Ondeando banderas de Nicaragua, miles de opositores marcharon ayer en Managua para exigir la salida del poder del presidente Daniel Ortega, desafiando temores tras un recrudecimiento de la violencia que deja más de 260 muertos en tres meses de protestas.
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Ondeando banderas de Nicaragua, miles de opositores marcharon ayer en Managua para exigir la salida del poder del presidente Daniel Ortega, desafiando temores tras un recrudecimiento de la violencia que deja más de 260 muertos en tres meses de protestas.
"Ni un paso atrás!", "Justicia!", "Qué se vaya!", coreó la multitud azul y blanco, que caminó en calma 7 km por estratégicas vías del sureste de la capital, sin que la lluvia que cayó durante un rato los ahuyentara.
La opositora Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, que reúne a grupos de la sociedad civil, aumentó con esta marcha su presión, que incluye un paro el día de hoy -el segundo durante la crisis- y una caravana de vehículos el sábado por los combativos barrios orientales de Managua.
Las protestas estallaron el 18 de abril contra una reforma al sistema de pensiones, pero tras la represión se extendieron a la exigencia de salida del poder de Ortega, que gobierna desde 2007 a lo largo de tres períodos consecutivos y a quien acusan de crear una dictadura junto con su esposa, Rosario Murillo.
"Sabemos (..) que los propósitos terroristas de un pequeño grupo de nicaragüenses obstinados en el odio (...) no prosperarían, no prosperaron y no prosperarán", dijo ayer Murillo, también vicepresidenta.
El gobierno intensificó en las últimas semanas las operaciones en las que policías y paramilitares derribaron barricadas con que manifestantes bloqueaban las vías, agravando la violencia.
A fin de hallar una salida a la crisis, la Iglesia católica propuso adelantar los comicios de 2021 a 2019 en el diálogo que media entre el gobierno y la Alianza. Pero el sábado, el mandatario lo descartó.
Tras la negativa de Ortega y una violenta incursión policial y paramilitar el domingo en Diriamba y Jinotepe (suroeste), que dejó una veintena de muertos, la Iglesia puso en duda la continuidad del diálogo.