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Laberintos Humanos: El labriego

Miércoles, 02 de septiembre de 2020 01:03

Prudencio Creso le preguntó a Bautisto Solón, después de mostrarle al voleo la de propiedades que tenía, quien creía que fuera el hombre más feliz del que se pudiera dar noticia, y en cuanto Pierre Donadou Quispe llegó a esta parte del cuento, el padrecito notó que se parecía demasiado al de Blancanieves cuando la mala de la historia le preguntaba a su espejo quién sería la más bella.

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Prudencio Creso le preguntó a Bautisto Solón, después de mostrarle al voleo la de propiedades que tenía, quien creía que fuera el hombre más feliz del que se pudiera dar noticia, y en cuanto Pierre Donadou Quispe llegó a esta parte del cuento, el padrecito notó que se parecía demasiado al de Blancanieves cuando la mala de la historia le preguntaba a su espejo quién sería la más bella.

Los cuentos se repiten, dijo el argelino, no hay uno siquiera que pudiéramos decir que es original, pero el caso es que Creso, pese a ser rico, no era malo. Es cierto que esperaba que Solón le respondiera que era el hombre más feliz de quien pudiera dar noticia, pero acaso fuera esa veleidad el peor de sus pecados. Solón se llevó unas hojas de coca a la boca, como hacía siempre, y empezó por recordar a don Humínedes Pisca, labriego de la zona de Huacalera, quien nunca perdió una cosecha si bien le alcanzaba un poco más que para vivir con su rastrojo.

Con lo que ganaba le sirvió para que su hija estudiara de maestra y el varón de policía, y vio como cada uno de ellos le dio hermosos nietos. Llegado el tiempo, enterró a sus padres y no tuvo que hacerlo con nadie menor que él en su familia, y al final de su jornada no tuvo que sufrir demasiado, dijo y Creso, que lo conocía, sonrió porque le sabía esa suerte de respuestas. A Solón se lo tenía por sabio, justamente, por no decir nunca aquello que su interlocutor esperaba, pero estaba seguro que, tras el ejemplo del Humínedes Pisca, lo nombrara a él como al hombre más feliz.

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