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31 de Julio,  Jujuy, Argentina
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La oscuridad del cerebro es pena para el corazón

Jueves, 04 de abril de 2019 01:00

Podría no ser más que una bella expresión filosófica o poética. Y siguiendo este perfil, en el ánimo de ser positivo, arranco con una bella expresión de Blas Pascal: “El corazón tiene razones que la razón desconoce”; más allá de lo que pueda decir  F. Nietzsche, síntesis inmaculada, excelente, que encuentra el mayor e indiscutible ejemplo en la mujer, ¡en mamá!

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Podría no ser más que una bella expresión filosófica o poética. Y siguiendo este perfil, en el ánimo de ser positivo, arranco con una bella expresión de Blas Pascal: “El corazón tiene razones que la razón desconoce”; más allá de lo que pueda decir  F. Nietzsche, síntesis inmaculada, excelente, que encuentra el mayor e indiscutible ejemplo en la mujer, ¡en mamá!

Siempre se relacionó al corazón con buenos pensamientos y acciones (desde el dicho popular, ¡es de buen corazón!), o como lo mencionaba Umberto Eco: “El amor es más sabio que la sabiduría”. Creo que en esto no hay dudas, aún hoy ese concepto es irrebatible, más allá de los descubrimientos sobre los misterios del cerebro desde fines del siglo pasado. Allí comienzan a manejarse y plantearse otros argumentos más precisos relacionados con el comportamiento y el lenguaje, que deberían llevar por lo perfecto, a la razón y jerarquía indiscutible de ser el hombre el rey de la creación. Valores que exigen privilegios, pero también obligaciones y derechos como cosa natural.

Es por lo tanto el cerebro de vital importancia, y no lo digo solo por lo que merece orgánicamente, sino, porque permitió a la humanidad a partir de su intrínseco conocimiento, lograr asombrosos adelantos que orgullosa muestra. Pero no por ello dejamos de comentar y analizar el otro extremo; la enorme crueldad de lo que el hombre es capaz, y que obviamente se lo endosamos al cerebro.

Un poco para terminar con las comparaciones, digamos que para dar por muerta a una persona no se registra con el ECG (Electrocardiograma), es decir la función cardiaca, sino con el EEG (Electroencefalograma), la actividad del cerebro, donde una línea isoeléctrica o plana marca o informa la total inactividad del mismo, con lo que el diagnóstico se vuelve terminante e irreversible. Este registro se repite en no menos de dos oportunidades por eventuales errores. Modo que mantiene aun cuando el registro ECG “transitoriamente informe normal”. Como vemos, no es el corazón el órgano que se chequea para determinar medicamente la muerte o quien en soledad sostiene la vida (sumada a la asistencia respiratoria). Más allá de su indiscutible vital importancia, ¡sino el cerebro! Su deterioro lleva a la incapacidad y a la muerte. El corazón hasta puede reemplazarse.

El cerebro, objeto de grandes investigaciones, dio lugar a nuevas concepciones o enfoques sobre la vida, y las repercusiones de su funcionamiento sobre el resto de la economía y la sociedad. Son muchos los científicos que colaboraron para develar sus misterios, pero algunos son difíciles no mencionar, como Charcot, Bacon, Bludom, Bichat, Freud, Frank, Kant, Lacan, Wundt, Foucol, Pichón Rivierey otros muchos más recientes como Bandura.

El cerebro, junto al corazón y pulmones, constituye el trípode vital. Sin embargo es el cerebro el denominado motor de la vida, y es el primero en morir; el corazón, el último. El cerebro es considerado como el centro de operaciones u órgano comando de un abanico muy extenso y variado, tanto como exige la complejísima organización del cuerpo humano. Sus repercusiones se establecen a todo nivel, y como cosa extraña, caprichosa, por lo general una indeseable consecuencia, “la insondable pena que suele en sus acciones acarrear al corazón”.

Llegado a este capítulo, cabría analizar tanto al incomprensible perverso, como al delincuente serial, al que no encuentra sentido a la vida, o hasta el mismísimo enfermo psiquiátrico.

Sin embargo en esta suma, no son ellos los únicos que preocupan, ni los más frecuentes problemas de la sociedad. Más bien quiero referirme a los que habiendo “bien” nacido, no pudieron, no supieron o no quisieron, dedicar un tiempo al ejercicio que toda mente necesita para desarrollarse plenamente. Incorporar conocimientos necesarios para vivir en libertad y luchar por ello, valor tan caro como imprescindible de la existencia que lisa y llanamente significa alfabetizarse correctamente. “Lee y conducirás, no leas y serás conducido” decía Santa Teresa de Jesús.

Cuando se cree innecesario y fácil de revertir, se paga el alto precio de convertirse en invisible, también la impotencia por un tiempo perdido, situación en general que  lleva a la pobreza o atraso intelectual, y con frecuencia, a quedar fuera del sistema.

Como se lo catalogue casi no importa, cualquiera de estas calificaciones es una afrenta para todo mortal, más aún, es una pena colgada en lo más profundo del ser. No necesita se lo aclaren; ¡lo percibe! Además del trato que recibe de la sociedad, y lugar al que la escala administrativa lo empuja. El analfabeto no sabe escribir, pero siente y padece la forma y el espacio al que es relegado.

Tomás Bulat decía: “Cuando se nace pobre, estudiar es el mayor acto de rebeldía contra el sistema. El saber rompe las cadenas de la esclavitud”. Nada más para agregar. Corazón, seguirás en boca de poetas y cantores, pero el lugar primero es del cerebro, aunque el mismo no esté muy seguro de serlo. La filosofía lo atrapó en el momento de nacer.

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