su avance de conquista y colonización.

El hombre originario de América era “fiel” a su propia naturaleza y se convirtió en “infiel” al ser sometido al acto de esclavitud y vasallaje, para desarrollar un sistema económico, que le era totalmente ajeno y respondía en exclusividad a los intereses del imperio español de la época. En nuestro país se aplica a los pueblos originarios la general de la ley y fueron “infieles” a fines del siglo XIX, en la tan mentada “Conquista del Desierto”.

Su mirada poética describe de dónde viene y quién era, y dice: “Desde el desierto llegó / en su azulejo el infiel. / Era un pampa de los toldos / de Pincen o de Catriel”. “Desierto”, también era algo relativo, porque hoy, a comienzo del siglo XXI viven 10.150 habitantes ranqueles, en esa porción de la Pampa y llamado desierto a fines del siglo XIX. Nombra a Pincen y Catriel, dos caciques pampas, que fueron tomados prisioneros y encarcelados antes de la campaña de Julio Argentino Roca (1880), en Isla Martín García. Neutralizando así la presencia de dos importantes líderes originarios. Continua Borges con su milonga: “Él y el caballo eran uno, / eran uno y no eran dos. / Montado en pelo lo guiaba / con el silbido o la voz”. El caballo fue introducido por Pedro de Mendoza y luego de la primera fundación de Buenos Aires, estos animales dieron origen a un ganado cimarrón.

En el tercer cuarteto habla el escritor de otro controvertido tema, y tiene que ver con el adelanto tecnológico, que ya emplearon los europeos, desde el momento mismo de la conquista para avanzar sobre las culturas americanas, el uso de armas de fuego que no conocían los naturales de nuestro continente: “Había en su toldo una lanza / que afilaba con esmero; / de poco sirve una lanza / contra el fusil ventajero”. En la conquista del desierto ya se introduce el rifle rémington y los naturales tenían boleadora, flechas y arcos, cuchillos y lanzas, para defender su querencia. El hombre de la pampa no sabía de armas de fuego, pero si manejaba otros conocimientos: “Sabía curar con palabras, / lo que no puede cualquiera. / Sabía los rumbos que llevan / a la secreta frontera”.

En la última parte realiza un juego que nos retrotrae a la llegada de los españoles, y por qué pudieron cambiar espejitos por cuentas de oro y plata: “No lo asombró ver su cara / repetida en el espejo; la vio por primera vez / en ese primer reflejo. // Los dos indios se miraron, no cambiaron ni una seña. / Uno -¿cuál? - miraba al otro / como el que sueña. El espejito vino a reemplazar al espejo natural que poseían los originarios: el agua, por eso era muy valiosa. Y tenían razón, porque el agua vale más que el oro. El epílogo es la historia conocida, la victoria del hombre blanco sobre el indio: “Tampoco lo asombraría /saberse vencido y muerto; / a su historia la llamamos / la Conquista del Desierto”.

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